El autor, especialista en el género negro, reseña la novela de Susana Martín Gijón, recientemente publicada en Alfaguara, y que protagoniza la detective Camino Vargas.
© RAFAEL GUERRERO
A base de leer relatos, novelas negras, thrillers y delicadas perversiones mentales de ese calibre o de esa calaña, ya sean locales, estatales o internacionales, muy noir o muy de andar por casa, intuyes que lo importante no es tanto el número de muertos que desfilan por esas historias sino la calidad de los mismos. Que sean buenos muertos, si es que eso es medible, si es que hay medallas para semejante mérito.
Creo que en la literatura, géneros aparte, sí es posible calibrar qué aporta un cadáver y qué le sobra. En una trama bélica se presumen por miles los fallecidos, dejan así de individualizarse estos y el dolor que les acompaña también. Se resuelven las masacres con y desde planos generales, con gélidas estadísticas, con nombres ilegibles en lápidas y memoriales que alguien visita décadas después. Son decesos a mansalva, carne de cañón. Solo si los protagonistas caen en combate el foco se detiene en ese luctuoso devenir y entonces sí, sabemos que aun criando malvas tienen mucho que contar.
Pero en lo que nos atañe ahora, la nueva obra de Susana Martín Gijón titulada Progenie, un apasionante y enrevesado relato de tintes policíacos y psicológicos, los cadáveres son sustanciales y lo son gracias a la destreza de la autora para dosificarlos y presentarlos en el momento justo y en el lugar adecuado. Huelga aclarar que hablo en términos de ficción, ninguna hora del día es propicia para que alguien la palme y menos como víctima de un crimen.
Con la aparición de cada uno de estos secundarios malogrados crece la intriga, avanza argumentalmente la narración, se dispone de más información y a la vez de menos certezas. Aumentan de esa forma el desasosiego del lector, la frustración de quienes indagan los delitos, las sospechas, las teorías y el elenco de presuntos culpables. Se arma y se desbarata al mismo tiempo la investigación de la brigada de homicidios de Sevilla, se desmelena la prensa con sus suposiciones, se cabrean los jefes y los políticos, se descolocan las hipótesis y los móviles. Y todo ello, sumado, agitado y revuelto repercute en la tensión emocional de los que siguen en pie.
Hay un asesino en serie, o no, que está liquidando a mujeres, y siempre mujeres, con una crueldad insoportable y que firma sus atrocidades acompañando los cadáveres con artículos para bebés: un chupete, un babero, unos patitos de goma…. Que esos detalles macabros y propios de un psicópata o un justiciero fanático guarden relación con los sucesos es a lo que debe enfrentarse el equipo de la inspectora Camino Vargas. Con premura, con asco, con limitaciones de medios y personal y con escasas pistas materiales. No lo tiene fácil ni tampoco ella lo es.
Ascendida al cargo por la convalecencia de su jefe y mentor, al que admira y descuida mientras se repone en el hospital tras un tiroteo, esta policía de armas tomar, brusca, directa, con la empatía justa, con mucho callo en el oficio, con amigos y enemigos dentro del departamento, sagaz, perseverante, incansable, desordenada, insistente, comprometida y contradictoria, asume una responsabilidad que en principio no le tocaba y que le atrae cual desafío profesional tanto como le turba hasta el extremo, pone a prueba sus métodos y su capacidad para digerir lo que se la ha venido encima: que en ocasiones es el azar el que decide por nosotros y a partir de ahí solo puede uno huir —adónde— o apechugar con el escenario e interpretarse como mejor sepa. Sin duda, este es un personaje a la altura del conflicto que se plantea, con sus luces y sombras, sus aciertos laborales y sus vaivenes privados. A nadie deja indiferente, arrasa por donde pisa, confunde con sus giros e intuiciones, desespera a sus críticos y esperanza a los que la estiman. Por las noches asiste a clases de baile para desahogarse quemando calorías e inquinas o lo da todo en los saraos de la ciudad hispalense o disfruta del sexo con desconocidos o alimenta a sus hormigas en el terrario que tiene en casa o juega al ajedrez virtual contra un ruso o se pasa la velada de troncha en un coche camuflado vigilando al capullo de turno. Es una heroína de carne y hueso y carácter para regalar.
Y es que otra cosa que la autora borda, además de barajar acertadamente la colección de fiambres para sacar el mejor partido de ella, es la descripción de los vivos que pululan por los capítulos: agentes de la ley, testigos, forenses, jueces, abogados, parejas, exparejas, escritores que no escriben, madres superadas, madres anhelantes, el gato Nacho y un largo etcétera de roles que interactúan entre ellos, se enfadan, entran y salen, inducen, explican, patinan, la cagan, se redimen, perpetúan comportamientos, aprenden, callan, desembuchan y a trompicones consiguen salir adelante una jornada más, con magulladura en el alma, con pesares, con alegrías efímeras, con la sensación de que aún respiran aunque no sepan hasta cuándo. Como cualquiera de nosotros.
No quisiera destripar el final (que lo disfrute el que llegue hasta la última página) aunque sí apuntar un factor clave: la ola de calor. Somos del clima que nos ha parido. Quizá la aclamada novela negra nórdica, con sus nieves y fríos, se haya topado con la horma de su estilo. Desde luego, Susana ha metido la directa con esta progenie.
EL AUTOR
RAFAEL GUERRERO es un destacado exponente dentro de la novela negra actual en lo que se denomina “auto ficción”. Detective Privado con más de 25 años de trayectoria y especializado en Investigación Internacional, criminólogo y experto en servicios de inteligencia. Ha publicado cuatro novelas: Un Guerrero Entre Halcones, Muero y Vuelvo , Ultimátum y Yo, Detective. Círculo Rojo. El ensayo ELEMENTAL, Radiografía del Detective Privado. Círculo Rojo. Antologías de relatos nacionales e internacionales como Los Bárbaros. Punto de Vista, Sombras Oscuras. Ediciones PG, Crímenes Callejeros, Playa de Ákaba. Lecciones de Asesinos Expertos, Ed. La Esfera Cultural, Cartagena Negra, Ed. La Fea Burguesía y Archivos Confidenciales Ed. de la Plaza
En 2018 fue galardonado con el Premio DETECTIVE LITERARIO del Colegio de Detectives Privados de Cataluña