El último trabajo de Selena Millares, Lámpara de madrugada (El sastre de Apollinaire, 2022), nos demuestra que, por suerte, la poesía está muy viva. Y que la celebración de la vida pasa por situar al amor en el centro de ese universo.
© JOSÉ ANTONIO SANTANO
Escribe el filósofo Ramón Andrés en su Diccionario de música, mitología, magia y religión que «Hildegarda de Bingen contempló en una de las visiones del Scivias auténticos coros angélicos ángeles llenos de ojos y dotados de alas». Así que esta santa abadesa benedictina, además de escritora, filósofa, compositora, médica, mística y profetisa medieval se adentró en las profundidades de lo desconocido y misterioso, así también sucede en la poesía. Crear nuevos mundos a partir de los ya existentes es la razón de ser de la palabra poética.
El alambique de la poesía necesita de una destilación lenta, que mezcle obligatoriamente conocimiento, experiencia y emoción para trascender el lenguaje de lo cotidiano en algo bello, angelical tal vez. No hay mejor poeta que el que entiende y vive en plenitud la palabra, aquel que contempla serenamente el universo y medita las respuestas que le ofrece; nadie mejor que el poeta para convertir el “yo” en un “tú” o en un “nosotros”, hacerse otredad abierto el corazón de par en par. Esta es la poesía que vivirá siempre, muy a pesar de sus detractores, esos que pretenden amordazarla, cuando no matarla.
Un claro ejemplo de que la poesía está viva nos llega con la última entrega de la poeta canaria Selena Millares (Las Palmas, 1963), Lámpara de madruga. Con este poemario Selena Millares explora el imaginario, su propio imaginario, de tal manera que es un continuo goce sentir su palabra como si de las alas de un ángel se tratara, como un canto de cigarras y grillos que nos recuerdan a Unamuno; al gran Leopoldo María Panero en este verso: «sus canciones hablan de ángeles y cosas» o bien a su paisana Olvido García Valdés en estos: «déjate, dice, reposar sobre la pelvis, cuenco de / huesos, alas arrancadas del temblor…».
Millares nos convoca para recorrer la mar de sus sueños y silencios.
Millares anuncia así un discurso poético que se abisma en el más profundo de los silencios que no es sino música, celebración de la vida. En esa celebración, el amor es el centro de su universo, constituido estructuralmente en la primera parte “Ángeles y cosas”. Todos los ángeles del amor posibles, “de la página blanca”: «y solo esa luz de la página blanca / para alentar la noche»; “del vino”: «bébeme amor al fondo de esta copa de vino negro / o rojo o rubí, en el fondo de esta copa te miro y te espero / para bañar tu corazón de noche tu corazón de luz»; “del violín” que suena en la calle Arenal; “río Tíber” o canto de amor eterno: «agua de estos labios que nunca y que siempre / agua de soledumbre en esta noche velera / agua cuando te vas y agua cuando regresas»; de amor machadiano en “Alma y poeta”: «Todavía, sí, este sol y estos días azules / de la infancia y su luz nacarada, / todavía tus versos después de tanto tiempo…».
O “ de los niños” descalzos de Gaza: «para ejemplo de pequeños asesinos venideros: / para que sepan, para que no se olviden / que la palabra futuro se escribe con sangre»; “de los charcos” en una bella canción de amor: «Si fuera luz te besara / si sombra, te amaneciera»; “del agua” en tres heridas hernandianas: «agua que roba la luna, luna que nube en tu sombra / lámpara de madrugada, entre tu sombra y mis manos»; “ángeles diminutos” que es dolor y olvido o “de la habitación 611”, de tan bella elegía al padre: «En medio de esta niebla, de este hueco, de este abismo / dime ahora cómo hallarte si no es escarbando / en la sangre o adentro de mis huesos (…) y ahora sólo dime qué hago con este hueco, con este vacío / y con esas dos sílabas, papá, que tanto queman en la garganta / porque ya no podré decírselas a nadie jamás».
En la segunde parte “A contraolvido”, se hará la voz más dolorosa, también más solidaria al abandonar el “yo” por el “nosotros”, por la otredad que se manifiesta y late continuadamente tras lo vivido y sentido. Selena Millares construye así un universo en el cual la palabra se rebela contra el olvido y arremete contra él, porque sea luz de esperanza: «Ave varada que nombra primaveras / porque la muerte también tiene su sol / y su mañana, allí donde se tocan / la palabra nunca / y la palabra / aún».
Su obra como claro ejemplo de que la poesía está viva.
Sentir al otro, vivir en el otro es ahora lo que importa. Mirará la poeta a las playas dolientes de Lampedusa o ese loco desconocido refugiado en cualquier zaguán de la ciudad: «Y llega la noche y ya no estás / pero siguen tus manos, tus ojos / interrogando a la calle, a la noche / al desamparo que esconde / tu secreta dulcedumbre».
En “Isla del silencio”, Millares nos convoca para recorrer la mar de sus sueños y silencios, el paisaje marino del lenguaje que fluye y se orilla en las playas y vuela como ave o naufraga como un buque. Memoria y tiempo se funden en un mismo espacio, en la isla que no es sino su particular Ítaca: «Vestida de arrecifes / la rondan los pescadores / y las gaviotas». Pero en su isla sólo el silencio brama y se repite como un eco que no cesa: «Se prohíbe llorar: / en este desierto / no hay lágrimas, ni sangre, ni rocío / La paz tiene su precio».
La palabra se rebela contra el olvido y arremete contra él.
Mantiene Selena Millares, en las dos últimas partes del poemario, “Urbana” y “Ofrendas”, un creciente diálogo interior con las muchas soledades del hombre o el silencio que brama tras una esquina cualquiera de la ciudad, tal vez una noticia sobre la intolerante actitud de un presidente, en el poema “Zapatos”: «Y sobre todo, los que abrieron el siglo XXI / para gritarle perro al innombrable / por las viudas y los huérfanos de la guerra de Irak, / de todas las guerras: / salve, Al-Zaidi, que nos redimes».
De “Ofrendas” destaca el poema elegíaco “Evocación”, en el cual Millares vuelve al esplendor de la palabra, a “los días azules de la infancia” junto a un familiar muy querido, quizá la abuela, con ella dialoga, y con ella regresa al edén, y en la palabra, nuevamente, la luz que no oscurece: «Y contigo regresan los sabores de infancia (…) te dibujo, te sueño con esta mano / que escribe, / que te escribe, que te llama / mientras te miro, tan dulce, tan lejana».
En su celebración de la vida, el amor es el centro de su universo.
Es, Selena Millares, “El pájaro lágrima”, ese pájaro sangre, ese pájaro vida, pura emoción en su voz azulada, pájaro «que va contra corriente, / el que huye de la noche / y de su melancolía, el que sólo quiere / caer y caer y ser el pájaro flor / para la madre tierra». Un poemario, Lámpara de madrugada y una poeta, Selena Millares.
Lámpara de madrugada, Selena Millares, El sastre de Apollinaire, Madrid, 2022, 82 pp.
EL AUTOR
JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957) cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de veinte libros, entre los que destacan Profecía de Otoño; Exilio en Caridemo; Suerte de alquimia o Tiempo gris de cosmos, todos ellos galardonados con prestigiosos premios.
Santano es cofundador de Humanismo Solidario.