Juan Aparicio Belmonte (nacido en Londres en 1971 pero madrileño de pura cepa) continua con su ritmo de novela cada cuatro años sin bajar el nivel. En Pensilvania, su última entrega para Siruela, reconstruye la experiencia de acogida en una familia de la América profunda para, con un humor amargo pero también lúcido, dejar constancia de que la política, la ideología, es lo de menos frente al tornado de afectos, contradicciones y necesidades que demanda la especie humana.
© RECAREDO VEREDAS
A todos nos encanta que hablen de nosotros aunque sea mal. Además, y aunque muchos no lo reconozcan, preferimos una mención rotundamente mala que una mediocre. Así ocurre porque al menos el malo ha destacado en algo, aunque sea en la perversidad. Si tal condición es propia del género humano, se acentúa en los escritores. A los escribientes nos pirra figurar —utilizando un verbo demodé— y, mucho más, quejarnos de las menciones ajenas.
El Sr. Aparicio Belmonte habla de mí en esta novela. Al principio creí que me molestaba, pero debo asumir que el desagrado se contrarresta con esa necesidad de reconocimiento inherente al ser humano. Habla de mí cuando lo hace y cuando no lo hace. Nunca antes me había ocurrido. Es una sensación extraña porque yo también lo he hecho. También he camuflado a otros, copiando las emociones y disfrazando la verdad mediante entornos distintos, cambiando el origen, el trabajo, el género. Todos lo hacemos, con una mezcla de prevención y técnica literaria, y resulta fascinante contemplarla desde fuera, cuando uno es el mencionado. El disfraz no es del todo inútil porque el aludido casi siempre se reconoce, pero no lo hacen quienes circundan al aludido, lo que es bastante más importante.
En Pensilvania el narrador fue acogido por una familia de rematados trumpistas.
Pero, por mucho que el Sr. Aparicio Belmonte me haya tocado las napias, por encima se encuentra la literatura y esta novela contiene valores sobresalientes. Empecemos con uno de los más reseñables: la empatía. Como indicaba al inicio, Pensilvania no solo habla de mi cuando lo hace, también cuando aborda otros temas. Walt Whitman lo expresa con brillantez inigualable al comienzo de sus Hojas de hierba: Me canto a mí mismo / y lo que yo canto tú aceptarás / pues cada átomo de mí es también parte de ti. Pensilvania, por lo tanto, ocupa un punto intermedio entre la autoedición y la ficción, lugar que es, paradójicamente, lo más próximo a la verdad, porque en la vida real —sí, la realidad existe, al menos hoy— adaptamos los hechos para que encajen con nuestros deseos.
Así ocurre, por ejemplo, cuando narra el desdichado encuentro del narrador-protagonista con unos skinheads en la luctuosa plaza de los Cubos madrileña. Qué tiempos aquellos. Qué desolación, qué cinismo. Ni siquiera el apaciguamiento propio de la memoria consigue embellecerlos. El momento en que al trasunto de Aparicio le da por partirse la cara con ellos es tan cómico como trágico. Yo también lo hice, aunque con consecuencias menores. A él podrían haberle matado.
El humor en Pensilvania es más amargo, más lúcido.
Pero la cercanía respecto de las acciones no es tan importante como la de los sentimientos porque, como muestra con maldito acierto, la verdadera proximidad, y también el auténtico plagio no está en las acciones sino en las emociones. Así lo expresa en las primeras páginas: los recuerdos tienen una cualidad esencial, que son una mentira tan vigorosa que se disfrazan de verdad. Hay más verdad en el corazón que en el cerebro, es más verdad la emoción de un suceso que su captura fotográfica.
Pero lo más brillante, lo más necesario y urgente, es la añoranza de aquella familia estadounidense que le acogió. En Pensilvania el narrador fue acogido por una familia de rematados trumpistas, fanáticos religiosos, conspiranoicos y amantes de las armas. Si alguien tiene mala prensa entre el progresismo son ellos. La causa del viaje era la típica: el aprendizaje del inglés. Sin embargo, les recuerda con afecto, pese a la inmensa distancia que les separa.
Con la rememoración de ese afecto logra un auténtico mensaje de amor, en la mejor acepción de la palabra. La política es solo una parte de nosotros. De hecho es la más superficial. También existen las emociones, el apego, el afecto consciente e inconsciente, que le hace recordar a Rebecca con cariño cuando ya no puede acercarse a ella. En estos momentos de polarización política, racial, religiosa, económica… resulta incluso revolucionario hallar tal complejidad.
Es más verdad la emoción de un suceso que su captura fotográfica.
El humor es importante en toda la obra de Aparicio, pero en Pensilvania es más amargo, más lúcido, más apegado a la realidad, se aproxima al humor de Wilder, Chesterton o el mejor Trueba (cualquiera de los tres). Así ocurre porque sabe tomar distancia de sí mismo incluso en momentos vitales objetivamente delicados, como son la paliza propinada por los skins o, incluso más delicado, un problema cardiaco. En situaciones en las que tantos optarían por la autocompasión, Aparicio Belmonte elige no tanto reírse de sí mismo sino contemplarse con lucidez.
Les aseguro que, dada mi confusa aparición, no habría escrito este artículito si Pensilvania no hubiera llegado a lo más profundo de mi negro corazón.
Pensilvania. Juan Aparicio Belmonte. Ediciones Siruela. Madrid, 2022. 224 páginas, 18,95 €.
EL AUTOR
RECAREDO VEREDAS (Madrid, 1970) ha estudiado Derecho, Edición y Creación Literaria. Ha publicado diez libros. Incluye los poemarios Nadar en agua helada (Bartleby, 2012) y Esa franja de luz (Bartleby, 2019), el ensayo No es para tanto (Sílex, 2016), la recopilación de testimonios Todo es verdad (Sílex, 2020), las novelas Deudas vencidas (Salto de Página, 2014) y Amores torcidos (Tres Hermanas, 2021), las colecciones de relatos Actos imperdonables (Bartleby, 2013) y Pendiente (Dilema-Escuela de Letras 2004) y el manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema-Escuela de Letras, 2006). Ha trabajado para diversas editoriales, entre las que destaca Alfaguara. Ha sido profesor en la Escuela de Letras y en Fuentetaja. Ha reseñado, entre otros medios, en Quimera, ABC, Política Exterior, Letras Libres y Revista de Letras. Su última publicación es Vida después del sueño (Sílex, 2021), co-escrita con el editor Ramiro Domínguez Hernanz.