‘Vallesordo’ o el portentoso encanto de una voz

Jonathan Arribas (Zamora, 1997) debuta en la novela con un texto que atrapa ya solo por la voz narrativa, un niño de quinto de Primaria, y por la creación de un espacio literario, que da al título de la obra, cargado de magnetismo.
© JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS

Cuando hace poco tiempo quedé fascinado por una novela escrita por una joven española de unos 25 años titulada Panza de burro, imaginé, como muchos otros, que esa manera de contar y esos personajes, tan jovencísimos que aún ni eran jóvenes, acarrearía otros libros de ese tenor. Lo brillante es lo que tiene, que atrae.

Es la primera novela de Arribas

Ese llamar la atención propio de alguna literatura merece tener replicantes. La novela de Andrea Abreu estaba en mi cabeza a medida que leía las primeras páginas del excelente debut literario de alguien de su edad (poco más o menos): el también español Jonathan Arribas. Ahora que me dispongo a escribir sobre esa pequeña maravilla enorme que es Vallesordo, sólo puedo comenzar preguntando: ¿Y qué? ¿Qué importa que Vallesordo tenga alguna concomitancia con aquella otra destreza que era Panza de burro? A mí me da igual, y, por supuesto, no me parece desdoro alguno para la novela de Arribas. No lo es.

Aun así, habrá quien diga que es esta otra novela con niños que cuentan sus anodinas vidas. Podrán decir o escribir tal cosa porque no han sido capaces de apreciar el inusitado interés que en realidad despierta la escritura de Arribas (como hacía la de Abreu) cuando aparenta contar algo tan simple como las complejas vidas infantiles descubiertas desde las ganas de contar de niños y niñas repletos de todo eso tan inefable que solamente el arte, en este caso el arte literario, es capaz de convertir en estremecimiento, en conmovedora intriga.

Jonathan Arribas pareciera escribir, por lo poco que uno sabe de él, sobre sí mismo, y también eso podría dar lugar a plantear como crítica, o más bien como queja, eso de ¿ydequévaaescribirapartirdeahora? Evidentemente, no se puede considerar como crítica semejante consideración.

¿Qué más da? Disfrutemos la notable aportación que es su primera novela, a la que la palabra fresca no es capaz de calificar por completo. Tampoco vitalista. Ni enternecedora. Además, Arribas siempre podría seguir escribiendo sobre sí mismo. Si es que lo ha hecho en este debut tenso y tremendo. Tremendamente tenso. Demasiado curarme en salud antes de hablar/escribir, brevemente, de Vallesordo. Lo sé. Pero he preferido poner los puntos sobre las íes para de inmediato explicar por qué me ha resultado tan grata su lectura. Grata y reconstituyente.

El propio hablarnos del narrador tiene un encanto literario portentoso.

«Miré a mis amigos a ver qué cara tenían y parecía que les había gustado. No era la primera vez que veían Fama conmigo, y cuando una coreo no les gustaba, enseguida sacaban el móvil y se ponían pikipikipikipiki con los dedos. Izan y Telma tenían móvil porque se lo habían regalado en la comunión, pero yo, como abuela era antiDios, me quedé sin comunión y sin móvil».

Sí, el programa televisivo de hace unas décadas Fama, ¡a bailar! ocupa un ámbito fenomenal en la novela de Arribas. Lo ocupa y acaba siendo medular en lo que se nos cuenta.

«Algunos días, antes de cenar, cuando mi madre estaba en la residencia, mi padre cosechando, y abuela en casa de tía Justi, no había nadie en casa, solo la Yesi y yo. Era la mejor hora, porque ya no calentaba el sol como por la tarde, pero todavía quedaba algo de luz, se veía bien. Además, el aire corría un poco, se notaba brisa, y el cielo se ponía de color bonito, medio naranja, medio rosa, y yo miraba el cielo, con la luna ahí arriba, y me entraban unas ganas de bailar más grandes que una galaxia entera».

Jonathan

Arribas nació en Zamora y vive allí.

Ganas de bailar. Más grandes que una galaxia entera. El narrador, nuestro protagonista, se gasta pocas licencias poéticas como esa, porque ya su propio hablarnos (hablarle a quien le está contando aquel verano suyo de quinto de Primaria) tiene un encanto literario portentoso. La gracia de la sabiduría popular es un elemento esencial en la novela. Recuerdo una conversación entre dos de sus personajes primordiales, la abuela del protagonista y su amiga tía Justi. Una conversación sobre «los Jehovás». Una conversación que culmina tal que así:

«Y que no volvieran a mí con dioses ni con diosas. ¿Religiones a mí, Justi? Si tengo aquí la verdadera y no creo».

El protagonista y narrador de Vallesordo es el niño Nicolás Pérez Rincón, Nico. Él y su voz de escritor enredada en la propia voz de escritor de un arrebatador Jonathan Arribas, creador de un lugar (el muy rural pueblo, inventado, de Vallesordo, cercano a la ciudad de Zamora) y unos personajes admirables en su existencia literaria por encima y por debajo, dentro y fuera de los sueños, el dolor, el conocimiento y la triste verdad de lo cotidiano.

«Tardó un rato la tristeza hasta que se me pasó. […] No me gusta cuando me hablan y no me miran a los ojos, parece que no existes o algo. […] Podía ver «Fama» y bailar bumbumplac, cadera, cadera, melenazo, y hacer una coreo con mucho poder en los ojos y hala…».

Cuando el verano de quinto es el más importante de tu vida y vas y lo cuentas: leer Vallesordo no es leer cualquier cosa. Leer Vallesordo es leer una novela. Una novela de las (muy) buenas. Escribo emocionado todo esto.

«Allí estábamos mi amigo y yo tumbados, mirando el cielo, que estaba negro negro, y se veían las estrellas, las luces rojas de los aviones, el planeta verde y la osa mayor. No había mucho aire y la luna era una ce blanca, como la luna del niño que pesca al principio de las pelis».

Y bumbumplac.

 

Vallesordo, Jonathan Arribas, Libros del Asteroide, enero de 2025, 216 pp, 18,95 euros.


 

EL AUTOR

JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS (Madrid, 1963) es licenciado en Filosofía y Letras, editor, historiador y escritor. Entre sus obras, destacan El franquismo (2013), ¿Qué eres, España? (2017), La música (pop) y nosotros (2021), todas ellas publicadas en Sílex Ediciones, como su último conjunto de relatos musicales, Carry That Weight (2024), que siguió a su novela Serás mi tumba. Es autor del blog cultural Insurrección, que actualiza cada día.