La ‘Luz violenta’ de Jesús Urceloy

Javier Lostalé analiza la reciente antología de la obra del poeta Jesús Urceloy (Madrid, 1964) recogida bajo el título de Luz violenta y editada por Reino de Cordelia en 2021. Un recorrido poético en que confluyen con singular armonía el viaje colectivo y la mirada más íntima y recogida,  
© JAVIER LOSTALÉ 

Jesús Urceloy proyecta cuando anda y cuando abraza una caudalosa sombra donde la vida canta a través de las palabras y de la música, en íntima comunión. Y cuando escribe toda la métrica le amanece en el pulso de su mano, para a través de ella fecundar su existencia y hacernos luego partícipes de su creación. Un acto en el que nunca está solo, porque son  sístole y diástole de su corazón todos los autores que constituyen su circulación sanguínea, tanto clásicos como contemporáneos. Y junto a ellos hay músicos y pensadores.

Por eso, su poesía tiene mucho de coral sin dejar de tener un latido íntimo. Y en ella la voz y el oído, junto a la mirada, van esgrafiando su visión del mundo, su alma. Visión y alma que transparecen en la antología que reúne sus libros publicados entre 1998 y 2021 bajo el título de Luz violenta. Una edición preparada por el poeta, crítico literario y articulista Iván Gonzalo y publicada por una editorial como Reino de Cordelia que desde 2009 tiene el brillo del oro tanto por los textos como por las ilustraciones. En el caso de Luz violenta,  las ilustraciones interiores son apuntes y dibujos de William Turner.

La Luz violenta es una luz que desnuda hasta su esqueleto la peripecia humana.

En esta antología, donde el lector encuentra una selección rigurosa y muy representativa de la poesía de Urceloy, hay poemas de El libro de los salmos, La profesión de Judas, Berenice, Diciembre, Harto de dar patadas a este bote, La biblioteca amada, Officium, Visibles e invisibles, 91 Poemas contra la niebla y Tres caminos hacia Londres. Con la adenda de poemas aún no publicados de  Todas las mujeres del mundo y Todo bien, y algunos otros textos de última creación, aún sin clasificar, que figuran bajo el título de Exentos.

La suma de todos ellos nos ofrece el múltiple e inabarcable rostro de Jesús: el épico, el lírico, el elegíaco, el humorístico, el experimental, el constructor de un nuevo lenguaje donde yo escucho al fondo a Cervantes, a Lope, a Quevedo, a Borges, a Vicente Aleixandre, a Saint John Perse, quizá a Walt Whitman, entre otros muchos, un fondo nutriente de una voz poética difícilmente clasificable por la riqueza de registros.

La antología se abre con una POÉTICA en la que, por ejemplo, dice que  (…) / no hay razones/ que avalen la poesía sin misterio/ sin belleza sin ritmo. Soy poeta, por miedo, por oficio y algo/ que no puedo explicar. Y a partir de ese momento avanzamos en una lectura en que todo se va encadenando sin pausa, poseyéndonos, pues en un buen número de los poemas convencionales o de los poemas en prosa no existe puntuación. Una lectura cuyas huellas marcadas por el amor, la pérdida, el dolor, el miedo, la soledad, los sueños, la belleza, la naturaleza, el paso del tiempo, la muerte y una presencia basal de la mujer, se transmiten sin ninguna intención doctoral con el afán de invitarnos a la lectura.

Llegan ecos de Cervantes, de Lope, de Quevedo, de Borges, de Vicente Aleixandre, de Saint John Perse…

El amor en la poesía de Urceloy tiene un carácter generador, está anclado en el cuerpo al que modifica con su vuelo, le presta altura; cuerpo que en cada una de sus partes tiene una resonancia total, cuerpo que trasmina memoria, tan importante en esta poesía que llega también a corporeizarla. Amor fusión con la amada hasta la raíz. Nada existe sin el amor. Urceloy es un país en busca de la amada y su laberinto.

El hueco que deja la pérdida también se abre dentro de nosotros durante la lectura, y el poeta se pregunta si deberá atarse al recuerdo para salvar ese hueco.

Es asimismo esta poesía termómetro de la soledad y del engaño de la existencia, y unidos a ellos el miedo, y el dolor que, como escribe, es un acto. Puede valernos el poema “La  soledad. El miedo. La soledad”. Soledad dentro de la cual existe la secreta victoria de ganar el don de la belleza.

En cuanto a la presencia de la muerte, con los muertos habla el poeta, esta puede ser vencida mediante lo esencial que alberga la poesía, desde su casa que nunca además es una torre de marfil, sino que tiene la temperatura del horizonte de los desposeídos y sale a la plaza, como en el poema de Aleixandre, para reconocerse en los demás. Casa de la poesía que incuba también desobediencia.

El poeta se pregunta si deberá atarse al recuerdo para salvar el hueco de la pérdida.

No me olvido tampoco del sueño que, como escribe Urceloy, acaba lentamente en silencio y oscurece, ni de la naturaleza y su fuerza primigenia a la hora de nombrar desentrañando y ahondando lo nombrado. Pongo un ejemplo: una estrofa del poema SALMO 26 (Los cuerpos) (…) Si tu cuerpo-amor mío-fuese un árbol, / tuviese un parecido a un árbol en lo alto de una playa,/ en la altura de un monte junto al mar,/ yo quisiera ser viento que en ti me deshojara,/ yo quisiera ser beso que en ti me hincase a fondo,/ hasta la hez, raíz, hasta el filamento primero de la tierra.

Respecto a la mujer, a su presencia basal, amanece dentro del olvido, o signa felicidad en el corazón, o como escribe Urceloy: sueña al mundo. Y nada muere.

Todavía me gustaría señalar que en esta antología encontramos dos planos, uno íntimo y otro colectivo, que confluyen. Como igualmente confluyen lo imaginado y lo real.  Y es que dentro de una potente imaginación se gestan estos poemas en los que, asimismo, creo, existe una gran carga simbólica. Y lo mitológico, la literatura, la música, prestan densidad, universalidad e intemporalidad a los poemas. Debido a ello la anécdota adquiere la condición de categoría.

Urceloy hace sonreír al lector con su inteligencia.

En esta poesía, añadimos, el milagro se alumbra dentro de lo más oscuro, y sentimos cómo la verdadera libertad de las palabras nace de la libertad del pensamiento. Hay también, y no es cuestión menor, una defensa del humor cuya finalidad, subraya Iván Gonzalo, el autor de la edición de esta antología, “es hacer sonreír al lector con la inteligencia, más que de un modo gestual”.

Por último, en cuanto a los aspectos formales, existe ese sedimento clásico ya citado, al que se suman elementos irracionales, verismo y un surrealismo no automático, sino fruto de una profunda elaboración artística.

En definitiva, la Luz violenta es una luz que desnuda hasta su esqueleto la peripecia humana. Una luz que amanece a los muertos y que nos ciega hasta despertar nuestra conciencia. La voz de Jesús Urceloy, siempre mojada por los versos, es capaz de transmitirnos cielos serenos o tempestades y su casa es el mundo respirado por la poesía.

 

Luz violenta, Antología poética 1998/2021, Jesús Urceloy. Selección, introducción y notas de Iván Gonzalo. Editorial Reino de Cordelia, Madrid, 2021, 286 p.

 


EL AUTOR

JAVIER LOSTALÉ (Madrid, 1942) es poeta, periodista y crítico literario. Incluido en la antología Espejo del Amor y de la muerte con texto introductorio de Aleixandre, ha publicado ocho poemarios: Jimmy, Jimmy (Editorial Sala,1976 ; Huerga y Fierro 2010), Figura en el Paseo Marítimo (Hiperión,1981. Ars Poética, 2017), La rosa inclinada (Adonais, 1995), Hondo es el resplandor (Puerta del Mar,1998. Polibea, 2011), La estación azul (Calambur,2004.Renacimiento,2016), Tormenta transparente (Calambur, 2010), El pulso de las nubes (Pre-Textos, 2014) y Cielo (Vandalia,2018). Su obra ha sido reunida en las antologías Rosa y tormenta (Cálamo, 2013) y Azul relente (Renacimiento,2014). Como antólogo ha publicado Antología del mar y la noche, de Vicente Aleixandre (Al- Borak, 1971), Edad presente. Poesía cordobesa para el siglo XXI (Vandalia,2003) y Árbol desnudo. Poesía de José Cereijo (Renacimiento,2017). Asimismo es autor del libro de reflexión literaria Quien lee vive más (Polibea, 2013) y de los ensayos Javier Lostalé. Lector de poesía (Fundación Gerardo Diego, 2019) y Lector cómplice (Athenaika, 2021). Ha sido reconocido con los premios Francisco de Quevedo y Nacional de Fomento de la Lectura.