Lourdes Cacho Escudero: el tapiz de la memoria

La escritora riojana Lourdes Cacho Escudero vuelve, como ya hiciera en ‘No pongas coma detrás de los sujetos’, a su pueblo natal, Nalda, en un prodigioso ejercicio de literatura memorialística que dejará buen sabor de boca a quienes ya disfrutaron con aquel conjunto de narraciones breves.  
© CARLOS MARTÍNEZ SHAW

Como una dama de antaño, escoltada por dos guardias de corps bien plantados, Lourdes Cacho ha paseado su cesta de los recuerdos por su pueblo de Nalda, aunque recogiendo también sueños y vivencias de otros lugares más lejanos, como la Irlanda tantas veces pretendida pero sólo más recientemente abrazada o como la Dinamarca donde descubrió que  los cementerios son lugares donde se puede reír, aunque por ellos se paseen las sombras tristes de Hans Christian Andersen y de Sören Kierkegaard.

No hay por qué hacerlo, pero sería difícil definir qué género de libro tenemos entre las manos. Bernardo Atxaga ha señalado con buen tino los dos ríos por los que discurren las palabras de la autora: uno que es cristalino y cantarín y otro que corre por orillas melancólicas hasta hundirse en el mar de la elegía.

La vida de Nalda se desparrama por las páginas de este libro, espléndido y original.

La lista de la compra – Legados EdicionesPor su parte, Manuel Rico ha descubierto que la narración camina por las calles de Nalda pobladas de “numerosos fantasmas del pasado” y que al final del recorrido nos queda un “tapiz mágico”, donde lo pretérito se une a lo presente, donde los humildes caldereros venidos de tierras napolitanas dialogan con las figuras ilustres y trágicas de Federico García Lorca, de Antonio Machado o de Miguel Hernández y a veces con personajes más lejanos (como John Lennon o Nelson Mandela y, por supuesto, Florence Nightingale), donde la saga de abuelos, bisabuelos y tatarabuelos forman una enrevesada pero entrañable heráldica en la que el lector se pierde sin que ello le importe demasiado y donde, por poner un punto y final, una atmósfera de ensueño salpicada de memorias punzantes sosiega nuestro espíritu pero sin adormecerlo pues las sorpresas aguardan al volver de cada esquina.

En cualquier caso, hay algunas constantes en la remembranza que no dejan pensar en una neutralidad para dejar insensibles las conciencias. Aquí y allá, junto a la evocación de los olores del pan recién horneado o del “presentimiento” del mazapán, junto a la constatación de la llegada del tiempo de las ciruelas que clausura el tiempo de las cerezas, junto a los días señalados para los niños o la singularidad arquitectónica de la Indianoetxea, la casa del indiano, surgen poderosas las alusiones a la Institución Libre de Enseñanza, a los días azules y el sol de la infancia del poeta sevillano, al crimen de Granada, al alevoso asesinato de las “Trece Rosas” (uno de los más crueles del franquismo… y hay donde elegir), a la gira de Margarita Xirgu que poco después sería un exilio, en suma, a aquel tiempo en el que se “pararon la vida y los corazones”.

Abundan las alusiones a los episodios de la vida íntima de la autora.

Y esta visión realista y pesimista la puede trasladar a las colonias de la esclavitud, con un mero juego de palabras: “Hay una historia amarga en las plantaciones de azúcar”. Y también a esa Irlanda finalmente visitada, donde Sean Heuston, un joven que trabajó en una de las oficinas de tren de Dublin (la que hoy lleva su nombre), fue ejecutado en la tristemente célebre Kilmainham Gaol.

La autora. Foto: Juan Marín.

Junto a ese sesgo progresista del pensamiento, también se hace evidente una aguda convicción feminista. Y ello sin pronunciar declaraciones solemnes, sino todo lo contrario. Entresaco esta confesión deliciosamente desenfadada: “Cuando leí Nada, de Carmen Laforet, quise ser una estudiante universitaria de pantalón de campana y poncho en una Barcelona de hojarasca”. Otra vez nos muestra a Concepción Arenal disfrazada de hombre y autorizada finalmente a asistir a las clases como “oyente”. Y en otra ocasión nos habla de Emilia Pardo Bazán, que escribió más de seiscientos cuentos, “la mayoría de ellos en contra del maltrato y denunciando situaciones en que las mujeres no podíamos ni ser mujeres”. Y sale hasta don Miguel de Unamuno, que tuvo que dejar virgen a la tía Tula “porque era una historia de otros tiempos”, aunque aquí la autora deja escapar una queja que señala el sentir de tiempos más  recientes: “Soltera sí, pero virgen…”.

Abundan las alusiones a los episodios de la vida íntima de la autora, muchos contados con mucho humor o con un sesgo inusitado que por un instante puede descolocar al lector. La menstruación y la menopausia aparecen como líneas divisorias de la historia de cada mujer. Y aquí, la maestría de la autora vuelve a manifestarse mediante una asombrosa concisión: “Cambiar en el bolso la compresa de emergencia por el abanico. En esta frase quedan resumidos cuarenta años, historia de una menstruación se podría decir”.

Al final del recorrido nos queda un “tapiz mágico”, donde lo pretérito se une a lo presente.

Nalda, en La Rioja.

Y al llegar la frontera de los cincuenta (“los cuarenta y todos”), el climaterio te obliga  a otro discurso, el “que se mira los muslos, que contrae las nalgas, que mete tripa”: hay que inventar un lenguaje que sea como “un espejo de feria que te hace alta y delgada”. Y también se confiesan los pecados veniales, como aquel miedo insuperable que le impidió subirse al globo llegado a las fiestas del pueblo pese a la adoración que sentía por Julio Verne, el autor de Cinco semanas en globo.

La vida de Nalda se desparrama por las páginas de este libro, espléndido y original, siguiendo los arroyos de la cotidianeidad suavemente ritmada y los rápidos de los sobresaltos dramáticos de la guerra y la desgracia, o de la suerte de la “españolita guapa” que no encontró pasaje para el Titanic. La unidad se encuentra tal vez en esa paradoja del bisabuelo grande al que no le gustaban los evangelios, pero solía cantar en la puerta de su casa una jota a la Virgen del Pilar, es decir renegaba de la religión pero no renunciaba al folklore.

La lista de la compra, Lourdes Cacho Escudero. Madrid, Legados Ediciones (“La kermesse heroica”), 2022, 156 páginas. Prólogo de Bernardo Atxaga. Epílogo de Manuel Rico.


EL AUTOR

CARLOS MARTÍNEZ SHAW (Madrid, 1945) es es un historiador español, catedrático emérito, especializado en Historia Moderna, y académico de la Real Academia de Historia. Es autor de una vasta obra ensayística, con títulos como El Siglo de las Luces. Las bases intelectuales del reformismo (Madrid, 1996) o Historia de España (Madrid, 1998, en colaboración con José Luis Martín y Javier Tusell).