Rafael Ballesteros: cuatro poemas inéditos para «Las doce estatuas negras», un libro en marcha

Rafael Ballesteros forma parte de la constelación (no demasiado extensa) de poetas que han crecido y destacado al margen de las antologías canónicas y de los recuentos generacionales que académicos y críticos vienen de cuando en cuando estableciendo. Nacido en Málaga, en 1938, es, por año de nacimiento y de publicación de sus primeros libros, coetáneo a poetas como Manuel Vázquez Montalbán, nacido en 1939, Félix Grande, en 1937, Méndez Ferrín, en 1938, o Rafael Soto Vergés, en 1936, puede situarse en el espacio puente entre los poetas del 50 y los cultivadores del culturalismo y de neovanguardismo que, con el marchamo de novísimos, ocuparon casi una década (los años setenta) como tendencia hegemónica en nuestra poesía. Rafael Ballesteros ha trazado una línea de escritura absolutamente personal, basada en el rigor y en la indagación en el lenguaje y en una inteligente combinación de las pulsiones individuales con las preocupaciones colectivas. Ha publicado más de veinte libros de poesía y su obra ha sido compendiada en dos volúmenes aparecidos con una distancia temporal de 20 años: Poesía (1969-1989) apareció en 1995 y Poesía (1990-2010), en 2015. Entre sus  libros de poemas cabe destacar Las contracifras (1969), Turpa (1972), Testamenta (1991) y Los dominios de la emoción (2003), entre otros. También ha cultivado la narrativa, género en el que ha publicado más de seis títulos, entre los que destacamos La imparcialidad del viento (2004), Amor de mar (2005) o La muerte tiene la cara azul (2009), Recientemente ha sido galardonado por la sección autónoma de ACE, ACE Andalucía, con el Premio de las Letras Andaluzas Elio Antonio de Nebrija a toda su trayectoria.

«Más que de búsqueda de conocimiento, que implicaría en última instancia la conciencia de que existe una certeza última, la poesía de Rafael Ballesteros ha de entenderse como un proceso de indagación, de desvelamiento del misterio, que no busca ninguna verdad (puesto que automáticamente se transformaría en dogma), sino un más allá constante, una utopía en continuo progreso, que comienza a cobrar realidad en el mismo momento en que se enuncia y que hace del otro, del lector, un elemento imprescindible para su existencia». Con estas palabras, el profesor y crítico Juan José Lanz nos acerca al conocimiento de la poesía de Ballesteros en el prólogo a su compilación Poesía 1990-2010 (etclibros:poesía, Málaga, 2015).

República de las Letras enriquece su sección «Obra en marcha», con cuatro poemas de Ballesteros. Respecto a ellos, el autor nos ha hecho llegar estas líneas: «Esos poemas, todos elllos inéditos, pertenecen al libro cuyo título provisional es La doce estatuas negras, y que en este momento está en vías de redacción y corrección final. Probablemente, una vez terminado, lo uniré a otros dos conclusos ya: uno, titulado «El arcón de Góngora» y el otro: «Conviviocon» que, probablemente será el título unitario del volumen que cerraria mi poesía inédita 2018- 2020.

CUATRO POEMAS DE LAS DOCE ESTATUAS NEGRAS
NOSTALGIA. 4
La luz oblicua y poca cae sesgada
sobre la tulipa oscura y gaseosa que
da materia al mundo y al mundo
quita mundo. Veo los filos finos
que enmarcan las paredes y el dibujo
espeso de las sombras que inician indecisas
la luz que las diluye. En los estantes ya
traslúcidos, veo los cantos de oro y rojo
de Fernando Persona, del Reyemperador
de la palabra, ese rastro de sangre de Lepanto,
al que lleva a su espalda el arcón de sus huesos,
y  al que nunca pensé que recordara tanto.
Y poco más
allá, tras los cristales y la cal, un pío de aire y trino:
las avecillas negras, ingrávidas y etéreas: vencejos
y alondrinos que cercan y festejan esos rizos de oro
y esa mirada azul de Pablo, tan pequeño.
                                                    (Inédito)
LA TRISTEZA. 6
Giro el pomo de loza blanca
y el rilete azul celeste cierra
el aire. Yo estoy con él y él
todo, está conmigo por completo.
Si el silencio es medicina para el
corazón, ahí, ambos, los dos, estamos
sanos, casi ahítos de salud. Sólo, allá
lejos,
la murmulla de la mar, casi de nata
y caramelo, que se curva diamantina sobre
marea y encaje, todo terso y engastado.
Quiero entrar, acceder a la otra, allí
donde mueves tu mano, en donde habitas óbito,
donde el pescado es rojo y la carne de tierra.
Un momento. Sólo un momento. La instantánea
de un instante.
                                                           (Inédito)
EL HORROR. 2
Surge de la mar, lo sólido. Y del esparto
el líquido y los solideos. Del pozo seco y ciego,
el niño ingrávido, de tierra su capuz. Del
erialmajano, el águila imperial, la lombriz sepia,
el cinturón que afánase por el tahalí de sangre.
En su cama el león cambia de lengua y de color.
Todo cambia al contrario. De la duna donde nada
nace, naciera el canco frío y despiadado, el sucio
fusilero, el causante en su charco, el espergógeno,
el firmador de muerte. En ella se puso firmes
para una fofo de perfil.
Me mancho de cera, de velón de cáñamo, me sucio,
soy fiebre, ercalorfrío, pomada de ricino, agua de
carabaña espesa, manteca de cerdoguarro, como
lata y serrín.
Me lavo con jabón de púa.
                                                (Inédito)

EL PÁNICO. 2
“Tánatos” dice la cabra merodeando
el majano, corneando la pasta de la tierra
que a ella misma alimenta, el duro hueso
del fruto que lame, más dura su lengua
que la piedra,            fija la cabeza en ti.
Ese animal de dos
patas que mira a nada, que da un paso y
luego otro y mueve como garras de mono
las otras dos y nada toma, ¿qué mira y qué
quiere? Su culo mondo, sus huesos planos
arriba sin mamas, y esos labios carnosos
y pigmeos, y ese poco respirar, y la yerba
carnosa que atrás deja y la tuba honda de
su gemido cuando queda solo ¿por qué no
trepa y sale de ese hoyo?,  porque se hunde,
porque se hunde, lo veo hundirse,
“Tánatos”, le digo. “Tánatos”,
le repito.
Sólo me mira! Me mira con asombro!
                                                  (Inédito)