La selva interior | Sobre «La tierra hueca», de Beatriz García Guirado

Tanto por su estilo como por su tema y su localización, La tierra hueca es una novela distinta, que merece la atención de cualquier lector curioso. 
© RECAREDO VEREDAS

España es un país pegado a la tierra. También mágico, sin duda, por sus tradiciones salvajes y su evidente locura, pero pesan más sus fuertes raíces. Las miradas alternativas sobre la realidad siempre han sido excepcionales, incluso en nuestros tiempos. Autoras como Laura Fernández, Esther García Llovet o Beatriz García Guirado, que plantean códigos alejados de lo convencional, mezclas de géneros en principio irrealizables, son excepciones, islas que enlazan con tradiciones foráneas, sobre todo anglosajonas.

Beatriz García Guirado

La tierra hueca, publicada con su mimo habitual por Aristas Martínez, es la segunda novela de su autora. Desde el inicio nos encontramos con un narrador en primera persona, que a veces es radicalmente subjetivo y a veces casi omnisciente, sin que la diversidad de sus poderes resulte contradictoria. Pero la diferencia no se encuentra solo en el enfoque, también en lo que cuenta: trabaja sobre una lógica radicalmente distinta, que concede una importancia similar a lo que sabemos y a lo que ignoramos o ni siquiera intuimos. Lo oculto –o su perspectiva de lo oculto- toma forma gracias a la magia, una imaginación desbordante y fuertes bases teóricas, que otorgan a lo narrado un peculiar raciocinio. También aparecen referencias históricas (o míticas) y geográficas que aproximan a la novela en la realidad convencional y facilitan la lectura. El lector no sabe si se halla ante una voz demasiado loca o demasiado lúcida, si es que ambos parámetros son incompatibles. Es una voz que, en todo caso, no teme mirar.

El estilo a veces es puramente poético, siempre evocativo, aunque permite que la trama fluya. Su belleza refleja la luminosidad de una novela reveladora.

Existe en La tierra hueca una influencia clara de la posmodernidad estadounidense. Aparece en la ruptura de los tiempos, en las ramificaciones selváticas de la trama, en la ironía, en la mezcla de géneros –con predominio por la aventura, que también aparece en obras de Hawkes, Dodge o el mismísimo Pynchon-. Si bien nuestro mundo se sitúa en un lugar intermedio entre lo físico y lo digital, el territorio de La tierra hueca lo hace entre lo visible y lo invisible (o solo conocido para quien sabe mirarlo). La ironía posmoderna contrasta con la ingenuidad y la limpieza de los propósitos de los héroes, que se lanzan inconscientes al vacío. Aunque las influencias existan -no hay narrativa sin ellas- la voz de García Guirado tiene un carácter inconfundible.

Uno de los motivos de la distinción es el espacio escogido. No en vano La tierra hueca es un libro de aventuras en la selva: un lugar oculto, ajeno a las lógicas del ser humano, cuyo caos conecta con una trama dislocada y plausible al mismo tiempo, operada por un narrador que busca a otro y busca a su espejo, a sí mismo, encuentre lo que encuentre. El corazón de las tinieblas, sea el de Conrad o el de Coppola, no queda lejos. La naturaleza opera al margen, plena de saberes ajenos al hombre, a los que accede mediante rituales paganos o chamanismo, pero cuyo conocimiento pleno nos queda vedado. Una naturaleza que adquiere toda su dimensión en nuestros días por la terrible destrucción del Amazonas, reflejo nítido de la crisis espiritual del mundo. Hay, como no podía ser de otra forma tratándose de un libro que transcurre en la selva, resurrecciones, fenómenos situados al margen de la razón y una mirada sobre la ciencia y la vida apoyada en aquello que  solo podemos saber mediante una especie de memoria colectiva. Aparece, sin duda, una cierta reivindicación de lo salvaje frente al predominio absoluto de la razón, que a veces parece rememorar un viaje de ayahuasca o peyote. Queda más o menos claro en esta cita: Somos la selva, cada una de sus cicatrices, sus pétreas verrugas y tirabuzones, y actuamos movidos por una voluntad superior a  nosotros, ¡que está en nosotros!

Hay, como no podía ser de otra forma tratándose de un libro que transcurre en la selva, resurrecciones, fenómenos situados al margen de la razón y una mirada sobre la ciencia y la vida apoyada en lo desconocido, en aquello que  solo podemos saber mediante una especie de memoria colectiva.

El estilo a veces es puramente poético, siempre evocativo, aunque permite que la trama fluya. Su belleza refleja la luminosidad de una novela reveladora.

La tierra hueca. Beatriz García Guirado. Aristas Martínez. Badajoz, 2019. 192 páginas, 16,70 €.


RECAREDO  VEREDAS  (Madrid, 1970) ha estudiado Derecho, Edición y Creación Literaria. Ha publicado 7 libros. Los que más le gustan son los más breves, los poemario Nadar en agua helada (Bartleby, 2012) y Esa franja de luz (Bartleby, 2019), pero se siente orgulloso de toda su progenie. El último en llegar ha sido el ensayo No es para tanto (Sílex, 2016). Le preceden la novela Deudas vencidas (Salto de Página, 2014), la colección de relatos Actos imperdonables (Bartleby, 2013) y dos obras perdidas en el espacio-tiempo: la colección de relatos Pendiente (Dilema-Escuela de Letras 2004) y el manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema-Escuela de Letras, 2006). Ha trabajado para diversas editoriales, entre las que destaca Alfaguara. Ha sido profesor en la Escuela de Letras y en Fuentetaja. Ha reseñado, entre otros medios, en Quimera, ABC, Política Exterior,  Letras Libres y Revista de Letras.