Almudena tiene nombre literario

Un repaso a la trayectoria de Almudena Grandes, una escritora que, pese a su repentino adiós, se ha ganado ya la inmortalidad literaria gracias a «Episodios de una guerra interminable», un trabajo «hercúleo» a la altura de su admirado Galdós.
© CARMEN PEIRE

No sé si podré resumir una vida tan intensa en tan poco espacio, así que me ceñiré a Almudena Grandes como escritora. Aunque mi contacto personal con ella vino a través de los homenajes a republicanos, conmemoraciones, festivales de solidaridad y memoria histórica, actos en los que ella participaba junto a personas del mundo de la cultura y en los que yo me encargaba de la regiduría y organización.

 Almudena ha sabido llegar al sentimiento de la gente, de esa gente a la que nadie presta atención.

Mucho antes, apareció en mi vida Almudena escritora, con Las edades de Lulú, lo primero que leí de ella nada más ganar el premio La sonrisa Vertical. Ya era hora, pensé, de que apareciera una voz fresca, desprejuiciada, que escribiera de cosas que hasta entonces parecían vedadas y no solo a las mujeres; pisaba con fuerza una generación nueva, la de los nacidos en la década de los sesenta. Me pareció un libro provocativo, osado, que fui regalando en sucesivos cumpleaños, y no siempre bien recibido por quien lo leía. Pero me reafirmé en lo que pensaba: era una nueva voz literaria, en contenido y forma, algo que corroboré con Malena es un nombre de tango.

AG y CP.

Podrá gustar más o menos, tendrá admiradores o detractores, pero su obra es incontestable. Ella misma comentó, más de una vez, cómo su vida dio un vuelco de 180 grados a raíz del premio La sonrisa Vertical. Y empezó a publicar con asiduidad. Pudo empezar a llamarse a sí misma «escritora». Encontró una casa editorial, Tusquets, que fue sacando sus libros, uno tras otro. Gracias a sus ventas, ha podido escribir lo que le ha dado la gana. Menudo lujo. Y ese mérito es indiscutible, solo de ella. Y mucho más mérito por ser mujer, lo reiteraré una y mil veces, en un país cainita y machista como el nuestro.

Es una de las personas que más libros ha vendido en toda su trayectoria, por encima del resto, hombres o mujeres. ¡Qué gran triunfo! ¡Qué gran antecedente para todas las chicas jóvenes que quieran escribir y que puedan tener en ella un referente! Y más si se tiene en cuenta que no ha sido gran vendedora de un solo libro, sino que ha sabido mantenerse a lo largo de más de treinta años. Y esa fidelidad del lector también le sirvió para volver a dar otro giro, giro arriesgado, también minoritario al principio, cuando decidió no conformarse con lo que hasta entonces escribía, sino lanzarse a novelas que rescataban la memoria de los que defendieron un país moderno, más igualitario, con derechos para todos. Y perdieron. Y fueron silenciados. Y muchos se quedaron en las cunetas. Otros en el exilio exterior y también en el interior. Demasiados años de silencio que había que rescatar. Y Almudena Grandes se lo propuso.

Era una nueva voz literaria, en contenido y forma, algo que corroboré con Malena es un nombre de tango.

Dio con su fórmula mágica cuando decidió unir sus conocimientos de Historia con las pequeñas historias de las que se compone la Historia, cuando quiso desempolvar la memoria de los perdedores, la que aún no se destapado del todo, sobre la que calló todo el mundo por no seguir perjudicando a sus descendientes. Pero también quiso perfilar un lenguaje asequible, que todo el mundo entendiera, que mezclara historias reales con ficticias, como hizo Galdós. Y ha conseguido llegar al gran público. Y el público no es idiota, tampoco sus lectores.

Almudena ha sabido llegar al sentimiento de la gente, de esa gente a la que nadie presta atención, ha sabido contar sus historias, ha conseguido que muchos pensaran que escribía de ellos, de lo que había pasado en su familia, en su casa, o en la casa del vecino. En este país, con el poco apego que hay a la literatura, con los muchos elementos de ocio y distracción existentes, vivir de los lectores es estar en el olimpo de los dioses. Pero eso no es solo azar, puede haber un componente de ello, porque Almudena ha sido una mujer afortunada en la vida, en su oficio, entre sus amigos y en el amor; pero también ha sido muy trabajadora, con una dedicación titánica, un querer hacer y conseguirlo. Horas y horas de disciplina férrea, de saber combinar los cuidados con la escritura, de atender a la familia y amigos y ser capaz de sacar cada dos, tres años, una nueva novela.

Bajo la influencia de Benito Pérez Galdós y sus Episodios Nacionales, y acaso también por Max Aub en sus novelas de El laberinto mágico o en Calle Valverde o La gallina ciega, Grandes decidió abordar los «Episodios de una guerra interminable». En 2010, Inés y la alegría; en 2012 El lector de Julio Verne, para muchos, la mejor de esta saga; En 2014, Las tres bodas de Manolita y por fin, en 2017, con Los pacientes del doctor García gana el Premio Nacional de Narrativa. En 2020 se publicó La madre de Frankenstein.

Creo que en Almudena ha confluido el trabajo titánico, el tocar siempre la tecla acertada, cambiar de orientación si consideraba que había que hacerlo (en esto ha sido una mujer muy valiente), contarnos las historias de la Historia y una varita mágica, una luminosidad, un talento, una fortuna, como queramos llamarlo, que la dotó para ser, además, aceptada y querida. Los que no la conocían podían ver en ella una mujer castiza, del barrio Maravillas, simpática, con desparpajo y voz aguardentosa que podía ser alguien cercano, como esa tía que a veces hay en las familias, la hermana moderna de la madre o el padre, la que fuma, la que no se corta un pelo y dice las cosas como las piensa, la más atrevida. Toda ella invitaba a verla como alguien cercano, a quien esperas incluso levantado porque siempre tendrá algo interesante que contar. El Gran Wyoming decía que nació para ser inmortal, y creo que tiene razón. Lloraremos su pérdida, pero siempre nos acercaremos a los «Episodios de una guerra interminable», su trabajo más hercúleo, para poder conocer esa otra parte de la historia que nos fue arrebatada. Madrid no olvidó a don Benito. Madrid no olvidará a Almudena.

 


LA AUTORA

CARMEN PEIRE (Caracas, Venezuela). Escritora, profesora de talleres de escritura creativa, editora y crítica literaria. Presidenta de AMEIS (Asociación de Mujeres Escritoras e Ilustradoras). Tiene publicados tres libros de cuentos: Principio de incertidumbre, Horizonte de sucesos (ambos en Cuadernos del Vigía) y Cuestión de tiempo (Menoscuarto). También la novela En el año de Electra (Evohé ediciones). Ha llevado a cabo diversas ediciones de la obra de Max Aub: Juego de Cartas, Manuscrito Cuervo, Luis Buñuel, novela, así como antologías: Esas que también soy yo, (mujeres que cuentan), La habitación prohibida y Las cerezas también sangran. Las dos últimas de jóvenes narradores.