La tradición vanguardista, el populismo electrónico y la cuestión generacional (III)

El lector tiene ante sí la tercera entrega de la extensa e innovadora reflexión sobre la poesía española actual («Desde los márgenes de la ciudad letrada») a la luz de los cambios tecnológicos que están haciendo de lo virtual, del despacio cibernético, de las redes sociales y de los primeros apuntes de la Inteligencia Artificial, un ecosistema  cada vez más invasivo de la realidad literaria. 
© MARTÍN RODRÍGUEZ GAONA

En las actuales polémicas maniqueas que se fomentan día a día en las redes sociales, se incita a enfrentamientos generacionales en los que los llamados boomers representan los privilegios y el conservadurismo social, mientras los millennials serían las víctimas un mundo analógico cada vez más inseguro y que no ha sabido integrarlos. Óscar Curieses, quien en 2022 cumpió cincuenta años, sería parte de aquellos mayores, aunque realmente, si hubiese que seguir tales compartimentaciones de la mercadotecnia estadounidense, su filiación estaría en la Generación X. Más correcto sería precisar que en 1978, cuando se aprobó la Constitución española, Curieses apenas era un niño de seis años, por lo que estuvo totalmente ajeno a aquel proceso (en mayor medida que los primeros nativos digitales que fueron prosumidores desde su pubertad hacia el cambio de siglo).

Este dato cobra relevancia pues el primer libro del autor logra ser publicado  a sus treinta y cinco años; es decir, a la edad en la que oficialmente se deja de ser joven. Mas dicha aparente tardanza no representaba una anomalía, pues Curieses pertenece a una promoción de inmigrantes digitales que sólo logró abrirse paso con mucha dificultad, a contracorriente, cuando el populismo mediático y antivanguardista de la Cultura de la Transición estaba en pleno apogeo. Aquellos  tiempos de bonanza coincidieron con los fastos de la Generación del 27 y el auge del sistema de premios literarios (decisivos como conservadores filtros estéticos). Debe tenerse en cuenta, además, que otro relato más crítico sobre la transición, como el de la poesía melancólica y proletaria de Manuel Rico, apenas fue tenido en cuenta en dichos años, como sucedería también con la llamada «Poesía de la conciencia crítica».

Es decir, aquella generación en blanco a la que pertenece Curieses padeció un atasco de propuestas relacionado con el afán de comercialidad y la ausencia crítica que permeaban las instituciones culturales y los medios masivos. Así, hasta esos años, todo el debate estético se mantenía alrededor de una poesía figurativa enfrentada a una poesía del conocimiento (los defensores de Jaime Gil de Biedma contra los de José Ángel Valente). Mas muchos poetas nacidos a finales de los sesenta e inicios de los setenta ya estaban cuestionando formalmente el predominio del pudor burgués y del isosilabismo,  practicando el verso libre, el versículo y la disposición espacial en la página, en la tradición de Whitman, Mallarme, Pound y gran parte de la poesía hispanoamericana e internacional. Un proceso en el que activamente habían participado, además, poetas mujeres como Mercedes Díaz Villarías, Eva Chinchilla, Mercedes Cebrián y Patricia Esteban.

Aquella generación en blanco a la que pertenece Curieses padeció un atasco de propuestas relacionado con el afán de comercialidad y la ausencia crítica que permeaban las instituciones culturales y los medios masivos.

En otros términos, Curieses pertenece a una generación en blanco que no fue institucionalizada ni comercial ni académicamente (como prueba la efímera y suicidada Generación Nocilla, en la que sólo tienen presencia  como narradores Agustín Fernández Mallo y Manuel Vilas). Estos poetas inmigrantes digitales, influenciados por el posmodernismo estético y filosófico, intentaban conciliar lo ilustrado, las vanguardias y la deconstrucción posestructuralista, en un entorno que omitía y desconfiaba de tales discursos. Que Constitución española sea un libro en blanco o borrado parece apropiado como retrato de una promoción que no llegó a sus lectores porque el sistema consideró que sus propuestas eran excesivamente minoritarias o excéntricas.

Mas pocos años después, esa marcada filiación histórica con las vanguardias se normalizaría con la aceptación de algunas  de las mejores voces de la poesía millennial, como en los casos de Ángela Segovia y, sobre todo, a partir de la influencia formal de Berta García Faet, cuya escritura desbocada incluso ha producido no pocos epígonos. En otros términos, la actualización de las vanguardias  que Curieses y otros propusieron está en la misma línea que la de algunos poetas millennials, sobre todo mujeres, con quienes coinciden en un lenguaje fracturado e incursiones performativas. Algo que en Curieses puede apreciarse desde Sonetos del Útero (2007), libro cuya  sección “Biolencia” comparte claves con la reescritura vallejiana de Berta García Faet y las resonancias místicas de Ángela Segovia, e incluso con cierta sensibilidad queer, anticipando a Rodrigo García Marina y Ángelo Néstore.  Y esta afinidad no es casual, pues el contacto directo con Lola Nieto y Ángela Segovia está testimoniado textualmente dentro de los propios libros.

Dicho diálogo intergeneracional ha sucedido desde siempre, pero sólo recientemente ha dejado de ser reconocido por el trazo grueso de las estrategias de posicionamiento en el campo literario, obedeciendo a una compartimentación generacional de mercado (de allí la inducida precocidad de aquellos millennials que se adscribieron a la literatura adolescente, con su posterior fomento interesado del edadismo). En efecto, la llegada a la adultez representa un dilema importante para la poesía millennial, tanto en lo vital como en la valoración de sus obras, pues la maduración de sus propuestas se ve obstaculizada por el culto adánico y juvenil que les propone el entorno electrónico, con la ansiedad competitiva propia de quienes buscan destacarse entre  una inabarcable proliferación de autores y libros como resultado de la expansión demográfica.

Un momento en el que se hace necesario tanto evaluar los usos promocionales de las redes sociales como el reivindicar la especificidad de lo literario (desde la pluralidad de referentes posnacionales que ha permitido internet).

Así, trastocados los valores literarios a favor de la publicidad, desde el mercado la identidad millennial se reduce a una infinita competencia por la atención virtual y la visibilidad mediática. El sistema exalta la pérdida del esfuerzo y la excelencia formales, premiando la popularidad de celebridades o influencers que arrastran lectores. De este modo se marca una brecha profunda entre la cultura popular y lo ilustrado, lo que supone una especie de profecía autocumplida con respecto a aquellos prejuicios elitistas derivados del clasismo y la movilidad social.

La propuesta de Constitución española de Óscar Curieses llega, entonces, con gran pertinencia, en plena  hegemonía del entorno electrónico, cuando se ha normalizado una literatura que va más allá del libro por la práctica de lenguajes transmediales. Un momento en el que se hace necesario tanto evaluar los usos promocionales de las redes sociales como el reivindicar la especificidad de lo literario (desde la pluralidad de referentes posnacionales que ha permitido internet). No negar un cambio de época, sino establecer nuevos paradigmas y jerarquías: leer lo transmedial y el paratexto electrónico. En otras palabras, establecer las diferencias  entre escritores, productores simbólicos y creadores de contenidos virtuales.

Constitución española se publica cuando los escritores millennials enfrentan una encrucijada decisiva, pues alcanzada la adultez, constatan que su condición de primera generación de prosumidores nativos digitales les retribuirá muy poco en la vida analógica. Ninguna celebridad o influencer podrá revertir el que como ciudadanos hayan sido preteridos de todos los ámbitos que permitían una socialización adulta y estable.

© Imagen de portada: Pexels. Cottonbro Studio.


EL AUTOR

MARTÍN RODRÍGUEZ- GAONA (Lima, 1969) ha publicado los libros de poesía  Efectos personales (Ediciones de Los Lunes, 1993), Pista de baile (El Santo Oficio, 1997), Parque infantil (Pre-Textos, 2005) y Codex de los poderes y los encantos (Olifante, 2011) y Madrid, línea circular (La Oficina de Arte y Ediciones, 2013  / Premio de poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad), y el ensayo Mejorando lo presente. Poesía española última: posmodernidad, humanismo y redes (Caballo de Troya, 2010). Ha sido becario de creación de la Residencia de Estudiantes de 1999 a 2001, y desempeñó el cargo de coordinador del área literaria de esta institución hasta 2005. También ha obtenido la beca internacional de poesía Antonio Machado de Soria en 2010. Su obra como traductor de poesía norteamericana incluye versiones como Pirografía: Poemas 1957-1985 (Visor, 2003), una selección de los primeros diez libros de John Ashbery,  La sabiduría de las brujas de John Giorno (DVD, 2008), Lorcation de Brian Dedora (Visor, 2015) y A la manera de Lorca y otros poemas de Jack Spicer (Salto de Página, 2018). Como editor ha publicado libros para el Fondo de cultura Económica de México y la Residencia de Estudiantes de Madrid. Con su último libro, La lira de las masas, obtuvo el Premio Málaga de Ensayo 2019. Su último libro de poemas publicado: Motivos fuera del tiempo: las ruinas (Pre-Textos, 2020).  Con el ensayo Contra los Influenccers: la ciudad letrada ante la corporativización ecnológica de la literatura ha ganado el premio Celia Amorós de Ensayo 2022.