El libro más verdadero de Eduardo Castro

Eduardo Castro ofrece un literario caos ordenado en Cajón de sastre (Mirto Academia), una obra, sencilla pero ingeniosa, divertida, evocadora, en la que hay espacio para un tono de diario íntimo pero también para la crónica y la poesía. Su libro más genuino.
© JOSÉ CARLOS ROSALES

Cajón de sastre, el último libro del escritor y periodista Eduardo Castro (Torrenueva, Granada, 1948) podría considerarse como un álbum privado de postales o de fotos, aquellas que nos traen los recuerdos de aventuras felices; o, incluso, como una cuidada selección de las mejores páginas de un diario íntimo donde han quedado recogidas las vivencias culturales y humanas de toda vida dedicada a la escritura en las distintas variantes que ha ido practicando su autor, desde la crónica sentimental de un concierto de Carlos Cano celebrado en el Teatro del Generalife en junio de 1982 (págs. 68-69) a las quintillas escritas en agosto de 2012 para glosar la memoria del trovero alpujarreño Miguel Candiota García Maldonado, fallecido en noviembre de 2007 («Y cuando estaba Miguel, / de antemano se sabía / que de allí todos salían / rendidos y sin laurel / al final de la batida», págs. 75-77); de las sagaces notas recogidas a vuelapluma en alguna pequeña y manoseada libreta de bolsillo («Las tildes son las plumas de las vocales», pág. 98) a un extenso y divertido romance («Vida y peripecias del Chalado Chaládez. Romance en tres partes y una coda para el gran Andrés Vázquez de Sola», págs. 78-88) que, basándose en la lógica discursiva de los tradicionales romances de ciego, está dedicado, con motivo de su nonagésimo quinto aniversario, al dibujante y periodista Vázquez de Sola, entrañable amigo y compañero de fatigas humanas y políticas: «En la bahía de Algeciras, / frente al peñón del inglés, / un día del mes de julio / nuestro hombre fue a nacer / en el seno y el coseno / de una familia de bien / donde, por no andar peleando / sobre el nombre del bebé, / determinaron ponerle / el gentilicio de Andrés, / que era el mismo de su padre / y no se hable más, amén […].»

Todo cabe en este libro sencillo, verdaderamente ingenioso y desnudo en un tiempo donde, al contrario de lo que ocurre en estas páginas, la falacia petulante y la bobería más desnuda se malbaratan o transfieren sin el menor pudor, sin el menor reparo; un libro que, como ya se nos indica desde su mismo título, se parece a ese lugar donde las costureras y los sastres guardaban con esmero bobinas sin usar, retales que aún no han encontrado su destino, botones disparejos, cremalleras y agujas con la certeza de que alguna vez podrían sernos útiles.

Como «conjunto de cosas diversas y desordenadas» queda definido, en el diccionario de la RAE, ese lugar secreto de los talleres de costura de cualquier latitud o época. Así que podríamos intuir dejándonos guiar por la leve ironía que encierra su título que lo que queda recogido en estas páginas de Eduardo Castro es un conjunto heterogéneo de textos de motivación muy diferente y generados en circunstancias muy dispares; pero, más allá del desorden o del azar con el que fluye gran parte de nuestra existencia, sea literaria o no, no se podría decir que haya desorden en estas páginas sacadas de un rico cajón de sastre o taller íntimo de trabajo, ese recinto privado del que podemos suponer que su autor nos ha mostrado sólo una pequeña parte, tanto poética como testimonial, aquella que pudiera ser más accesible para lectores desconocidos o lejanos, pues algunos de estas piezas, sin el contexto sentimental o histórico que las hizo posibles y al que se alude en más de una ocasión-, podrían ver atenuada su indudable potencia memorial o literaria.

Se puede leer como una cuidada selección de las páginas de un diario íntimo.

La primera sección, titulada «Libro de ecos y réplicas», es un conjunto de poemas que casi siempre funcionan como contrapuntos a frases y versos más o menos conocidos de nuestra tradición literaria; escritos entre 2005 y 2023, podrían considerarse una continuación de su poemario anterior, Razón de vida (2007); en sus páginas encontramos un amplio registro de tonos y de formas (romances y romancillos, coplas, sextinas manriqueñas, sonetos, verso libre…), girando todos ellos, entre otros temas, alrededor de la conciencia dañada del paso del tiempo («Pasan los días / sin pausa, gracia ni arte. // Pasan los días… / y todos cobran peaje», pág. 62), del amor madurado («Sin prisas descubramos / todos los escondites / secretos del amor», pág. 55) o de la incertidumbre de la naturaleza («La despedida del mirlo», págs.52-53). En la segunda sección («Homenajes al dictado de la amistad») se recogen los poemas escritos como testimonio de amistad y de cariño de los que ya hemos citado algunos, como los dedicados al artista Vázquez de Sola y al inolvidable trovero de la Alpujarra granadina Candiota.

Eduardo Castro nació en Torrenueva, Granada, en 1948. Foto de José Antonio Muñoz.

En la última sección de Cajón de sastre («Prosas, versos y textos sueltos») se percibe ese carácter aparentemente disperso al que se alude en el título, entre otras razones porque es la sección donde encontramos una mayor variedad de tipologías textuales, de extensiones y enfoques, de tonos y puntos de vistas; y también, entre otras sorpresas, porque será donde nos encontremos casi todas las ilustraciones que acompañan y enriquecen este libro y entre las que destacan una foto del abuelo del autor y un retrato de su madre, ilustraciones que amparan dos textos muy valiosos de la memoria personal de Eduardo, memoria individual y memoria colectiva.

Todo cabe en este libro sencillo e ingenioso, Eduardo en estado puro.

El libro se cierra con una «Noche sin luna en la playa», una noche de vino, coplas y aventuras que se quedan flotando en nuestro ánimo cuando se cierra este libro curioso y verdadero, tal vez el libro más verdadero de Eduardo Castro, Eduardo en estado puro, un puñado de páginas donde su autor aparece tal como es, o como era, o como será siempre, popular y culto, comprometido y dialogante, sincero y directo, tan arrebatado y sensible como esos manojos de ramas y de flores que se recogen en el campo, y que luego se guardan; y que, más tarde, con el paso del tiempo, se recuperan para que sigan dándonos su penetrante aroma inolvidable, la memoria de lo que fue posible, de lo que fue feliz, de todo aquello que seguirá latiendo dentro y fuera de este Cajón de sastre.

 

Cajón de sastre, Eduardo Castro, Mirto Academia, 2023, 136 páginas.


EL AUTOR

JOSÉ CARLOS ROSALES (Granada, 1952) es licenciado en Filología Románica y Premio Extraordinario de Doctorado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. En 1989 recibió del Ministerio de Cultura una ayuda a la creación literaria para escribir El precio de los días (Renacimiento, Sevilla, 1991). Con El horizonte (Huerga y Fierro, Madrid, 2003) obtuvo en 2002 el Premio de Poesía Ciudad de San Fernando; y con Poemas a Milena (Pre-Textos, Valencia, 2011), el Premio Internacional de Poesía Gerardo Diego. Existe una amplia antología de su obra poética, Un paisaje (Renacimiento, Sevilla, 2013; selección y prólogo de Erika Martínez). Su último libro de poemas, Si quisieras podrías levantarte y volar (Bartleby, Madrid, 2017), ha obtenido el “Premio al Mejor libro de poesía del año 2017” que otorga Estado Crítico, revista virtual de crítica literaria. También ha publicado Libro de faros (Málaga, Puerta del Mar, 2008; antología poética y estudio preliminar sobre la figura del faro en la literatura hispánica) y Memoria poética de la Alhambra (Sevilla, Vandalia, 2011; estudio introductorio y selección de poemas en lengua española relacionados con la Alhambra y el Generalife). Actualmente reside en su ciudad natal.