La escritora Lola Mascarell (Valencia, 1979) reúne en Préstame tu voz (Tusquets) una colección de instantes en los que lo cotidiano se convierte en material poética. Cuarenta poemas inspirados con la familia, los amigos y la vida como llega como temas principales.
© JESÚS CÁRDENAS
Regresar a lo esencial debe ser algo así como volver a casa. También, vivir a pulmón todos los instantes superpuestos con los ausentes y con los más recientes. Así, cada gesto y todas las rutinas adquieren luminosidad; son destellos de asombro constantes, cuyas palabras rescatan tiempos vividos y alumbran los venideros. Con un discurso poético centrado en el arraigo del asombro cotidiano en la juntura de los tiempos se disfruta Préstame tu voz (Tusquets), la cuarta entrega lírica de Lola Mascarell.
Además de internarse en la novela, con Nosotras ya no estaremos (2021), la escritora valenciana ha entregado cuatro libros de poemas que dejan huella: Mecánica del prodigio, Mientras la luz, Un vaso de agua y, el último hasta ahora, Préstame tu voz.
El título de este libro nos suscita interés, pues nos conduce al resplandor que producen los días. Con una cita de Irene Vallejo se inicia el anuncio de revivir otras voces. Constituido por una cuarentena de composiciones poéticas, entre una o dos páginas, que suele estar dividida en varias estrofas, salvo la dedicada a la inagotable “Playa de los Muertos”.
Centra Mascarell su atención en los instantes presentes que se alían fundidos con los del pasado y revelan los del futuro, de ahí que el espacio sea relevante; coordenadas para vivir, amar, escribir. Así, la familia y los amigos adquieren un gran peso, junto con la conciencia del espacio natural que habitamos. Se trata, pues, de una poesía honda, reflexiva y emotiva.
“Son las voces de hombres y mujeres / que ya no están aquí, pero que hablan / a través de los vivos con sus juegos, / sus formas de reír o de marcharse”. Con esta estrofa conforma Mascarell la impecable estructura circular del conjunto, cuyo poema titulado es homónimo al libro. Este guiño textual evoca esa posibilidad de coincidir, en otro espacio sin la linealidad del tiempo. Así, “escribir poesía” consiste en “ese sueño imposible que es volver”.
El perfume de los árboles, de la tierra, de un estado calmado, deleita al lector.
Lo dirá en “Helechos”: “y en migajas que marcan el camino / de regreso a la casa de los padres”. El regreso como tarea existencial al explorar por el universo lingüístico. Cabría pensar en el hogar, también el mar, como un vértice de turbador magnetismo, alrededor del cual cabe imaginar la formación de hondos círculos concéntricos.
La creación poética se intuye dichosa, sin alambicamientos ni retoricismos, cercana a la hija, de tan sencilla que encuentra sentido en el medio natural, acaso un destello, un rumor, un eco: “Yo intento traducir en el papel / la música que cantan las cigarras”. La conciencia despierta para revelar en “Insomnio”: “De pronto el pensamiento abre su cauce / y todo se me anega de palabras”.
En este poema las interrogaciones, plenas de lirismo, inquietan: “¿Es esto la conciencia? / ¿Un animal despierto / en medio de la noche?”. Expresará la creación como un acto de resucitar lo inerte: “Escribir poesía / es cuidar un jardín / donde solo germina lo que muere”.
El tiempo (“seguirá / pasando muy despacio”) se concibe como “capas de pintura superpuestas”, como un lugar de encuentro. Así, Mascarell envuelve con un velo de melancolía sus poemas, y al mismo tiempo nos revela una forma de mirar y pensar todas las vivencias que nos traspasa hondamente siempre desde las raíces.
No sólo los instantes capturados son radiantemente presentes, sino también son impulsados por el garfio de la memoria, que deja escapar la vida de forma fugaz, precariamente, pero expresados con naturalidad: “el eco en que se engarzan las palabras / que tratan de atrapar / cuello que se fue sin decir nada”.
La aceptación de la vida como viene tiene su lugar en “Ventana entreabierta, con un tono natural, los instantes son congelados, en silencio, dejar fluir el verso: “Dejar de huir un rato / y quedarme a vivir en este instante, / […] avenirme al silencio de las horas / y escribir otro verso si es que hay suerte”.
Con esa misma naturalidad que el aire nos mueve, con esa analogía se conciencia la fugacidad de la existencia, también lo hallamos expresado en un verso representativo de “Lo dicen los jazmines”: “Todo lo que nos duele es pasajero”.
Parece que todo adquiriese un síntoma de continuidad vital. Sabe también dejar Mascarell en sus composiciones versos depurados de tono irreal, provocado por las metáforas visionarias: “La noche es la corteza de una herida / que sangra hacia la luz”. De ahí que se imponga en los términos de dudar para crecer, para continuar en el camino, un camino de ida y vuelta, un resurgir, como se deduce en el poema “En suspensión”.
El poemario celebra la aceptación de la vida como viene.
Lo vivido se hace inmenso en el interior. Lo que hay de anécdota, de trasunto cotidiano trasciende en estos poemas, que dejan de ser de Lola Mascarell para ser de todos, así en “Creación del mundo”: “Fue un sábado de octubre en la mañana, / tan perfecto era todo, / que hasta yo comprendí por un momento: / aquello era en verdad el paraíso”.
La poesía de Lola Mascarell es depurada, no coloca una palabra de más, y lo hace manteniendo una sintaxis sencilla carente de muchas dislocaciones. Depura el recorrido de la palabra itinerante, como el propio sujeto.
Léxico sencillo, sin excesiva adjetivación. El ritmo endecasilábico, en apariencia fácil, palpita. Vibra la realidad rebosante de vivencia, que es como nos muestra la naturaleza: “romero y tierra seca, me enseñaban, / que yo, como la luz, / venía a deshacerme / en las cosas que miro”. La conciencia del placer del instante caracteriza este Préstame tu voz, donde se impone regresar a lo esencial. El lector se deleitará del perfume de los árboles, de la tierra, de un estado calmado.
Préstame tu voz, Lola Mascarell, Tusquets, 2024, 96 páginas.
EL AUTOR
JESÚS CÁRDENAS (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 1973) es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla.
Como investigador literario, ha escrito ensayos y dado conferencias sobre Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, García Lorca, Pier Paolo Pasolini… Como crítico literario colabora con reseñas en diferentes revistas literarias.
Hasta la actualidad es autor de los libros de poemas: La luz de entre los cipreses (Sevilla, 2012), Mudanzas de lo azul (Madrid, 2013), Después de la música (Madrid, 2014), Sucesión de lunas (Sevilla, 2015), Los refugios que olvidamos (Sevilla, 2016), Raíz olvido, en colaboración con Jorge Mejías (Sevilla, 2017), Los falsos días (Granada, 2019) y Desvestir el cuerpo (Madrid, 2023).