Últimos días de Antonio Machado en Collioure | Ochenta años después

Como homenaje a la memoria de Antonio Machado, muerto en el exilio de Collioure el 22 de febrero de 1939, reproducimos, los fragmentos en los que, con el concurso de diversos testimonios, comenzando por el de José Machado, su hermano, y su esposa, Matea Monedero,  el antiguo jefe de estación Jacques Baills o Corpues Barga, entre otros, Jacques Issorel suma testimonios y cuenta sus últimos días en la pequeña ciudad francesa. 
© JACQUES ISSOREL

Los Machado carecían absolutamente de todo al llegar a Fran­cia[1]. En Cervia de Ter tuvieron que abandonar parte del equipaje y el resto en el puerto de Balitres. Así que llegaron a Collioure «con lo puesto», según la expresión de Matea (esposa de José Machado).

«Un día, me dijo José: «Mi hermano no puede bajar». Yo le dije: «¿Por qué no bajan ustedes todos juntos a comer?». Y me contestó: «Porque —en español como siempre— no tenemos ropa de recam­bio. El día en que uno de los dos lava la camisa, espera a que el otro acabe la comida y suba para bajar a su vez».

 

Tumba de Antonio Machado en Collioure

«Unas veces le tocaba a José quedarse arriba y otras a Antonio. Le dije: «Si quieren aceptar una camisa, les daré una a cada uno de ustedes para que puedan cambiarse y así podrán bajar todos juntos». Él me contestó: «Me da mucha vergüenza. Antes tenía­mos mucho dinero, ¿sabe? y ahora no tiene ningún valor». Trajo un periódico lleno de billetes, de billetes grandes y me dijo: «Todo esto es para quemarlo pues no vale nada». Yo le contesté: «Guár­delo, pues no sabe lo que puede pasar. A lo mejor un día…» En fin, le dimos calzoncillos, calcetines, camisas y ropa para su mujer, y estaban encamados[2].

Los sufrimientos físicos y morales que tuvo que soportar Anto­nio Machado desde que salió de Madrid agravaron una salud ya precaria. Gran fumador, enfermo del corazón, el poeta ve con toda claridad que tiene un organismo gastado. Dos años antes, en 1937, escribió a David Vigodsky: «Soy viejo y enfermo […] viejo, por­que paso de los sesenta, que son muchos años para un español; enfermo, porque las vísceras más importantes de mi organismo se han puesto de acuerdo para no cumplir exactamente su función»[3]. José, que vive en la intimidad del poeta, nota en sus recuerdos que en Collioure su hermano «veía claramente que se aproximaba el fin de su vida»[4]

«Un día, Machado no bajó a comer y como Madame Quintana le preguntara por qué, el hermano le contestó: «Está enfermo, tiene un poco de bronquitis». Tosía un poco y no sabían exactamente lo que tenía[5].

«Como mamá Ana estaba tan mal, yo —habla Matea— me levan­taba por la noche e iba a verla varias veces. Una noche, cuando entré en la habitación, ya casi de mañana, observé algo muy raro en Antonio. Salí y le dije a mi marido: «Pepe, Antonio está muy mal». Pepe se levantó en seguida. Serían como las seis de la mañana y decidimos que fuera yo en busca del médico[6].

Los sufrimientos físicos y morales que tuvo que soportar Anto­nio Machado desde que salió de Madrid agravaron una salud ya precaria.

«Se metió en la cama la víspera de que mi hijo viniera por las vacaciones de Carnaval. Al día siguiente, la mujer de José llamó a la puerta. Vivía yo no lejos del hotel, en la calle de Michelet. Subió a las seis y media y me dijo que su cuñado estaba muy enfermo y que tenía que verlo el médico. Le dije: «Escuche, voy a acompañarla a casa del doctor Cazabens[7], que es nuestro médico y que vendrá». Fuimos las dos por él y vino inmediatamente. Dijo que era grave. Era asmático y cogió frío en Cerbére, sí, fue allí donde cogió frío. Como tenía asma, el médico lo encontró muy mal, porque tenía una congestión[8].

«El doctor Cazabens le recetó algunas medicinas y nos dijo que no se podía hacer nada[9]. Antonio se moría, de eso ya no nos cabía la menor duda. Estuvo cuatro días muy agitado e inquieto. Se veía morir. A veces se le oía decir: «¡Adiós, madre, adiós, madre!», pero mamá Ana, que estaba bien cerquita en otra cama, no le oía porque estaba sumida en un coma profundo[10].

«Los dos estaban en la misma habitación, la madre agonizando y el hijo también. Eta triste ver a Antonio y a su madre: dos camas, uno agonizando en una y el otro en la otra. El estuvo dos días en agonía. Le llevé la botella de champán para mojarles los labios a los dos, y así se gastó la botella. Estaba consciente, me miraba y me dio las gracias con una sonrisa[11].

José, que vive en la intimidad del poeta, nota en sus recuerdos que en Collioure su hermano «veía claramente que se aproximaba el fin de su vida»

«Lo velaron dos noches. Yo lo velé sólo una noche, la primera, hasta las cinco de la madrugada. Estaban Frère, el Sr. Santaló, Baills, la Sra. Elisa Soler, mi marido, mi primo Joan Coraminolle -que era republicano y a quien acogimos todo el mes en casa en lugar de que estuviera en el campo de concentración[12]– y yo. Nada más. Frère lo dibujó desde todos los ángulos[13]. Al día siguiente, vino Prats[14], pero yo no estaba[15].

Vista de Collioure. El castillo junto al mar.

Muere Antonio Machado el 22 de febrero de 1939, a las tres y media de la tarde.

«Cuando Antonio expiró, como la habitación era pequeña, tuvie­ron que sacar el cadáver alzándolo sobre la cama donde mamá Ana estaba inconsciente. Antonio estuvo de cuerpo presente en otra habitación y, desde luego, no murió desnudo sino vestido. Luego fue amortajado en una sábana, porque así lo quiso José al intérpretar aquella frase que un día dijera Antonio a propósito de las pom­pas innecesarias de algunos entierros: «Para enterrar a una persona, con envolverla en una sábana es suficiente».

«Lo demás que se ha contado son inventos. También se ha repe­tido que su madre murió tres días después sin enterarse de la muerte de Antonio, y tampoco es cierto. Apenas habían sacado el cuerpo sin vida de Antonio y por una de esas cosas que asombran, mamá Ana tuvo unos instantes de lucidez. Nada más volver en sí miró hacia la cama de Antonio y preguntó, como si la naturaleza le hubiera avi­sado de lo sucedido, con voz débil y angustiada: «¿Dónde está Anto­nio? ¿Qué ha pasado?» Y José, conteniéndose como pudo, le min­tió diciendo que ya sabía que Antonio estaba enfermo y que se lo habían llevado a un sanatorio. «Allí se va a curar», le dijo. Recuerdo que mamá Ana le dirigió una mirada en la que se veía que no acep­taba ninguna de aquellas palabras. Luego cerró los ojos y tres días después moría. Estoy segura de que en aquellos tres minutos de luci­dez se dio cuenta de que su hijo había muerto[16].

Hotel Bougnol-Quintana, la pensión en que se alojó Antonio Machado los últimos días.

El entierro del poeta fue al día siguiente, 23 de febrero.

«Desde las primeras horas de la mañana, a la apertura de las ofi­cinas, su hermano me mandó al Ayuntamiento a hacer la declara­ción del fallecimiento y luego a Correos, desde donde recuerdo que mandé un telegrama firmado por José Machado a la Embajada de España, avenida de Georges V en París, anunciando la muerte de Antonio Machado.

«Por mi parte avisé a los amigos que conocía, que se inte­resaban por Machado, por ejemplo al Sr. Sala, que había sido mi profesor de español, quien alertó inmediatamente a Ventura Gassol[17] y al Sr. Santaló. La noticia cotrió como reguero de pólvora, y al día siguiente todos acudieron a Collioure para estar junto a Machado.

Los dos estaban en la misma habitación, la madre agonizando y el hijo también. Eta triste ver a Antonio y a su madre: dos camas, uno agonizando en una y el otro en la otra.

«El entierro fue digno de lo que fue Machado[18]. Sencillo, y con sencillez vinieron todos. Bueno, me refiero sobre todo a los españoles, exiliados también, que se hallaban en Collioure y que eran muchos y que vinieron primero a hacer una visita y después al levantamiento del cadáver. El hotel estaba absolutamente invadido por los españoles y por la gente venida de todas parres a quien habíamos avisado. Tam­bién había algunas autoridades españolas en el exilio. Cuando se bajó a Antonio Machado de la habitación donde estaba para llevarlo al cementerio, el ataúd estaba envuelto en una bandera con los tres colores de la España republicana[19]. Lo llevaron a hombros españoles, entre los cuales había oficiales». El municipio de Collioure hizo todo lo posible para facilitar las medidas necesarias en aquel momento. Asimismo la población de Collioure, conmovida por la presencia de todos los españoles en el exilio, se manifestó en gran número. Mientras tanto había corrido la voz de que había muerto Antonio Machado y aunque la gente no lo conocía, se sabía que acababa de desaparecer uno de los más gran­des poetas de la España republicana[20].

«Es lástima que no haya conservado la lista de todas las persona­lidades que vinieron al entierro. Y sin embargo, esta lista existe: la hicimos José Machado y yo, con una relación que yo escribí, ¿sabe?, como acabo de hacerlo ahora, pero los sucesos estaban más recientes en mi memoria. No recuerdo todo lo que había escrito en aquella relación, pero si algo es verdad es que lo que relaté no eran cuentos chinos sino la realidad. La redacté solamente para la posteridad y no para mí, y por si un día la República española tuviera necesidad de conocer cuál había sido el fin de Machado. Sólo la escribí con esta intención, y se la confié al St. Julio Just[21], quien prometió devol­verme dichos documentos después de hacer una fotocopia. Por des­gracia nunca recibí nada, ni la lista, ni el cuaderno, ni la fotocopia. Todos los documentos que tengo aquí y que puedo darle, se refieren sobre todo a la época que siguió, tras el llamamiento lanzado por el Sr. Corredor para dar al poeta una tumba digna’8.

 

«Igualmente he de decir que cuando lo enterramos pensamos que un día su país lo reclamaría, porque un país como España en aquel entonces no podía separarse definitivamente de alguien como Machado, y así un día u otro rrararía de llevarse el cuerpo a España[22]. Por eso, pedimos a una familia amiga de Madame Quin­tana [Matie Debohet], que tenía un panteón en el que aún que­daba un sitio, me acuerdo perfectamente que le pedimos si acep­taría prestar el panteón -ya que pensábamos que la estancia sería breve—, en espera de que Antonio Machado pudiera volver a su tierra de España[23].

«Por desgracia los acontecimientos no fueron como imaginába­mos, y un buen día la familia necesitó el panteón. Entonces nos dijimos que no estaba bien que Antonio Machado fuera enterrado en la tierra, pues no se encontra­ría más tarde ningún resto suyo. Así que solicitamos ayudas. El Sr. Corredor se interesó especialmente por el asunto y cteo que con el apoyo de Pablo Casáls [24]  lanzó un llamamiento pata que una tumba digna del poeta fuera levantada en Collioure y en la que fuera posible enterrar también a la madre, que reposaba en la tierra. Por supuesto que antes tomamos las precauciones necesarias haciendo féretros forrados de cinc para los dos. Y fue solamente tras la construcción de la tumba cuando Machado y su madre pudieron reposar, el uno junto al otro, en el cementerio de Collioure62


[1]. «Yo era quien les proporcionaba el dinero para escribir, el papel, los ciga­rrillos para Antonio. Mi marido compraba cigarrillos y se los mandaba. No tenían un duro. El dinero que tenían no tenía ningún valor», Juliette Figuéres, art. cit., pp. 31-32.

[2]. Ibíd., p. 30.

[3]. Carta a David Vigodsky, en Antonio Machado, 20091 [Doménech], p. 360. Subrayado por el poeta.

[4]. José Machado, 1999, p. 141. El hermano del poeta añade: «Pensando así: «Cuando ya no hay porvenir por estar cerrado el horizonte a toda espe-onza, es ya la muerte lo que llega»». A propósito del estoicismo del poeta escribe: «Cuando llegó la hora de su muerte, no obstante darse cuenta, la esperó impá-mio y resignado», ibíd., p. 54.

[5] Jacques Baills, art. cit., p. 60.

[6]. Matea Monedero, art. cit., p. 15.

[7]. Cazabens, con «s» final, y no ‘Cazaben’ como han escrito los estudiosos de la última fase de la biografía machadiana… ¡incluido el autor de la presente nota!

[8]. Juliette Figuéres, art. cit., pp. 30-31.

[9]. También visitaron al poeta enfermo el médico militar español Irazoki (Monique Alonso, 2013, p. 112) y un joven médico interino rosellonés, André Susplugas.

[10]. Matea Monedero, art. cit., p. 15.

[11]. Juliette Figuéres, art. cit., p. 31.

[12]. Sobre los campos de concentración de Argelés-sur-Mer, Saint-Cyprien y Le Barcarés, vid. Serge Barba, 2009; Rene Grando, Jacques Queralt y Xavier Febrés, 1981; Id., 1991; Bernard Sicot, 2010; Jean-Claude Villegas, 1989; Manolo Valiente, 2009.

[13]. Henri Frére y Gastón Prats, ambos profesores de español, se habían ente­rado de que Antonio Machado había cruzado la frontera con su familia y que se encontraba en algún sitio en el Rosellón. Tras varios días de búsqueda infruc­tuosa llegaron al Hotel Bougnol-Quintana el 22 de febrero, a las pocas horas del fallecimiento del poeta. Mientras lo velaban, Henri Frére hizo con lápiz varios esbozos del rostro de Machado, a partir de los cuales ejecutó algunos meses más tarde un grabado en cobre. La obra le valió al artista grandes elogios por parte de Aristide Maillol, su maestro. Vid. Jacques Issorel, 1975, pp. 72-73.

[14]. Vid. nota precedente.

[15]. Juliette Figuéres, art. cit., p. 34.

[16]. Matea Monedero, art. cit., p. 16.

[17]. Ventura Gassol (La Selva del Camp, 1893 – Tarragona, 1980), político y poeta catalán.

[18] Al día siguiente de la muerte del poeta, José Machado recibió una carta de Jean Cassou, en la que este escribía: «Quisiéramos hacer el entierro aquí en París. Es un deber para nosotros, escritores franceses, encargarnos de las cenizas del gran Antonio Machado, caído aquí, en tierra francesa donde había buscado y creído encontrar refugio». El hermano del poeta agradeció pero declinó «tan grande honor», añadiendo que «cteí[a] interpretar así el sentimiento de todos

[19]. Fue Juliette Figuéres quien cosió la bandera en la noche del 22 al 23 de febrero de 1939.

[20]. El pastor protestante de Collioure, Gustave Vernier, escribe en su diario, el 23 de febrero de 1939: «Paulette Badéne-Clara [una feligresa], que ha venido a traerme un jersey para refugiados del campo [de concentración de Argelés-sur-Mer], nos dice que el entierro que se celebró esta tarde era el de un poeta repu­blicano español conocido, que vino con los refugiados y su madre muy anciana. Según dicen, su ataúd fue llevado a hombros por unos caballeros [en español en el texto]», Madeleine Souche, 2011, p. 45.

[21].  Julio Just Gimeno (Alboraya, Valencia, 1874 – París, 1976), ministro de Obras Públicas en 1936 en el gobierno de Francisco Largo Caballero, y ministro de varios gobiernos republicanos en el exilio.

[22]La madre del poeta fue enterrada provisionalmente en una fosa munici­pal del cementerio de Collioure (Monique Alonso, 2013, pp. 130-131).

[23]. Oriol Ponsatí-Murlá ha recordado que bajo el franquismo varias fueron las tentativas de repatriar los restos del poeta. Todas fracasaron a causa de la opo­sición de José Machado y, después de su muerte (Santiago de Chile, 1958), de la ác Marcel Bataillon, José Giner Pantoja y Paul Combeau, depositarios del poder que les dejó el hermano del poeta: «Nosotros [José Machado] nos oponemos al traslado de estos dos cuerpos a España como una disposición contraria en el actual estado de cosas a los sentimientos que impulsaron a Antonio Machado y a Ana Ruiz a desterrarse» («II n’y a pas de pattie sans liberté républicaine: Josep Corredor et Antonio Machado á Collioure», http://www.collioute.net/ antonionantoniomachado/files/dynamic/php/accueil.php?contenu=actualite). mismo autor: «Antonio Machado á Collioure, métaphysique d’une pattie Üque», conferencia inédita, Collioure, 23 de febrero de 2014. Vid. tam-Monique Alonso, 2013, p. 153.

[24] Josep Maria Corredor (Girona, 1912 – Perpiñán, 1981). Escritor español de expresión catalana, castellana y francesa. Conversaciones con Pablo Casals (Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1955; i1 ed.: París, Albin Michel, 1955), traducida a doce idiomas, nació de la amistad que le unía a Pablo Casals, de quien fue secretario durante el exilio del maestro en Pra-des, desde 1939 hasta 1960. Vid. también las tres notas siguientes e infra «Josep Maria Corredor, fiel servidor de la memoria de Antonio Machado», pp. 163-173


EL AUTOR

JACQUES ISSOREL (Marsella, 1941), catedrático honorario de la Universidad de Perpiñán Via Domitia, ha dedicado gran parte de su labor docente e investigadora a la poesía española. Además de estudios sobre Antonio Machado y otros poetas, ha publicado Fernando Villalón ou la rébellion de lautomne (1988) y Fernando Villalón. La pica y la pluma (Espuela de Plata, 2011), así como varias ediciones de la poesía de Fernando Villalón, entre las que destacan Poesías inéditas (1985), La Toriada et autres poèmes tauriques (bilingüe, 1990), Poesías completas (1998) y Semblanzas de matadores (2002). Es también editor de una reedición de la revista Papel de Aleluyas (Huelva, 1981 y 2007), de obras colectivas como Machadianas (1993), El cisne y la paloma. Once estudios sobre Rubén Darío (1995) y Crepúsculos pisando. Once estudios sobre las Soledades de Luis de Góngora (1995). En 2009 editó dos obras inéditas de Manolo Valiente: Un «rojillo» en el sur de Francia seguido de Arena y viento. Segundo libro.