El texto que sigue aborda las claves de Gourrama, un libro de Friedrich Glauser trascendental para la novela policíaca en lengua alemana. El texto forma parte, como prólogo, de la magnífica edición de la editorial Ginger Ape Books & Film, una edición que cuenta, además con la traducción del propio prologuista.
© CARLOS FORTEA
Friedrich Glauser daría material para una biografía de ochocientas páginas o un relato de ocho. Por razones de espacio reduciremos su vida a ocho líneas: vienés de padre suizo, con edad suficiente (pero no nacionalidad) para haber sufrido como tantos jóvenes la I Guerra Mundial, en lugar de la cual sufrió trastornos psíquicos, morfinomanía, inadaptación y, en general, todas aquellas cosas que, padecidas por un artista enorme, se convierten en una bendita herencia del sufrimiento cuando llegan a manos de sus lectores.
En una vida corta (42 años, una muerte repentina la víspera de su boda, no le faltó detalle), Glauser tuvo tiempo de pasarlo muy mal y de hacer muchas cosas, desde servir dos años en la Legión Extranjera francesa hasta ser minero, pero sobre todo, y es lo que nos atañe, tuvo tiempo de escribir una obra de ficción que ha merecido los mayores elogios y que le ha deparado un lugar equívoco como primer autor policiaco de la lengua alemana (en un sentido cronológico).
Equívoco porque, en efecto, escribió dentro de ese género varias novelas que le reportaron prestigio e ingresos, protagonizadas por un detective que respondía a patrones humanistas próximos a Simenon (su modelo reconocido), pero también porque para entonces había escrito ya, aunque no publicado, una novela de corte autobiográfico que el lector de este prólogo va a tener ocasión de leer, y que probablemente es el mejor compendio de sus preocupaciones como escritor.
Entre 1921 y 1923, probablemente huyendo de una detención por drogas, Friedrich Glauser es miembro de la Legión Francesa. Cinco años después de su regreso, en 1928, Glauser emprende la redacción de la que va a ser su primera novela. Hasta entonces ha escrito poemas, pero en estos momentos algo le dice que, si quiere abrirse paso en el mercado de la literatura, tiene que hacerlo con una novela.
Glauser compra una máquina de escribir y anuncia en una carta a su médico, Max Müller, que la habrá terminado en un mes. Pero la novela no quiere salir. Tal vez por la excesiva proximidad de lo narrado en ella a sus propias vivencias personales, tal vez porque con ella está ensayando nuevas herramientas, nuevas formas verbales, tal vez por ambas cosas, la escritura de Gourrama se prolonga en el tiempo, le llevará tres años de trabajo.
Cuando por fin existe una primera versión, Glauser hace tres copias y las envía a varias editoriales. Recibe por una parte negativas y por otra ofertas insatisfactorias. El editor Adolf Guggenbühl le propone escribir una serie de textos autobiográficos para su revista, pero no quiere publicar la novela porque le parece que «no tiene intensificación ni verdadera conclusión. En otras palabras: la novela da una impresión de impotencia».
Las primeras opiniones desencadenan en Glauser una furia correctora sin parangón. Mientras la novela aún sigue circulando por las mesas de los editores, Glauser tacha, mueve párrafos, modifica otros. Las correcciones llegarán a alcanzar el 70% del texto. Empieza, en paralelo, a escribir una de sus primeras novelas policiacas. En 1937 le comunican que la revista ABC está dispuesta a publicar Gourrama por entregas, pero que eso requiere acortar su extensión en no menos de 70 páginas. Aunque para entonces ha escrito ya cuatro novelas policíacas, no quiere publicarlas porque sabe que eso lo clasificará como autor de quiosco, cuando él quiere ser un autor literario, pero, harto de un proceso que, entretanto, se ha llevado ya casi diez años, un año antes de morir publica dos de las novelas policíacas y acepta las condiciones de la revista, aunque ruega al editor que el texto se publique también cuanto antes en formato libro.
Empieza entonces un último proceso de corrección, del que queremos dar cuenta para explicar la edición que el lector tiene entre sus manos, que sigue la publicada en 1997 por la editorial Limmat de Zürich. Conforme explica la nota editorial, durante el verano de 1937, Glauser y el editor Josef Halperin comienzan a trabajar en el recorte de la novela, lo que da como resultado un manuscrito lleno de marcas de colores y tachaduras que ha dado que hacer a los filólogos, obligados a establecer mediante conjeturas razonables qué marcas son de mano del propio Glauser y cuáles del editor o de terceras manos. Hay constancia por referencias cruzadas (cartas, por ejemplo), de que en el curso del proceso de recortes desapareció íntegro el capítulo “El pequeño Schneider”, que Glauser quería que se publicara en el formato libro y que, atendiendo a esa voluntad, está completo en la presente edición.
De la misma manera, hay constancia de que Glauser estaba dispuesto a sacrificar un largo diálogo (y más cosas) sobre la homosexualidad entre los legionarios Todd y Schilasky, en el capítulo VII. De las cartas conservadas queda claro que el motivo de la supresión no era otro que el temor del autor a las reacciones de los lectores. “No olvide que estamos en Suiza”, escribía a su editor en junio de 1937, “no hace falta que le diga cómo reaccionan los suizos a la homosexualidad”. La carta sirve hoy como prueba de que Glauser no quería cortar ese pasaje por motivos literarios, y por tanto se ha mantenido en la edición que tienen entre sus manos.
A partir del capítulo XII se añade una nueva dificultad: según los testimonios, Glauser y Halperin habían llegado a ese punto de la corrección cuando hubo discrepancias personales entre ellos que llevaron a la interrupción del trabajo conjunto, definitivamente cancelado por la muerte de Glauser el año siguiente. Por tanto, los filólogos parten de la base de que las correcciones, añadidos y supresiones de la parte final corresponden a Halperin. En concreto el capítulo XII incluía un pasaje onírico acerca del cual ha podido acreditarse la voluntad de Glauser de eliminarlo, y por tanto no está en esta edición.
Pero la mala suerte (o el destino) parecen perseguir a Gourrama. Cuando la publicación del texto iba por el capítulo XIV, la revista ABC desaparece. Por consiguiente, cuando Glauser muere repentinamente (en pleno proceso de nueva corrección, en la que le ayuda su prometida), no hay ni una edición establecida, ni completa ni incompleta. Tan solo el fragmento publicado y un maremágnum de papeles, resultado del trabajo común de Glauser y Halperin, iniciado en el verano de 1937 y jamás terminado con una versión que pueda calificarse de autorizada por su autor.
Los filólogos han logrado identificar el hecho de que el manuscrito conservado está escrito con tres máquinas de escribir distintas, y han logrado discernir qué tachaduras hizo directamente Glauser y cuáles -y qué transiciones entre párrafos después de las tachaduras- son obra de Halperin, pero es imposible saber si Halperin se extralimitó o si tenía motivos suficientes para las intervenciones que llevó a cabo.
El resultado, por tanto, es una edición definitiva entre las muchas posibles, podemos afirmar que es tal vez la más coherente de las posibles. La edición alemana incluye más de cien páginas de tachaduras, modificaciones y textos alternativos, lo que da idea del alcance de las posibles dudas. Ya no será posible resolverlas.
Estamos por tanto ante una obra póstuma, pero es importante que el lector recuerde que fue la primera de su autor, porque Gourrama contiene ya todo lo que es Glauser: autobiografía, la visión descarnada de un mundo implacable en sus desafectos, la preocupación por los marginados; pero, sobre todo, lo que hace que Glauser sea Glauser: el foco en las personas, por encima de la propia narración, muy por encima de los acontecimientos.
Si nos preguntaran de qué trata Gourrama, habría dos respuestas posibles: una es que trata de la vida de un puesto de la Legión francesa en los años 20 del siglo pasado, en medio del Atlas; la otra, la daremos en palabras de Glauser: «de las personas y su lucha con el destino»[1].
Glauser hacía esta afirmación cuando criticaba, al hablar de la novela policiaca, que esta renunciara a lo que él consideraba lo más importante en una novela, la descripción de las personas y su lucha con el destino. Y de esto, y nada más, trata Gourrama: a lo largo de sus casi 300 páginas, asistimos a un desfile de personajes que nos van exponiendo sus motivaciones, no solo las que han tenido para ir a parar a un lugar perdido en el norte de África, sino las que tienen para vivir. Entre ellos los hay muy variopintos: poetas fracasados, ultraderechistas que siguen en la Legión su vida de mercenarios, transexuales que huyen de la sociedad. Alemanes, rusos, austriacos, húngaros… El microcosmos de la Legión, donde a nadie se le pregunta su origen, es el escenario perfecto para desarrollar una historia de pasiones humanas.
Gourrama es la antítesis de Beau Geste: si allí el heroísmo era la línea de fuga del texto, aquí lo es el hastío, la corruptela, pero también la amistad y la necesidad de amor. Si allí había buenos y malos, aquí las fronteras se diluyen, y a veces los oficiales son insólitamente humanos y otras los soldados terriblemente crueles.
Sin embargo, como un hilo de fuego a través del texto, lo que brilla es la pasión de Glauser por los marginados. Es difícil no sentir emoción cuando algunos de ellos relatan sus historias inventadas o reales, difícil no sentir indignación en algunos pasajes, difícil no sentir compasión en otros. Entre líneas se ve sufrir al hombre sufriente que fue Glauser, se advierte la crudeza con la que no se engaña en presencia del mundo en el que vive, pero se ve también cómo nunca renuncia a la esperanza puesta en la humanidad.
Es complicado hablar de un libro que aún no se ha leído intentando no desvelar nada, y por eso estas líneas tienen que detenerse aquí, a la entrada del puesto de Gourrama, de su edificio de administración, su enfermería y su convento. Les invito a pasar. Traten ustedes de que no se les vea. No les será difícil, entre la abigarrada población árabe. Escuchen en silencio. No saldrán iguales a como eran cuando entraron, tras haber visitado las profundidades de la humanidad.
[1] F. Glauser, Carta abierta sobre el decálogo de la novela policíaca. 25 de marzo de 1937. Traducción de Jorge Seca.
Gourrama. Friedrich Glauser. Ginger Ape Books & Film. Traducción y prólogo, Carlos Fortea. Madrid, 2020
EL AUTOR
CARLOS FORTEA (Madrid, 1963) es, además de escritor, profesor en la Universidad Complutense de Madrid y lo ha sido de la de Salamanca. Es, así mismo, traductor literario con una labor de más de cien títulos, entre los que se cuentan obras de Thomas Bernhard, Günter Grass, Stefan Zweig, Alfred Döblin, E.T.A. Hoffmann y Eduard von Keyserling. Es autor de las novelas juveniles Impresión bajo sospecha (Anaya, 2009), El diablo en Madrid (Anaya, 2012) y El comendador de las sombras (Edebé, 2013), y de las novelas para público adulto Los jugadores (Nocturna, 2015), finalista del Premio Espartaco de la Semana Negra de Gijón, y El mal y el tiempo (Nocturna, 2017). Es vocal de Relaciones Institucionales de ACE.