Antonio Leyva, poeta y galerista, en el trono del tiempo

En la muerte de Antonio Leyva, poeta, galerista y amante de la todas las manifestaciones artíticas y literarias, recogemos la semblanza emocionada e intensa de la escritora y catedrática de la Universidad Complutense Fanny Rubio.
© FANNY RUBIO

El pasado 30 de enero nos dejó el escritor Antonio Leyva (Madrid, 1934 -Madrid, 2024) a poco de cumplir los noventa años y que, pese a su veteranía, se mantenía en plena producción. Miembro de ACE entre otras asociaciones de críticos de arte e importante galerista denunció sucesivamente la caída del número de expositores de arte y el desdén por la cultura moderna y crítica que él animó y en la que  resistió  acompañado por  sus compañeros y discípulos tras  haber  publicado  su primer  libro con apenas dieciocho años. Creador intenso desde su paso por la Universidad en los remotos años cincuenta del siglo  XX, tiempo en que sacó adelante la revista de poesía Trilce, trabajó de manera incansable desde entonces. La mañana de su silencio los íntimos se extrañaron de no tener noticia  de Antonio Leyva a través de un nuevo libro, una entrevista, una presentación de arte, una simple llamada amistosa con la que daba a sus seres más cercanos su razón de vivir. Es un vacío el que deja que me hace recordar el poema de Antonio Machado, a quien tanto admiró,  dedicado a Giner de Los Ríos:

“Como se fue el maestro, la luz de esta mañana me dijo: Van tres días
que mi hermano Francisco no trabaja.
¿Murió?… Sólo sabemos
que se nos fue por una senda clara, diciéndonos: Hacedme
un duelo de labores y esperanzas. “

Antonio Leyva en la casa de Antonio Machado en Segovia en el 20º aniversario de su muerte en el exilio. 1959. Foto: colección de la familia Castro Jiménez.

Poeta desde que era estudiante y director, con José Antonio Suárez de Puga, ambos miembros de la “generación del 51”, de una experiencia hija del postismo, la revista Trilce, de obvias resonancias vallejianas ( a César Vallejo le será dedicado el segundo número bien armonizado con la línea de aquellos poetas incipientes entre los que sobresalía Leyva), éste mantuvo su doble inclinación por la Vanguardia, la modernidad y el compromiso antifranquista. Fue en 1952 cuando emprendió la andadura como director de la revista citada con el poeta Ángel Crespo, sumándose a esta andadura Gloria Fuertes, Gabriel Celaya, como poeta y traductor, o entre otros muchos su incondicional Antonio Fernandez Molina. Animado a publicar aneja a esta revista una colección de poesía, no hay que dudar en que  a partir de entonces crece su obra poética: El hombre solo, Las Arengas, Signos y contraseñas, Tratado de la inocencia, De las tentaciones, Odiseo Laertíada, Como si mi voz fuera un cuerpoen el paisaje de tu piel desdibujado, Ventanas cerradas cerraduras y Maqama para despertar al gallo del viento, son, entre otros, alguno de sus títulos, incluida una parte de volúmenes primorosamente ilustrados como el relaizado por Mercedes Gómez- Pablos.

Unido a a su papel de gestor de librerías y actos culturales, director de revistas contemporáneas como Crónica tres junto a Javier Villán y redactor de la legendaria Acento cultural, creó con el impulso de las empresas anteriores, incluídas galerías en distintos territorios, la emblemática Orfila, primero en elaño 1973 de la mano del inquieto experto audiovisual y poeta Julián Marcos y en los últimos años de su hijo Antonio Leyva Sanjuan, entre otras experiencias culturales y pictóricas ligadas a la resiliencia en la modernidad, la resistencia antifranquista de un cuarto de siglo y la conciencia crítico-creadora. Además de su fidelidad a la poesía, mostrada a lo largo de la publicación de una decena de obras y un puñado de empresas culturales, dedicó exposiciones como la inaugural al pintor Laxeiro, al que siguieron Juan Barjola, Álvaro Delgado, Alberto Sánchez, Maruja Mallo, Manuel Viola o Juan Manuel Díaz-Caneja entre otros míticos creadores españoles, sin contar sus apuestas por pintores extranjeros y su colección de monografías Los Contemporáneos. Fue el pionero de la primera Feria de arte realizada en España en 1978, Expoart, y hasta casi ayer mismo recibía en su despacho de Orfila, hoy defendida por su hijo Leyva Sanjuán, reuniendo ambos centenares de exposiciones de autores consagrados, ligadas a la presencia de otros tantos pintores y escultores de gran interés.

En los últimos tiempos combatió con su serenidad e ironía habituales la crisis de las galerías y del mismo  soporte cultural del libro:”»Una situación terrible -afirmó en una entrevista-. En las décadas de los años 70 y 80 llegó a haber en Madrid algo más de 200 galerías. Hoy quedan 30 o 40. Mientras que teóricamente el nivel de vida ha subido y la población ha aumentado, el arte ha ido hacia abajo. Pasa lo mismo con el sector del libro”. De su receta como resistente destaca la sobria intención de “tener complicidad con los artistas y no ambicionar nunca nada”.

Uno de sus últimos libros, Maqama para despertar el gallo del viento, consigue apropiarse de su memoria literaria del siglo XX.En estas páginas Leyva dio oportunidad a sus lectores para seguir de ayer a hoy sus entusiasmos por los maestros de la poesía y por sus compañeros de generación. Mira como normal que su colega y amigo Antonio Fernández Molina se suba en Guadalajara a un tren con destino a Zaragoza para conocer al poeta aragonés Miguel Labordeta. Acaricie las revistas poéticas El pájaro de paja , de Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo, Federico Muelas, o Doña Endrina dirigida por el citado Fernández Molina “por obra y gracia –dice Leyva– de los 200 duros que el abuelo del artífice de la revista le había proporcionado para un traje”.

Seguimos en este libro sus huellas como admirador del grupo del 27 y sus canciones, de los pintores malditos de la época, de la música de Falla y de la revista Gallo de García Lorca. Nos invita a recorrer la historia íntima de los poetas y los artistas del siglo XX con anécdotas como la de José María Moreno Galván contándole a Pablo Serrano en el remoto 1966 lo difícil que había sido entrar en Baeza cuando por orden gubernativa fueron cortadas las carreteras el día en que se intentó poner en pedestal de piedra la briosa y taciturna cabeza que de Antonio Machado esculpiera Serrano. También nos habló el memorialista Leyva de las risas de Miguel Ríos, Enrique Morente y Carlos Cano contemporáneos suyos, pero también “de oídas” del brazo de Luis Buñuel sobre el hombro de PepÍn Bello…y así anédotas de José Caballero, José Renau, Pablo Neruda, Miguel Hernández, que –por cierto- no pudo regar las macetas de la casa del poeta Neruda porque a éste se le había olvidado dejarle la llave.

Volcado en el ensueño granadino de la mano de Mahmud Sobh, Antonio Leyrva crea un mosaico donde Lorca y Juan de Loxa se hermanan. Así, Maqama para despertar el gallo del viento, recorre con humor y fascinación el Campo del Príncipe y la Granada andalusí recordando verso a verso la tradición poética ancestral, las aguas medicinales y los buenos vinos de Trevélez: “La cerámica Fajalauza o los piononos de Santa Fe y las fiestas del Corpus que entoldan sus calles principales o las cuevas del Sacromonte y la Virgen de las Angustias, antes muerta que sencilla, el cadáver de más notoria designación de la cofradía de muertos que se concentró en el camino de Viznar a Alfacar junto a la Fuente de las Lágrimas, lugar este en el que para reconfortar sus pulmones con la lenta y salutífera respiración del agua transcurrió una parte de la infancia del relator cuando nada sabía de que allí había estado definitivamente resguardado de los sinsabores que le concediera la furia irracional de unos pocos de cuyos nombres y apellidos se había anotado en los libros de historia lo suficiente como en la memoria quedó la complicidad”…” y que contigo la resurrección de los muertos   esperan por si ocurre.”

Para cerrar su ciclo, Leyva ofrece una meditación en la que cabe, con las citas de maestros, amigos y colegas, la disertación crítica, como la que realiza a partir del verso de Rafael Alberti: “Qué cantan los poetas andaluces de ahora”:

“ Dime, Caballero Bonald, José Manuel, tú que en dos días de septiembre resumiste tu vida para contarla y que sabrás en pocas palabras decirlo, dímelo tú si el del ojo de gato no responde, postismo lírico gregorio priético chicharrótico De Ory Carlos Edmundo, soy del odio tenue abeja manada de algún duende nigromante, qué cantan si cantan y no pierden el tiempo, mirándose embelesados los unos a los otros, para admirarse de la tonta redondez de sus ombligos, los poetas andaluces de ahora”.

Antonio Leyva termina saludando con la misma racionalidad que comenzó advirtiendo que esta fiesta de la memoria artística se leyera con un solo ojo “porque si se hace con los dos se vería lo que no se quiere ver o que no es conveniente que se vea.” Incluye por orden alfabético para evitar suspicacias, los nombres que lo han acompañado a lo largo de los distintos pasos, incluyendo también la relación de excluidos (gesto vanguardista de ímpetu postista) y reitera alusiones a los nombrados, la toponimia frecuentada, junto a los recuerdos dilatados de los poetas, pintores y críticos de arte que admira mientras el fiel coro de la amistad sigue brindando por el humilde maestro que miró el siglo XX desde el trono del tiempo.


LA AUTORA

FANNY RUBIO es Catedrática de Literatura en la Universidad Complutense de Madrid, después de haber ejercido como docente en la Universidad de Granada y haber sido Maitre de Conference en la Universidad de Fez y Directora del Instituto Cervantes de Roma. POESIA PUBLICADA: Acribillado amor, en VV.AA, Poemas, Madrid, Premio de poesía de la Universidad Complutense, 1970; Retracciones, Madrid. Ediciones Endymion, 1979, Reverso, en Maillot Amarillo; 1988; Retracciones y Reverso en Endymion 1989 Dresde, Madrid, Ediciones Devenir, 1990; En Re Menor, Málaga, Colección Tediría, 1990. Madrid, Trotta, 2015. 25poemas, Fundación Málaga, 2017. CUENTO: A Madrid por capricho, Madrid, Libros del Tren, 1988. Fuegos de invierno bajo los puentes de Madrid, (Madrid, El tercer nombre, 2006).