Eva Losada Casanova reúne en El último cuento triste (Ediciones Huso) una colección de relatos que no evitan el lado más triste de la vida, haciendo alarde de las dotes narrativas que lleva demostrando en los últimos años. tanto en el género breve como en novelas de más largo aliento.
© JUAN ÁNGEL JURISTO
Hay un hálito muy lejano pero reconocible de ciertos planteamientos postrománticos en la narrativa de Eva Losada Casanova (Madrid, 1967), desde luego En el lado sombrío del jardín, en cuya atmósfera onírica, que tiene mucho de Poe y de ese lado no menos inquietante de Henry James y ambientada en Sintra, una querencia por Portugal presente en algunas narraciones suyas y que dará lugar a uno de los más bellos cuentos de su último libro, El último cuento triste, “Ophelia o el sueño del poeta”; desde luego en El sol de las contradicciones, su segunda novela, galardonada con el XVIII Premio Fernando Quiñones de Narrativa, donde esa inquietud se traslada a un ámbito muy querido por la autora, aquel que comprende la constatación de que el pasado nos aproxima siempre a un dolor que tenemos que resolver so pena de perseguirnos de por vida: así, la violencia del recuerdo en que se sume Mar Zheirman, una galerista y escultora menorquina, cuando recibe una llamada del hospital donde su expareja, Álvaro Berni, está en coma después de haber sido agredido en la cárcel.
El pasado, entonces, aflora riguroso, cruel, desde que diez años antes, Berni la abandonara y tuviera que ocuparse del hijo de éste, Mateo. En la novela resalta la habilidad de la autora para describir el ambiente de los ochenta, habilidad que se traslada en Moriré antes que las flores a otros ambientes, Argelès-sur-Mer, el París de los cuarenta, el Londres de los cincuenta, la sierra del Guadarrama, y, como en sus anteriores novelas, el impacto súbito del recuerdo, feliz artificio proustiano, a la vista del caserón segoviano desde donde se domina el Guadarrama y donde la joven escritora Livia aprende del dolor, de ese poso ambiguo que nos deja el relato de nuestro pasado y que no siempre coincide con el que suponemos el real.
Losada piensa que un buen relato será siempre un relato triste porque la vida es triste.
La complejidad de esta narración exigía una nueva ordenación de los materiales obsesivos con los que trabaja Eva Losada: en este libro de relatos que acaba de publicarse, El último cuento triste, la autora despliega de nuevo esas obsesiones pero dotándolas de una economía de medios notable.
Eva Losada pertenece a esa estela de escritores que, como Augusto Monterroso no se arruga ante la melancolía, como demostró de una manera rotunda en aquella Antología del cuento triste, en colaboración con Barbara Jacobs, y donde incluyó “Bartleby, el escribiente”, de Hermann Melville; “Miss Zilphya Grant”, de William Faulkner; “Tan triste como ella”, de Juan Carlos Onetti o «¡Adiós, Cordera!», de Clarín. Así, Losada piensa que un buen relato será siempre un relato triste porque la vida es triste y un buen relato condensa de alguna manera un trozo de vida.
El volumen consta de dieciséis cuentos de variada factura, como titulado “La presa”, donde asistimos al entierro de la abuela y, de paso, su secreto, el día en que la presa se llevó la vida de su marido y con él su recuerdo: “No la conocí feliz, pero tampoco se lamentaba de existir. Nunca lloraba, nunca pedía nada. Tardé años en saber quién era”. O el relato llamado “Cien veces”, donde una adolescente, Karim, mira a través de una ventana cómo crece día tras día un muro: “Dos veces al mes, una hilera de uniformes verdes, como arbustos bañados en cemento, escoltan a las grúas por el pueblo. A veces no se sabe quién es hombre y quién arbusto”.
La autora constata que el pasado nos conduce a un dolor que debemos resolver.
También brilla a gran altura “La casa de cartón”, en el que se expresa la dádiva de un mendigo: “Rebuscó entre la basura del carro, apartó la tela blanca de su brazo e introdujo la mano entre el cartón echando a un lado algunas bolsas de plástico y algo de ropa. De entre todas las cajas y plásticos sacó un táper, limpio, de tapa roja. Me lo aproximó extendiendo su brazo, sonaron las conchas, me hizo un gesto galante, de otro tiempo, y su túnica se marchó”.
De tan variada factura como el que va desde “La cámara blanca”, donde se da cuenta de la manipulación de las emociones a través de la maquina a “Ophelia o «El sueño del poeta”, donde se recrea la relación del amor de Fernando Pessoa, Ophelia, con sus heterónimos y su desconsuelo al saber que lo quiso perder: “Hoy, setenta años más tarde, setenta años mal vividos, tengo en mi regazo algunos libros que el soñó y gritó”. Digno final triste de un libro de cuentos tan tristes como la vida… y magníficamente contados.
El último cuento triste. Eva Losada Casanova, Ediciones Huso. Madrid, 2022. 114 pp.
EL AUTOR
JUAN ÁNGEL JURISTO. Escritor, crítico y periodista, nació en Madrid en 1951. Estudia filología española en la Universidad Complutense. Ha colaborado, entre otros medios, en El País, dirigido la revista literaria El Urogallo y la sección de cultura en El Independiente y El Sol. Ha ejercido de crítico en La Esfera, del diario El Mundo. Más tarde se incorporó a La Razón y actualmente colabora en ABCD las Artes y las Letras. Ha colaborado en las más importantes revistas literarias y culturales españolas. Es autor de los ensayos Para que duela menos (1995) y Ni mirto ni laurel (1998). Es autor de tres novelas: Detrás del sol (2006), El hilo de las marionetas (2008) y Vida fingida (2012).