El retrato, metáfora de la biografía | Ramón Gómez de la Serna y sus semblanzas

© JUAN ÁNGEL JURISTO

Se acaba de publicar en Ediciones Ulises, perteneciente a Renacimiento y dentro de la colección dedicada a Madrid, Retratos, semblanzas y caricaturas variadas, que recoge una selección de los artículos que Ramón Gómez de la Serna publicó en La Tribuna entre los años 1912  y 1923 y que en cierta manera es la continuación de Retratos, semblanzas y caricaturas de escritores,libro publicado con anterioridad y que recogía retratos de Silverio Lanza, Emilia Pardo Bazán, Azorín, Pío Baroja, Unamuno, Ortega y Gasset, Cansinos Assens, Baudelaire, Marinetti, D´Annunzio, Valery Larbaud o Elya Ehrenburg , entre muchos otros. La edición de estas dos selecciones ha sido realizada por Eduardo Alaminos (Madrid,1950), ramoniano tan confeso que bien puede decirse que es ahora, junto a Ioana Zlotescu, nuestra gran especialista en Ramón, uno de los más autorizados estudiosos en la vida y obra del autor de Ismos, cultivador del yoísmo en tan sumo grado que puede decirse sin rebozo alguno que fue el inventor, en España, del escritor como hombre-anuncio, (sólo superado en sus consecuencias en aquellos años por James Joyce, que, caso único en la literatura, consiguió fama perdurable por un libro que aún no había publicado y del que sólo se conocían fragmentos en revistas) y que es, además, inventor de un nuevo ismo que no recogió en su libro y no porque no tuviera ganas, el ramonismo.

Eduardo Alaminos es autor de un libro notable, Ramón y Pombo, donde el estudioso nos facilita la comprensión, y de paso nos hace revivir todo lo que rodeaba al famoso café, de los libros que Ramón dedicó a ese espacio de su invención, demostrando de paso que todo  es literatura, pues Pombo ha pasado a la leyenda sólo gracias a los hacedores de ellas y de los mitos, que son los escritores, pasando de ser un local pringoso y cutre a albergar a tirios y troyanos, los tirios  nacionales y los troyanos de paso, que iban desde el catalán Josep Pla a Sonia y Robert Delaunay. Un ramoniano de aquellos años, Tomás Borrás, traicionó luego a la literatura misma, que es lo peor que puede hacer un escritor, cuando quiso desvelar la miseria que se escondía tras la leyenda del café, plegándose a sus propios fantasmas y, de paso, dando gusto, o eso creía él, a la pacata sociedad franquista de la posguerra, obsesionada con la limpieza hasta el punto de que podríamos realizar cierta correspondencia entre el cambio que realizó Celia Gámez con sus revistas a lo Hollywood en contraste con las habidas en el Madrid republicano, que recordaban más a las de Weimar y ese poner a tiro a Pombo, que entraba de lleno en ese mito de Madrigrado con que la propaganda franquista, con esa querencia por el agro que  nunca abandonó, intentó denigrara cualquier manifestación de modernidad de la capital habida antes del 36 y que Fernando Castillo ha estudiado con justo juicio y prolija mirada.

Ante tamaño personaje tan preocupado y tan consciente de que todo lo que construía lo realizaba desde su YO, no es de extrañar que dentro de sus habilidades y maestrías se encontrara la de ser un obseso por los retratos y caricaturas, géneros que bordaba y en los que era capaz de realizar en dos líneas un acabado retrato de alguien que pasaba por allí o, por lo menos, que había conocido de una u otra manera, aun leyéndolo, como hizo con Baudelaire. Esa obsesión por el retrato, por la semblanza, por la caricatura,tiene todo que ver con la biografía, género del que era devoto y en cierta manera habría que tomar estos textos aquí presentados como metáforas de una biografía, momentos de una vida pero iluminadores de un momento, al modo de una epifanía y que tiene que ver también con la greguería, ese invento tan híbrido y sujeto al azar que es como un Rastro de metáforas que se venden y donde hallamos desde la frase brillante y rotunda a una gracia prescindible o, como en muchos casos, modelo de prosa poética de fortuna tan hallada que pocos han logrado alcanzarla entre nosotros. De la biografía como género no hablemos: ahí está Automoribundia. Con ello basta.

Abruma el número de retratados y caricaturizados que aparecen en el libro y las frases, rotundas como golpe de sable, con que Ramón nos regala alguna de ellas. Desde el escultor Julio Antonio, “hacía el busto de una hermosa gitana y dibujaba, con los más negros trazos, a los viejos de la parentela” a Picasso “acoge las realidades superiores, las idealidades moluscadas, madreporizadas” pasando por Marinetti, de quién dice a propósito de los Manifiestos Futuristas, “ en este último prospecto defiende la danza del aviador, la danza del “shrapnell” y la danza de la ametralladora” o Charles Chaplin, “ y este Charlot por lo primero que sorprende es porque no se parece a Charlot, porque no lleva bigote”, o Tórtola Valencia, “ Y, sin embargo, era la misma , y bailaba con más refinamiento y efusión si cabe, ese baile libre que corresponde en poesía al verso libre o, quizás,a veces, al poema en prosa”… y así, de más de cien personajes,concluyendo como no podía ser menos, en el apartado que Alaminos ha clasificado con buen tino, en “Yoísmo”, “Mi retratro radiográfico” y “Coda ramoniana” donde dice,en una alarde de hallazgo de su personalidad : “Obliga a mucho llamarse Ramón y hay que ser emprendedor, decidido, independiente, claro y rotundo”. Con esto cerramos. ¿Para qué seguir?

Ramón Gómez de la Serna. Retratos, semblanzas y caricaturas variadas. Ediciones Ulises. Renacimiento. Madrid.2021. 356 pp.  COMPRA ONLINE


EL AUTOR

JUAN ÁNGEL JURISTO.  Escritor, crítico y periodista. Nació en Madrid en 1951. Estudia filología española en la Universidad Complutense. Ha colaborado, entre otros medios, en El País, dirigido la revista literaria El Urogallo y la sección de cultura en El Independiente y El Sol. Ha ejercido de crítico en La Esfera, del diario El Mundo. Más tarde se incorporó a La Razón y actualmente colabora en ABCD las Artes y las Letras. Ha colaborado en las más importantes revistas literarias y culturales españolas. Es autor de los ensayos Para que duela menos (1995) y Ni mirto ni laurel (1998). Es autor de tres novelas: Detrás del sol (2006), El hilo de las marionetas (2008) y Vida fingida (2012).