Con lo telúrico como punto de apoyo simbólico, Teresa Garbí compone un poemario (Cada vez más tierra, Renacimiento) de un gran valor polisémico y de gran potencia lírica: tanto que nos lleva más allá del suelo que pisamos.
© JESÚS CÁRDENAS
De una poesía anodina y frases cortadas, tan hábilmente colocada en las estanterías y entre los libros de poesía más vendidos, pasamos a otra poesía, que sugiere mediante sus imágenes, dejando que la claridad de la palabra escrita nos atraviese.
Cada vez más tierra (Renacimiento) representa esa otra poesía con la que el lector puede deleitarse. Teresa Garbí no es una poeta recién llegada; lleva más de veinticinco años cultivando la poesía, con libros como Cinco (1987), La sombra y el pozo (1993), Sakkara (2015), El aire encendido (2022), entre otros.
El último libro de la zaragozana prolonga el discurso poético desnudo de su anterior poemario, regresa al espacio desnudo que fundamenta lo que nos queda de vida, y en palabras del prologuista Luis Moliner, “tal vez a la espera de una redención imposible, intuyendo el espacio de una resurrección”.
Garbí nos presenta un primer tramos titulado y cuatro más con composiciones sin titular, cuyas conexiones semánticas y estilísticas entre ellos son sutiles, como un afluente que comunicase con otro hasta terminar en la largura del río. Cinco afluentes, así pues.
Nos hallamos ante un libro con una polivalencia semántica que debe tenerse en cuenta. La poeta zaragozana nos envuelve con una expresión sugerente, delicada y firme. La tierra funciona como símbolo. Puede acercarse a la alegría, a las ganas de vivir o, por el contrario encontrarse cercano a la muerte.
Las palabras de Teresa Garbí nos acercan al más allá.
En el primero, “En espera”, constituido por dos poemas clave para la interpretación del conjunto e intuir las singularidades estilísticas que Garbí atesora: luminosidad y capacidad de evocar imágenes. Vale la pena transcribirlo el primero completo, titulado “Prólogo”:
“En Verona, ciudad antigua, dueña de tantas pestes,
de tantas rosas, la muerte clavó su desafío. Sobre un
tablero blanco y negro escribió la huida: el tren lleno de
desterrados, entre la nieve y el mar, solos, como todos los
desterrados del mundo”.
A través de oxímoros y un verso cadencioso gira la esencia del ser: Escudo el silencio de la ciudad / desierta”. Más adelante nos hallamos el título incrustado creando un espacio inhóspito para el ser: “La arena y la nieve lo cubren todo. // Cada vez más tierra”. Sin embargo sobresale el afán por lo que queda por vivir: “Toda la vida en el aire”.
En el segundo tramo, “El bosque”, Garbí sabe del curso final de la vida: “Ya no es una palabra de papel. / Ahora tiemblas: reconoces la muerte”.
El lector no debería perder de vista versos tan emocionantes como contenidas que reproducen, sin embargo, la soledad del sujeto: “La casa y tú, los pasos, el silencio”; “En un solo tono. // Mientras, se derrumba el mundo”. El nivel de aceptación de convivir con los que se marcharon es máximo: “Deja que todo te recuerde a los muertos”.
La tierra funciona como símbolo.
El tramo más reflexivo tal vez sea el tercero, “Parada forzosa”. Así, se visibiliza una de las capas iniciales del recuerdo que no termina produciendo un efecto balsámico: “Debajo, la infancia, las pobres / horas que vivimos / y no nos salvan”. Algunos versos despiertan la conciencia del lector: “Ya no somos personas, sólo muertos, / un código de barras, / sin tierra”.
Cada vez más tierra integra en el lenguaje sugerente, de símbolos interiores al modo de las “galerías” machadianas. El sujeto contempla, lo que ve se traslada al depósito de la memoria y también de la conciencia. Garbí es consecuente con su discurso firme y evocador de imágenes incluso empleando la prosa aforística:
“Mira el cielo: no sabes si las luces que brillan son estrellas
O basura espacial.
Entra en el mar, lleno de cadáveres y de plásticos.
La pandemia corta cabezas en las tierra de los pobres.
Sigue la Danza de la Muerte”.
“Brotes” es el tramo más amplio y esperanzador del libro, también el que vierte más versos dedicados a la naturaleza, aun pudiéndose dar en cualquier parte, tienen el poder de simbolizar origen, vida, principio, a lo que el sujeto se aferra: “Tres flores han brotado en una grieta de mi casa”.
La red semántica de lo natural se va tejiendo ampliamente en torno a la vida: “bosque”, “lluvia”, “viento”, “tierra”, “playa”, “grillo”, “caléndulas”, “paloma”, “pájaro”, “perro”, “hierba”, “buganvilla”, “abejas”, “aroma de azahar”, “montaña”, “agua”… La conciencia por el cuidado de la naturaleza se sugiere poderosamente: “No estamos solos: / aroma de tierra en nuestra piel”.
El asombro por el universo natural se revela sin seres: “La soledad perfecta del paisaje, / sin personas”. El poder genésico de la naturaleza es afín y se alía con el del lenguaje: “Hablan las palabras / de la tierra / que las mueve”. Con todo, las reflexiones siguen dándose en versos amablemente sentenciosos: “Te darás cuenta del engaño: eso es todo”; “También tú, como [el perro], vas a entenderlo todo, / y entonces sonreirás”. Insiste Garbí en que lo negativo no es lo que nos llevaremos, sino “un destello, apenas nada”.
La autora se estrenó como poeta hace veinticinco años.
Llegando al último tramo, “Aromas”, la expresión se ha ido depurando, los versos reduciendo y las palabras conteniendo multitud de sensaciones diversas: “Basta con mirar: creo el aire y la tierra que me sostienen”.
Alrededor de la naturaleza se origina lo atemporal vivo, que contrasta con lo que fue, con los interiores (“la casa”). Con los sentidos alertas, el sujeto logra capturar instantes asombrosos, plenos de vida, tan simples como mágicos, como el dedicado a la lluvia.
Cada vez más tierra termina con versos luminosos: “Cada vez más tierra, con todo el peso de la vida”. Versos que reconocen a la niña que se fue y, con ella, mutó el espacio que habitaba. Las palabras de Teresa Garbí nos acercan al más allá, y nos conectan con lo que somos y seremos, acaso el ciclo vida-muerte tenga su resurrección bajo tierra como la naturaleza: “Si tienes que morir, / no importa: / vivirá tu tierra”.
Cada vez más tierra, Teresa Garbí, Renacimiento, 2024, 100 páginas.
EL AUTOR
JESÚS CÁRDENAS (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 1973) es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla.
Como investigador literario, ha escrito ensayos y dado conferencias sobre Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, García Lorca, Pier Paolo Pasolini… Como crítico literario colabora con reseñas en diferentes revistas literarias.
Hasta la actualidad es autor de los libros de poemas: La luz de entre los cipreses (Sevilla, 2012), Mudanzas de lo azul (Madrid, 2013), Después de la música (Madrid, 2014), Sucesión de lunas (Sevilla, 2015), Los refugios que olvidamos (Sevilla, 2016), Raíz olvido, en colaboración con Jorge Mejías (Sevilla, 2017), Los falsos días (Granada, 2019) y Desvestir el cuerpo (Madrid, 2023).