ALFONSINA STORNI | «CAMINABA HACIA EL MAR CON TANTA DULZURA…»

Se cumplen 80 años de la desaparición de la autora de Languidez. El autor aprovecha tal oportunidad para reivindicar la fuerza inmortal, y universal, de su poesía. 
© MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

Nacida el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca (Cantón Tesino de la Suiza Italiana), el 25 de octubre de 1938, Alfonsina Storni se entregó a la muerte tantas veces presentida y deseada, dejando que el mar abrazada su cuerpo y la hiciera suya para siempre, relata Luzmaría Jiménez Faro en la nota de presentación de Languidez, poemario aparecido en la Colección Torremozas, precisamente, el 30 de enero de 1996.

Se cumplen pues ochenta años de la desaparición de tan entrañable poeta, cuya vida no fue especialmente desgraciada aunque sí lo fue en las estancias amorosas, pues ella misma había dicho quiero un amor feroz de garra y diente/que me asalte a traición a pleno día. Sus versos hablan de estos temas, quedando como expresión del sufrimiento amoroso aunque también de la vitalidad de quien viera en la poesía una especie de escape, de confesión, para dar a conocer su propia biografía. En el pórtico de este libro escribe: Tiempo y tranquilidad me han faltado hasta hoy, para desprenderme de mis angustias y ver así lo que está a mi alrededor. Y sigue diciendo: Pero, si continúo escribiendo, he de procurarme el tiempo y la tranquilidad que para ello me harán falta. Es una poesía casi adolescente, generalmente tierna, juvenil desde luego, sincera, descriptiva, eléctrica casi: ¿Nunca habéis inquirido/Por qué, mundo tras mundo,/Por el cielo profundo/Van pasando sin ruido?. Es el inicio de El silencio, corto poema de una pertinaz observadora de la realidad, de su alrededor limitado y extraño: ¡Sólo el hombre hace ruido, concluye. Sus versos suelen ser rotundos, elaborados dinásticos. Hoy han venido a verme/Mi madre y mis hermanas./Hace ya tiempo/Que yo estaba sola/Con mis versos, mi orgullo…casi nada. Se nota, efectivamente, esa soledad que va creando en ella una especie de amargura continua. De todas formas, al parecer, Alfonsina Storni era siempre consciente de esa soledad irremediable del ser humano, de ese distanciamiento entre las personas, de la gran insolidaridad del mundo en general. Por eso en sus versos aparecen grandes dosis de angustia, de esa existencia arrinconada, limitada a las escasas experiencias del trabajo, de las relaciones sociales, de las amistades que, siendo experiencias positivas, no la llevan a acercarla al deseado universo del amor pleno, de la pasión que tanto echa en falta como suele referir en las reflexiones liricas de este libro: En los domingos, cuando están las calles/Del centro quietas,/Alguna vez camino, y las oscuras,/Cerradas puertas/De los negocios, son como sepulcros/Sobre veredas.

Monumento homenaje a Alfonsina Storni en Mar de Plata.

Era siempre consciente de esa soledad irremediable del ser humano, de ese distanciamiento entre las personas, de la gran insolidaridad del mundo.

Todos los días amanezco a ciegas… decía César Vallejo. Alfonsina Storni está labrando con cada poema, con cada verso ese camino, esa brusquedad, que iba a conducirla a la muerte, a esa desaparición limpia y hermosa pero adornada con todos los colores de la tragedia, pues eso es, no otra cosa, la desaparición de un ser humano.  En el poema El león, con deliciosos cuartetos, ofrece un relato pleno de energía donde se advierte el dolor por el encierro, la angustia por la soledad, la preocupación por los demás, la incertidumbre de una existencia escondida, etcétera: Los hijos que te nazcan, bestia caída y triste,/De la leona esclava que por hembra te dan,/Sufrirán en tu carne lo mismo que sufriste,/Pero garras y dientes más débiles tendrán. Esa mirada, llena de preocupación por el león cautivo, que también se refiere a la leona y su falta de libertad, encerrada su fiereza de manera brutal y viviendo la misma autora la impotencia que supone no poder correr por un jardín se traslada su necesidad de huir de un entorno poco amable; por eso se siente parte de ese mundo de cautividad y, al llorar por su existencia anómala, lamenta que pueda haber personas que formando parte de la nómina de los, supuestamente, seres racionales siendo, sin embargo, brutales representantes de una especie enloquecida por su propia capacidad de represión, que encierra la vida de los demás, sean animales o personas, y permite esa soledad de quien está falto de libertad. Pero, en otros versos, deja anotadas algunas briznas de esperanza, de sosiego, de apacibilidad, como en  La piedad del ciprés: Viajero: este ciprés que se levanta/A un metro de tus pies y en cuya copa/Un pajarillo sus amores canta,/Tiene alma fina bajo dura ropa./Él se eleva tan alto desde el cielo,/Por darte una visión inmaculada,/Pues si busca su extremo tu mirada/Te tropiezas, humano, con el cielo.

La vida en Argentina no fue fácil para Alfonsina pues al morir su padre tuvo que trabajar de costurera, en 1909 entra en la Escuela Normal Coronada de Rosario de Santa Fé donde estudia y trabaja, o viceversa. Al nacer su hijo Alejandro se traslada a Bs. Aires donde frecuenta los ambientes literarios del momento y conoce al editor de la Revista “Nosotros” Roberto F. Giusti que le permite colaborar en la misma. Ya en 1921 consigue una Cátedra en el Teatro Infantil Municipal de Labardén. Aunque su vida sentimental es inestable la económica parece ir bastante bien. En 1930 se cumple uno de sus sueños, viajar a Europa y visitar España, lo que consigue gracias a que Languidez había obtener el Segundo Premio Nacional de la República. Vuelve a Europa en 1934 y en 1938 es invitada a un acto en su honor en Uruguay junto a otras dos grandes escritoras, Gabriela Mistral y Juana de Ibarbouru. Lo que sigue sin alcanzar Alfonsina es el amor pleno, la pacificada ilusión de la compartida ternura, algo que también sufrieron otras poetas suicidas como Alejandra Pizarnik. Y es así como lo versos de Storni se van convirtiendo en una llamada a la conciencia de los demás: Porque tengo el pecho blanco, dócil,/Inofensivo, debe ser que tantas/Flechas que andan vagando por el aire/Toman su dirección y allí se clavan./Tú, la mano perversa que me hieres,/Si aquello es tu placer, poco te basta:/Mi pecho es blanco, es dócil y es humilde:/Suelta un poco de sangre…luego, nada.

Alfonsina era Alfonsina-escribe Mauricio Wiesenthal en su extraordinario libro Libro de requiéms (Edhasa 2004)-: una maestrita pequeña, poetisa, coronada de laurel argentino. César González Ruano me explicó que iba siempre acompañada por una amiga bellísima, Blanca de la Vega, que recitaba sus versos.

Su poesía está llena de emoción, altos sentimientos, amargura, lo que hace de sus versos el monumento a un pensamiento excelso de quien hace 80 años dejó este mundo confuso y algo cruel.

El poema La hermana es magistral, vehemente, lleno de compasión y de cariño, como si la autora pidiera auxilio, deseando que alguien la preste atención en el indefinido desamparo que la llevaría a la muerte. A su alrededor todo es negativo, irremediablemente egoísta. Volad si os es posible por su nevado huerto:/¡Piedad para su alma!. Ella es inmaculada./¡Piedad para su alma!. Yo lo sé todo, es cierto./Pero ella es como el cielo: ella no sabe nada. Languidez -dice en la contraportada- encierra diferentes estados de ánimo de la poetisa. Encontramos su mundo onírico e imaginativo en contrapunto con la realidad donde la ilusión se desvanece, pasando luego a las evocaciones, donde todo recupera la belleza y la fuerza. Respiremos en su libro el misterio de lo imperecedero, atravesando su frontera de luz, su sed, su llanto, su mística sombra”. Su poesía está llena de emoción, altos sentimientos, amargura, lo que hace de sus versos el monumento a un pensamiento excelso de quien hace 80 años dejó este mundo confuso y algo cruel. Ella misma lo escribió: Caminaba hacia el mar con tan dulzura…


EL AUTOR

MANUEL QUIROGA CLÉRIGO (Madrid, 1945) Sociólogo, es narrador, dramaturgo, crítico literario, poeta. Es autor, entre otros libros, de Homenaje a Neruda, Bilbao,1973. Fuimos pájaros rotos. Barcelona, 1980. Crónica de aves. CyH, Barcelona, 2007, Carta de la Campan(i)a, Madrid, 2010, Volver a Guanajuato, Guanajuato, 2012. “Una de sus principales aficiones es el viaje, el contacto con paisajes-geográficos y humanos, el encuentro con lejanas culturas y gentes”, dice de él Antonio Porpetta.