Ellacuría novelado

Fátima Frutos demuestra su versatilidad como narradora con el relato de este true crime basado en la terrible muerte de Ignacio Ellacuría y sus compañeros jesuitas. Con esta recreación, Frutos se hizo con el premio de Novela Albert Jovell.
© JESÚS CAMARERO

El asesinato de Ignacio Ellacuría y sus compañeros jesuitas en El Salvador en 1989 es el argumento de base para un nuevo relato alumbrado en una novela titulada La selva bajo mi piel, cuya autora es Fátima Frutos. El relato en cuestión se nutre de la base histórica y documental de aquel terrible suceso que conmocionó a nuestra sociedad, pero en este caso no se trata solo de unos hechos que sirven de inspiración a la imaginación poética de su autora, sino de una auténtica non fiction novel.

Una novela que toca con acierto varios registros y puede calificarse de «docuficción».

Así que el libro comienza al modo de una crónica periodística, a la que luego siguen unas cuantas más. Se trata de los reportajes que la periodista Libertad Arreguialter ego de la autora en varios niveles― envía a ETB desde El Salvador en la misma época del asesinato de Ellacuría, y constituyen toda una reconstrucción documental de los terribles acontecimientos producidos en aquel país. El modo como se narra todo ello en este registro podría aproximarse al género cinematográfico de la «docuficción», y está cargado de un tono social no poco subrayado, que encaja en el marco de la teología de la liberación americolatina.

Por otra parte, la novela no-ficción que sostiene todo el andamiaje de La selva bajo mi piel responde a una especial mecánica narrativa. Y es que en su juego interno se produce la autoimplicación del narrador en la realidad narrada, como formando parte de ella a pesar de ser una instancia funcional, inexistente por tanto en la realidad y solo vigente en la representación del juego narrativo. De este modo, en la novela se construye un renovado sistema de comunicación por el cual el lector asiste a una representación renovada o transformada, y en la que el narrador mantiene con la realidad una relación sorprendente.

La selva bajo mi piel es un libro a la vez terrible y grandioso.

Pero precisamente en este punto es donde confluyen la experiencia vital de la protagonista y los acontecimientos terribles que tan bien relata en sus reportajes. Se produce así una perfecta fusión entre los mundos del individuo y de la sociedad. Por eso hay en todo el texto, y sobre todo al final, un eco de la vivencia o de la experiencia vital, incluso una especie de testamento existencial que surge de la más profunda emocionalidad de Fátima Frutos.

Fátima Frutos.

A partir de aquí no resulta difícil entretejer los hilos de la auto-ficción, que conformarán el conjunto de la tela narrativa junto a la sólida estructura de la no-ficción. Tal es el caso de la descripción del amor, que discurre, en aquellas tierras lejanas y exóticas, entre los parámetros de la sensibilidad y la pasión desorbitada, o sea una especie de romanticismo exacerbado, llevado a su máximo nivel en algunas escenas de un erotismo casi candente.

Pero, incluso más allá de los registros narrativos de la no-ficción y de la autoficción, nos encontramos en La selva bajo mi piel con un texto que también podría ser calificado de «experimental». Por un lado, está compuesto dentro de una estructura de capítulos alternantes por la cual el lector compagina el relato de la no-ficción y todas las historias asociadas a la auto-ficción. Y por otro, para rizar el rizo, se recurre a la epanalepsis extensa, una figura retórica por la cual el final de un capítulo enlaza con el siguiente mediante la reiteración de algunas palabras independientemente de que se trate de dos capítulos de diferente género, según se trate de la no-ficción o de la auto-ficción.

Quizá por ello, en la parte final del libro, la nieta de la protagonista, al describir su proyecto de realizar una película (titulada Llámame Libertad) sobre las andanzas y desventuras de su abuela, señala que «cada momento de la película puede ser el final y la apertura de todo».

En la novela se construye un renovado sistema de comunicación.

Visto de lejos en la refiguración posterior del lector, el libro es el relato intenso de historias y personajes fugaces con un decorado tétrico de fondo, de modo que la felicidad llevada al límite se funde con la muerte en un paisaje de síntesis, descriptivo y veraz, del ser humano. La selva bajo mi piel es un libro a la vez terrible y grandioso, lleno de muerte y de vida, de odio y amor, trufado de comprensión y emocionalidad, hasta el punto en que la frontera entre realidad y ficción desaparece.

 

La selva bajo mi piel, Fátima Frutos, Premio de Novela Albert Jovell, Almuzara, Sevilla, 2021.


EL AUTOR

JESÚS CAMARERO (Guipúzcoa, 1958) es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Valladolid, y profesor de Filología Francesa en la Universidad del País Vasco. Ha sido docente de Crítica literaria, Literatura comparada y Literatura francesa.

Ha escrito obras de distintos géneros como narrativa, ensayo, poesía, crítica literaria y guion cinematográfico entre las que destacan ensayos como El escritor total (1996), Metaliteratura (2004) o Cosmópolis o ética de la ciudad utópica (2006).