En su ensayo Catilina, una revolución fallida, el historiador Luciano Canfora (Bari, 1942) reabre un viejo debate de la Roma republicana: ¿fue Catilina un conspirador o un reformador social? A través de una lectura crítica de las Catilinarias de Cicerón, Canfora reivindica al controvertido político como un símbolo de la resistencia popular.
© VICENTE MANJÓN GUINEA
«Quo usque tándem abutere, Catilina, patientia nostra? ¿Hasta cuándo Catilina abusarás de nuestra paciencia?», fueron las palabras de Cicerón pronunciadas en una de sus famosas Catilinarias para indisponer al Senado contra el conjurador.
Ahora, gracias al libro de Luciano Canfora, Catilina, una revolución fallida, hemos podido constatar que, sin duda alguna, la historia la escriben los vencedores. Y en este caso el vencedor fue Marco Tulio Cicerón, inmortalizado en loas de Salustio, gracias a su libro Bellum Catilinae que, por otra parte, sirvió para intentar crear una leyenda negra sobre la persona de Catilina.

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Salustio, portavoz costalero de Cicerón, un renegado que tiende a derribar sus propias convicciones según el autor del libro, retrató a Catilina como valiente, ambicioso y carismático, pero sobre todo como perverso, corrupto y de impudicia moral. Invenciones todas que hoy día tildaríamos de fakes o bulos, con la única intención de desprestigiar la enorme popularidad que había adquirido el político romano Lucio Sergio Catilina.
Podrán pasar los años, los siglos, los milenios, pero la política estará siempre embarrada por el mismo ansia de poder. En un momento de descontento y de una crisis de deuda que asolaba el Imperio Romano surge la figura de Catilina, tal como nos va desvelando en las páginas de libro Luciano Canfora. El político romano se erige en la voz de esos sectores marginalizados, sometidos y asfixiados frente a la corrupción de la élite romana. Es la imagen de una nueva forma de hacer política. En su programa tienen cabida las esperanzas de los jóvenes frente a un Senado viejo y caduco de posaderas asentadas en sus complacientes tronos. Jóvenes fascinados con una nueva concepción del gobierno como en el caso de Aulo Fulvio, que terminó siendo ajusticiado por su propio padre, un decadente senador, al convertirse en seguidor de Catilina.
Un programa electoral que promete la redistribución de tierras y la cancelación de las deudas de esos sectores fuertemente golpeados tras años de guerras civiles. Libertos que podrán pasar a tener la consideración de ciudadanos; esclavos que podrán pasar a ser hombres libres y una consideración de la plebe urbana que hasta ahora nadie había contemplado. Es decir, una auténtica revolución social que echó a temblar a los sectores acomodados del poder, a esa élite política que siempre está tan cerca del poder económico. ¿Nos suena de algo todo esto?
«Catilina habla de los necesitados —dirá Canfora— de quienes padecen estrecheces, y decía la verdad cuando se contaba entre las personas que habían caído en la ruina económica. Y precisamente eso era lo que alarmaba, evidentemente, porque presagiaba, de cara a las elecciones, su potencial éxito». Catilina era el hombre que hablaba claro y que estaba dispuesto a ponerse a la cabeza de un pueblo «sin cabeza». Circunstancia esta que llevó a Cicerón a convocar una reunión extraordinaria del Senado y suspender las elecciones.
Quizá hoy, más que nunca, necesitemos una figura como Catilina.
Hoy, gracias al libro escrito por el filólogo nacido en Bari podemos tener otra perspectiva distinta a lo reflejado en la Catalinarias de Cicerón. Catilina ya no es dibujado como un simple conspirador corrupto que pretende alcanzar el poder como sea, a través del asesinato o de la revolución. Con el libro de Luciano Canfora pierde fuerza esa primera Catilinaria de Cicerón donde frente al Senado le acusa de planear asesinarle y de aniquilar a la República.
«La patria, madre común de todos nosotros te odia y te teme y ha tiempo sabe que solo piensas en su ruina (…) No solo has despreciado las leyes y los tribunales, sino que lo hollaste y los violaste.», dirá Cicerón tras demostrar ante el Senado el fallido intento de asesinarle y de tomar el Senado. Sin embargo, gracias al libro de Canfora, descubrimos que, poco antes de pronunciarse ese discurso que obligará a Catilina a partir al destierro, Roma se había convertido en un estado de asedio en torno a Cicerón. Hubiera sido imposible planificar cualquier atentado.

El senador Catilina vivió entre los años 108-62 a. C.
Y, sin embargo, todo ello sirvió para paralizar las elecciones, una tercera vuelta en la que, si se hubieran realizado, Catilina hubiera salido vencedor. En su versión, Luciano Canfora nos recuerda que años antes, los hermanos Graco habían intentado implementar reformas agrarias para corregir la desigualdad, lo cual provocó que fueran asesinados a manos de sus opositores. Los mismos que se agarraban al confortable sillón del poder.
Una enorme red de espías, con Fulvia a la cabeza, sirvió a Cicerón para desmontar cualquier acceso al poder de manera legal por parte de Catilina. Todo perfectamente urdido para enmascarar la verdad de una situación de enorme crisis social y de una decadente clase senatorial. Catilina huyó y decidió unirse al ejército comandado por Manlio en el norte de Italia. Cicerón, hábil y astuto, aprovechó la reunión nocturna en casa de Marco Porcio Leca en donde se planteó, por parte de los seguidores catilinarios, la necesidad de eliminar al propio Cicerón.
Dicha circunstancia sirvió para apresar a Léntulo y a todos aquellos conspiradores que hubieran apoyado la causa de Catilina. Todos esos opositores y seguidores de Catilina fueron apresados y ejecutados sumariamente a pesar de la voz en contra de Julio César, probablemente porque Léntulo estaba casado con Julia, hermana de Julio César.
La historia nos ha presentado a Cicerón como salvador de la República, así mismo se bautizó él tras hacer frente a la conjura, pero su decisión de ejecutar a ciudadanos sin juicio previo evitando la Ley Sempronia le granjearía fuertes críticas que acabarían por costarle el exilio unos años más tarde.
Catilina es el revolucionario que saca a la luz la brecha entre las élites.
Por contra a lo que siempre se ha establecido en el relato oficial de los discursos de Cicerón contra Catilina, Luciano Canfora nos muestra la imagen de una conspiración, la de Catilina, aclamada por los sectores empobrecidos y oprimidos en un sistema dominado por una oligarquía senatorial todopoderosa. Catilina es el revolucionario que saca a la luz la brecha entre las élites y las clases menos favorecidas.
Catilina sería, finalmente, derrotado y dado muerte en la batalla de Pistora por los ejércitos de la república romana enviados por Cicerón. No obstante, su muerte cerró en falso las profundas cicatrices que dividían Roma y su insolente situación económica. Quizá ello provocó la futurible llegada al poder del cesarismo. No haber resuelto una situación de enorme descontento y desigualdades sociales terminaría por aupar la llegada al poder de Julio César tras derrotar a Pompeyo, convirtiéndose en dictador vitalicio.
Puede que en los tiempos que corren hoy día, donde el poder oligarca se encuentra tan sincronizado con el político, donde las grandes familias y poderosas empresas cada vez son más ricas, donde los políticos cada vez son tan fácilmente corrompidos, y donde las clases bajas y trabajadoras cada vez son más pobres y sometidas; se necesite más que nunca que surja una figura como Catilina, antes de que lo haga un fantoche autocrático y dictatorial. Sobre todo, teniendo en cuenta que ningún individuo de nuestra casta y chusca política llega, ni de lejos, al empaque, la astucia y la hábil oratoria de Estado de Marco Tulio Cicerón.
Catilina. Una revolución fallida, Luciano Canfora (trad. Álida Ares), Punto de Vista Editores, 2025, 480 páginas, 35,90 €.
Foto de portada: Chad Greiter
EL AUTOR
F. VICENTE MANJÓN GUINEA (Madrid, 1968) es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y licenciado en Criminología por la Universidad Camilo José Cela de Madrid.
Es autor del ensayo literario titulado De la literatura y las pequeñas cosas y del libro de relatos Altas miras. Como novelista, ha publicado Una lluvia fina mentirosa y Con tal de verte reír.
Editor y escritor del blog de artículos Memoria de un náufrago y colaborador en el Diario Siglo XXI.
Es socio de ACE.