DESAJUSTES AMBIENTALES o lo último de José Ovejero

José Ovejero salta de Galaxia Gutenberg a la editorial de relatos Páginas de Espuma para ofrecer una colección de historias breves en las que se combina con inusual fluidez la dimensión íntima y personal con la mirada y la preocupación social, global. Una colección de cuentos de extrema coherencia temática en un autor, según el reseñista, libre de los vicios de la generación anterior.
© JUAN ÁNGEL JURISTO

En un relato titulado “Todo lo que nos sucede alrededor nos sucede a nosotros”, perteneciente a Mientras estamos muertos, que en cierta manera resume gran parte del planteamiento de este libro, alguien atropella a un niño y se da a la fuga. Leemos: “Yo sencillamente seguí conduciendo y no me desvié hasta entrar en León, ni siquiera me detuve cuando me quedé sin cigarrillos, seguí y seguí, hasta llegar a Finisterre sin parar ni a mear, ni a comer y hoy no sabría decir en qué pensaba, si pensaba…”.

En otro cuento del volumen, “Maneras de empezar una historia”, se nos da cuenta de la fragmentación casi obligada con que vivimos el mundo:

“Todos los perros que hemos tenido en mi familia acababan por volverse locos. Esta es una manera de empezar la historia.

Mi abuela se dejó morir para vengarse de mi padre. Esta sería otra forma de empezar, y no sé cuál es la mejor.

En realidad, las dos historias son la misma.

En realidad, se trata de dos historias que no tienen nada que ver una con otra.

Uno de los escasos escritores españoles de su generación que integra la identidad social tanto en sus novelas, como en sus volúmenes de relatos, en sus poemas como en su teatro o en sus ensayos, es José Ovejero (Madrid, 1958). Representa un caso raro en un panorama literario tendente a indagar en una subjetividad que se quiere más compleja y menos adocenada por alejarse del realismo chato y de la mirada expresionista, que se resolvía en la farsa, de la generación anterior.

Mientras estamos muertos se muestra, así, como una sucesión de fragmentos cuya extrema coherencia.

Y quizá esa falta de acotación de la obra de Ovejero, tanto la dimensión social como la individual, son convenciones que no conviene olvidar, le venga de que gran parte de su educación intelectual se debe al contraste entre lo aprendido en su juventud en su propio país y, luego, de los planteamientos culturales de fuera de nuestras fronteras, primero en Alemania y, más tarde, en Bruselas y los Estados Unidos, lo que le ha permitido por fuerza cierta obligada mirada distante que se traduce por un lado en una ampliación de la conciencia crítica mientras que, por otro, se pierde pie en le milieu literario de su pais, lo que a veces es una bendición.

Así, por ejemplo, el no haber incurrido en algunos vicios de esa literatura que se llamó en su día “nueva narrativa española” y que, surgida en el decenio socialista de Felipe González, incorporó ciertos elementos de la posmodernidad necesarios para la necesaria renovación de nuestro panorama literario pero que, a la vez, olvidó esos enraizamientos obligados de la generación anterior tachándolos de obsoletos. El resultado fue la marginación de ciertas voces, como la de Rafael Chirbes, hasta que, estábamos ya en otra etapa histórica, le sonó la flauta con Crematorio, donde daba cuenta de la corrupción inmobiliaria y su conexión con las instituciones públicas.

La obra de Ovejero no incide en la dimensión social, sencillamente la tiene en cuenta porque somos animales sociales, y la tiene en cuenta aquilatándola en su justa dimensión, lo que forma un raro equilibrio que es lo que hace que su escritura posea cierta fascinación porque el lector asiste, así, a una mirada integradora, aunque sea fragmentaria, entre la conciencia individual y la social, lo que le lleva a experimentar cierta armonía que parecía ya olvidada en esa sucesión de expresiones, las más de las veces próximas al solipsismo y que se asemejaban más de lo que daban a entender sus planteamientos iniciales: en el fondo se trata de la persistencia de cierto aire de su tiempo que le acontece a todas las generaciones y de la que dio cuenta Proust revisando viejas fotografías.

La obra de Ovejero incide tiene en cuenta la dimensión social porque somos animales sociales.

Mientras estamos muertos se muestra, así, como una sucesión de fragmentos cuya extrema coherencia de unicidad se expresa al final de su lectura, desde “Maneras de empezar una historia”, que nos imbuye en un ambiente urbano de barriada, precedido de “Matar a un perro”, de clara atmósfera rural, a los dos últimos relatos, dos maneras distintas de enterrar al padre, pasando por “Yo brindé por champán el día que enterraron a Carrero Blanco”, “Breve historia de mi ascensión social” o “Unas botas de trescientos cincuenta pavos”. Vale hablar de biografía fragmentada y que muchos tomarán como relatos de autoficción, que en realidad no lo son, pero en este contexto poco importa que lo sean o no pues el acento no está puesto precisamente en ese punto, sino en su imbricación social.

Esta manera de enfocar los relatos exige un equilibrio muy medido pues se tiene el peligro de cargar las tintas en lo sociológico, ya saben, que el autor, aquí, nos relate su educación sentimental de barriada. Felizmente, no es así. En Ovejero lo que hay en apariencia se resuelve luego en una apuesta de largos alcances. Así en este libro.

 

Mientras estamos muertos. José Ovejero. Páginas de Espuma. Madrid. 2022. 151 pp.


EL AUTOR

JUAN ÁNGEL JURISTO.  Escritor, crítico y periodista. Nació en Madrid en 1951. Estudia filología española en la Universidad Complutense. Ha colaborado, entre otros medios, en El País, dirigido la revista literaria El Urogallo y la sección de cultura en El Independiente y El Sol. Ha ejercido de crítico en La Esfera, del diario El Mundo. Más tarde se incorporó a La Razón y actualmente colabora en ABCD las Artes y las Letras. Ha colaborado en las más importantes revistas literarias y culturales españolas. Es autor de los ensayos Para que duela menos (1995) y Ni mirto ni laurel (1998). Es autor de tres novelas: Detrás del sol (2006), El hilo de las marionetas (2008) y Vida fingida (2012).