La autora escribe sobre la siutación de la lengua española en el mundo y sobre las perspectivas que se le presentan en un tiempo de grandes mutaciones tecnológicas que afectan a la comunicación y a la difusión de la literatura.
© CARMEN BANDRÉS SÁNCHEZ-CRUZAT
El español goza de buena salud. De hecho, permanece en continua expansión y ya son casi seiscientos millones de hispanohablantes quienes lo utilizan como vehículo de comunicación habitual; nuestro idioma, junto con el chino mandarín y el inglés, forma parte de ese trío de lenguas capitales en el planeta que tienen el futuro asegurado, sea en el caso del chino por su creciente peso e influencia política en el orden mundial, mientras que el inglés fundamenta su ascendencia universal merced a la penetrante implantación en el ámbito tecnológico durante las últimas décadas.
¿Y el español? Nuestra hermosa lengua, como otras hablas romances, proviene del latín vulgar. Como el latín, también podría haber sufrido un intenso proceso de disgregación en el continente americano, derivado de los movimientos de independencia colonial y del anhelo, presente en toda una generación de intelectuales, de encontrar una identidad propia y diferenciada para cada territorio, sentimiento nacionalista entonces particularmente intenso en Chile y Argentina. Sin embargo, por fortuna prevaleció la unidad lingüística frente a la descomposición, tendencia a la que en absoluto ha sido ajena en nuestro tiempo la labor de la RAE y de las academias que integran la ASALE, Asociación de Academias de la Lengua Española, distribuidas por el continente americano, Filipinas y Guinea Ecuatorial, eje de una labor que, además de mantener la unidad en el lenguaje, ha servido de nexo para enriquecerlo mediante la aportación del léxico prehispánico y modismos panhispánicos.
Tuve ocasión de asistir al acto conmemorativo del 70º aniversario de la ASALE, presidido por SS. MM. los Reyes, en el cual se presentó la Crónica de la lengua española 2021, obra que resume el estado actual de nuestro idioma; estado, sí, satisfactorio, mas no exento de importantes amenazas. Jorge Covarrubias, subdirector de la Academia Norteamericana, subrayó el auge del español en los Estados Unidos, con 60 millones de hispanos y donde 45 millones lo tienen como primer idioma, cifras que se incrementarán hasta englobar una cuarta parte de la población del país en menos de tres décadas, siendo muy de celebrar que tales hablantes, bilingües por necesidad, se sirvan del español con sumo orgullo frente al omnipotente inglés, quizá porque así se refuerza una identidad a la que nunca renunciarán. En los Estados Unidos confluyen todas las modalidades de la lengua, fruto de migraciones de origen muy diverso; también allí convergen risueñas luces de prosperidad fundidas con alarmantes tinieblas, sombríos nubarrones originados no tanto por fuerzas centrífugas, siempre vigentes en mayor o menor medida, como dimanadas de hábitos cotidianos perniciosos, muy extendidos tanto en la conversación como, aún peor, por escrito, con especial mención de la proliferación del uso zafio y negligente tan notorio en las redes sociales y los dispositivos electrónicos. Por otra parte, siendo el español segundo idioma mundial como lengua materna y el tercero por número de hablantes, ocupa lugares menos predominantes en cuanto a actividad en Wikipedia o por lo que se refiere a la redacción de contenidos científicos y digitales en todo tipo de publicaciones.
El signo de nuestra época es la urgencia, la inmediatez; además, valoramos la espontaneidad como símbolo y bandera de sinceridad, lo cual nos lleva a disculpar con suma facilidad ciertos rasgos viciados del lenguaje, en aras de la eficacia comunicativa. Es decir, se considera perfectamente válida la consecución de los objetivos perseguidos de relación social aun si ello se efectúa al precio de graves errores lingüísticos. Pero semejante proceder conduce al empobrecimiento del idioma y, como tal, a su menor capacidad expresiva y pérdida de competencia para la comunicación, paradoja radicalmente indeseable.
La defensa de nuestro idioma no es, obviamente, un cometido exclusivo de la RAE, ASALE u otros órganos ocupados en su protección, sino atribución de todos los que nos entendemos gracias al español, y en particular de quienes alguna influencia pudieran ejercer en su correcta utilización, tanto hablada como escrita. Por lo demás, son muy de valorar las iniciativas promulgadas en tal sentido por la más altas instancias. Y este es el momento preciso de mencionar el proyecto LEIA, Lengua española e Inteligencia Artificial, presentado con ocasión del XVI Congreso de la ASALE en Sevilla, 2019, con el apoyo inicial de Telefónica y al que se han incorporado las empresas tecnológicas de mayor peso en el orbe, como Microsoft, Amazon, Google, Twitter y Facebook. Su compromiso va más allá del respeto a las normas gramaticales y la integración de diccionarios, correctores o predictores léxicos, sino que también incluye fórmulas avanzadas para facilitar un empleo paulatinamente mejor y más preciso del lenguaje. Que compañías de tan elevado prestigio hayan decidido aunar esfuerzos en pro de nuestro idioma implica las mayores expectativas posibles de futuro para el español; se diría que las únicas relevantes, pues según datos aportados por la RAE, hoy existen ya en el mundo bastantes más máquinas que personas expresándose en la lengua de Cervantes.
El universo digital y el desarrollo de lo designado como Inteligencia Artificial, en la actualidad prácticamente bajo pleno dominio del inglés, marcan las pautas y límites para la evolución del español. Así, que Microsoft, Amazon o Google se hayan decidido a dar validez normativa a su correcta utilización y a potenciar el diseño de herramientas que fomenten su expresión adecuada por parte de los seres humanos es una gran noticia, lo que no ha de ser óbice para recordar que es en nosotros, los usuarios, donde finalmente descansa la responsabilidad última de mantener al español en su privilegiado trono.
La emblemática letra eñe, genuina de nuestra lengua, apareció en los albores del segundo milenio, fruto del esfuerzo de los escribas medievales en su afán por representar un nuevo sonido, propio de la evolución del primitivo castellano. Hoy no existe la “ñ” en Internet, ni es factible para las direcciones web o de correo electrónico, y hace algunas décadas estuvo a punto de desaparecer, suplantada por combinaciones de teclas, por imperativo de la Unión Europea en un intento de favorecer la normalización de los teclados. Sin duda, la perduración de la eñe constituyó el primer jalón de un largo camino que hoy parece ya definitivamente orientado hacia su feliz conclusión, en aras del drástico cambio que supone la utilización del español como unidad de razonamiento de las máquinas y del creciente recurso a los avances de la Inteligencia Artificial. De hecho, hoy ya es palpable una mayor facilidad para la redacción correcta de mensajes, tan en boga en las redes sociales y en el día a día de la utilización de dispositivos electrónicos, factor capital de distorsión del idioma.
Primeros y tal vez tibios pasos, sí. Pero también grandes avances hacia el progreso, en pos de un futuro halagüeño.
Diciembre de 2021.
LA AUTORA
CARMEN BANDRÉS SÁNCHEZ-CRUZAT. Nacida en Jaca, se trasladó muy pronto a Zaragoza; desde entonces reside en la capital aragonesa. Diplomada en Técnico de Empresas y Actividades Turísticas por la Escuela Oficial de Turismo de Madrid, Carmen Bandrés obtuvo también el título superior en inglés por la Escuela Oficial de Idiomas y en francés por el Instituto Francés de Zaragoza, perfeccionando sus estudios de literatura inglesa con estancias en Irlanda y Gran Bretaña, así como los de francés en Midi-Pyrénées. En el ámbito literario, Carmen Bandrés comparte sus escritos periodísticos con los novelísticos, con notables incursiones en el relato breve, poesía y otros géneros.
El Pirineo Aragonés, semanario jacetano, fue el escenario en cuyas páginas vieron la luz, en 1973, los primeros artículos de Carmen Bandrés. Su estela tendría continuidad en el Diario del Altoaragón, Diario 16 y una extensa gama de revistas y publicaciones de diversa índole, entre las que cabe destacar las revistas literarias Criaturas Saturnianas e Imán, editadas por la Asociación Aragonesa de Escritores, Barataria, de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro y República de las Letras, de la Asociación Colegial de Escritores de España. En El Periódico de Aragón aparece, desde 1991, una colaboración semanal en la sección de Opinión; esta prolongada trayectoria como columnista se centra esencialmente en aspectos culturales, sociales y medio ambientales. Son, pues, casi tres décadas de una presencia continuada a través de más de un millar de artículos.
Sus relatos han sido recogidos en publicaciones de muy diverso origen, así como en algunas obras en colaboración con otros autores. Puede señalarse, igualmente, la edición de narraciones como consecuencia de la recepción de numerosos galardones, entre los que destaca por su prestigio y palmarés el concedido por el Col. Internacional Meres, en Oviedo, 1997, cuyo jurado estaba presidido por el ilustre académico Emilio Alarcos. Carmen Bandrés es la primera y única mujer que ha recibido este premio, del que también fue finalista en 1996. En 2012, es designada cronista parlamentaria en las Cortes de Aragón; la crónica realizada se publicó, junto con las de otras 21 firmas, con el título: “Crónicas Parlamentarias 28.12.2011-28.12.2012 VIII Legislatura” (Cortes de Aragón, 2013). La Asociación Aragonesa de Amigos del Libro le ha otorgado en 2015 su premio Búho en reconocimiento de la trayectoria literaria. Destacada participación, junto a relevantes figuras de la poesía nacional como Luis García Montero y Luis Alberto de Cuenca, en el número extraordinario de la Revista de Estudios Extremeños (Diputación de Badajoz, 2018) dedicado a Juan Meléndez Valdés. Premio Glorieta Ángel Guinda, otorgado en diciembre de 2020 por la Asociación Literaria Rey Fernando, a la trayectoria literaria.