Javier Olalde o la autenticidad de lo poético

Javier Olalde reúne lo mejor de su poesía en Escalando el muro (Vitruvio), en el que queda patente su apuesta por una corriente bastante insólita en la actualidad: la poesía de ideas. Sin renunciar a su hondura y búsqueda de lo esencial. 
© PEDRO LÓPEZ LARA

La publicación de Escalando el muro, de Javier Olalde, supone sin duda una excelente noticia para el lector, quien tiene ahora fácil acceso a la obra lírica de uno de los mejores poetas españoles actuales, recogida en un solo volumen, que incluye también un poemario inédito: Materia combustible.

Vamos a examinar en primer lugar el título del libro, Escalando el muro, enigmático en principio, si bien gran parte de lo que en él pueda intrigarnos se aclara enseguida, en cuanto leemos dos de las citas iniciales. La primera es un pasaje célebre de Heidegger: “El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre”. La segunda está constituida por dos versos del propio Olalde: “Vivo escalando el muro de mis propias palabras, / alzándome en palabras…”.

Estas citas deben interpretarse de manera conjunta. El lenguaje es la casa del ser, afirma Heidegger. Pero una casa tiene paredes, no muros. Así pues, el muro al que alude nuestro autor tiene que ser algo más que la pared insinuada en la sentencia del filósofo alemán, algo distinto de las paredes que conforman y delimitan las estancias de una casa.

La poesía de Olalde ofrece alta calidad formal e innegable hondura reflexiva.

El muro evoca otro tipo de construcciones, otros recintos menos confortables. Hablamos de muros, por ejemplo, cuando nos referimos al perímetro exterior de una cárcel, y creo que no sería del todo equivocado decir que el autor se siente, en efecto, encerrado, recluido, en un edificio de palabras, un edificio que él mismo ha decidido construir porque ese y no otro es su destino.

De este modo, un solo vocablo, muro, nos sitúa al escritor confinado en un lugar verbal, un lugar cuyos límites acotan el territorio en el que puede actuar y el instrumento mediante el cual puede hacerlo: las palabras.

La obra de Olalde se inserta en una corriente bastante insólita en la actualidad: la poesía de ideas. Será provechoso indagar en ese sintagma, que nos conduce casi de inmediato a una pregunta: ¿Cuál es la idea que nos transmite la poesía de Javier Olalde? A mi juicio, y primordialmente, esta: el ser humano como una excrecencia extravagante y pretenciosa en medio de una naturaleza por completo ajena a tales pretensiones, de una naturaleza en la que está inmerso como ser de carne y hueso y de la que, no obstante, le separa su capacidad de imaginar dioses e ilusiones de todo tipo.

Es un concepto que, por su condición medular, se encuentra en numerosos poemas. He elegido para ilustrarlo el titulado “Contumacia”: “Porfiados seres mínimos, alzados en relámpagos / fugaces, excedidos animales que piensan / argumentando el vasto deseo irreductible / sobre las calles diarias de la urgencia y el ruido. // Habitantes perplejos de un universo anónimo, / urdiendo los tenaces propósitos humanos / bajo los soportales de las constelaciones. // Animales de furia, de jactancia y tumulto, / uncidos al paisaje del espacio y el tiempo. / Siempre la ávida historia del instinto y la vida, / el contumaz relato precario y excedido”.

Su poesía busca alumbrar lo esencial.

Intentaré en lo que sigue perfilar brevemente la lírica del autor; y con tal fin diré primero qué no es.

Web Oficial del Poeta - Javier Olalde

J. O.

Hay tres riesgos que amenazan a todo poeta y que en el caso de la poesía actual dejan con demasiada frecuencia de ser riesgos para convertirse en lamentables características: en lo que hace a la forma, la arritmia; en lo relativo al contenido, la inanidad; y en cuanto al tono o estilo, el sentimentalismo. Olalde en su poesía elude todas estas amenazas; es más, me atrevería a decir que las rechaza tajantemente, como movido por un íntimo instinto de repugnancia ante ellas.

Por otro lado, y enfrentado a dicotomías tan recurrentes en el quehacer poético como son las que implican las parejas de términos alumbrar / deslumbrar, racional / irracional e intelectual / emotivo, el autor opta sin vacilación por los primeros: alumbrar, racional e intelectual. De nuevo aquí quizá resulte más esclarecedor aquello que descarta, aquello que su poesía no es: su poesía no es algo que ansíe deslumbrar, y en consecuencia el lenguaje de que se vale evita todo tipo de alharacas o fuegos fatuos; su poesía no es irracional, se aleja del aire de misterio con que muchos escritores envuelven la más absoluta de las vaciedades; su poesía no es emotiva, al menos en el sentido de la palabra aplicable a quien nos entrega, sin ningún tipo de hechura conceptual, el flujo de sentimientos que por un extraño espejismo piensa que pueden interesarnos.

Tras haber explicado lo que no es la poesía de Javier Olalde, resultará ahora más sencillo, como pura derivación lógica y terminológica, definir lo que es: una poesía que busca alumbrar lo esencial y se funda para ello en una cuidada elaboración estilística de elementos que son en sí mismos racionales e intelectuales.

Olalde cultiva un género insólito hoy: la poesía de ideas.

Lo básico ha quedado dicho. Pero no quiero acabar sin enumerar al menos algunos otros rasgos distintivos de la lírica de Olalde:

—La dicción sosegada, en la que se manifiesta una voz serena, sin estridencias, refractaria al énfasis y al aspaviento.

—La capacidad de condensación. Un procedimiento que muestra con nitidez esta característica y que nuestro escritor utiliza a menudo es el conocido en la retórica latina como fulmen in clausula. Se trata de un recurso consistente en cerrar el texto con uno o dos versos lapidarios, a fin de provocar en el lector un efecto de sorpresa. Es lo que ocurre, por dar un ejemplo, en el último verso de un poema perteneciente a Toda la tarde andada: “Pero no te lamentes, fuiste rayo”.

—La concepción de la poesía como destino o modo de ser en el mundo.

—La visión melancólica de la existencia. Una melancolía, debemos precisar, que nada tiene que ver con lo quejumbroso y que podríamos calificar de estoica, robusta.

—El realismo antropológico. El poeta se niega a cerrar los ojos ante la realidad y al hacerlo nos dice lo que ve, sin engañarse ni engañarnos. Lo que en sustancia nos dice es: “Esto es lo que hay. Y no hay más”.

Valga también esta última frase para poner fin al presente texto. Solo del lector depende ahora aceptar la invitación a disfrutar de una poesía de alta calidad formal e innegable hondura reflexiva.

 

Escalando el muro. Poesía reunida (1970-2023). Javier Olalde. Ediciones Vitruvio. Madrid, 2023.


EL AUTOR

Pedro López Lara (Madrid, 1963) realizó la carrera de Filología Hispánica, a cuyo término cursó los estudios de Doctorado. Ha publicado artículos y reseñas sobre temas literarios en distintas revistas filológicas, así como manuales didácticos de Lengua y Literatura.

En 2020 fue galardonado con el Premio de Poesía Rafael Morales. El poemario premiado, Destiempo, se publicó en 2021, año en que obtuvo el Premio Ciudad de Alcalá de Poesía por la obra Museo (publicada en 2022). Ha sido finalista de los premios Ciudad de Badajoz, Hermanos Argensola, Tomás Morales, Lorenzo Gomis y Juan Ramón Jiménez de Coral Gables, en todos los casos en la convocatoria de 2021.

Ha publicado también los poemarios Meandros (2021), Dársena (2022), Escombros (2022) y Filacterias (2023). Y ha participado en las antologías Laberinto breve de la imaginación (2021) y Cerca de Hierro (2022).