El autor aborda la última entrega poética de Alfonso Berlanga, un escritor que vive el tiempo presente, pese a su larga experiencia, «con la generosidad del humanista que es».
© JOSÉ ANTONIO SANTANO
He de confesar que, hoy por hoy, lamentablemente, la literatura en general y la poesía en particular viven un momento agridulce. El excesivo mercantilismo ha hecho que la calidad de los textos no sea el principal valor de una obra. En poesía, el hecho experiencial es determinante frente a lo diferencial, una nueva sentimentalidad de raíces urbanas ha ocupado el espacio póetico, son las cosas y no el alma de las cosas lo que verdaderamente arrastra a la mayor parte de los poetas actuales a escribir y expresarse de un modo homogéneo, clónico y plano. De tal manera que leyendo a uno de estos autores es como si hubieras leído a casi todos. No hay objeto lírico que no pase por algo intrascendental, no existe coherencia temática, sino fragmentación, en todo caso; la coherencia versal es una pose, un modismo que se inserta en forma de reclamo, pero sin más ambición que llegar al mercado editorial mediático que los promocione. Por suerte existe una otra parte de poetas que, sin perder de vista la gran tradición poética española y apoyándose en ella precisamente, imprimen a su obra valores tan incontestables como la calidad, la emoción y la belleza, esta última tan incomprensiblemente denostada. En este grupo de poetas hallamos a Alfonso Berlanga.
Él conoce exhaustivamente la poesía española de todos los tiempos, su obra poética aporta una singular forma expresiva, una incuestionable y ennoblecedora profundización en el hecho poético. Decía el maestro Machado en boca de Juan de Mairena: «Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis el contacto con el suelo; porque solo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura». Nos hallamos, sin duda alguna, ante el gran poeta que hoy nos alumbra con un magnífico poemario, Luz y cal, con el hombre que no ha perdido después de los años ya vividos «contacto con el suelo», que vive la realidad de su tiempo con honesta humildad y con la generosidad del humanista que es. Si en los dos poemarios anteriores, Son aymara y La casa de la Almedina, se advertía un depurado estilo, sujeto a la más grande tradición lírica española pero innovador y abierto, capaz de producir ese temblor que sólo la buena poesía genera siempre, la tercera entrega de Alfonso Berlanga, Luz y cal, viene a confirmar que nos encontramos ante un poeta de una extraordinaria madurez: «Se escapa la luz por las rendijas / cada vez que un deseo / no encuentra su destino», que abducido en este caso por la luz, ha sabido transmitirnos toda su belleza –interna y externa- , ahondando en su significado para proporcionar así a sus lectores un universo donde la palabra no es sino un juego de seducción continuo: «La luz entre tus manos / manantial de vida / para mis sombras». Luz y cal consigue atraernos desde su primer verso, de tal manera que no podemos desprendernos del intensísimo lenguaje que lo contiene, la palabra poética hierve en su interior, nos quema la conciencia y nos libera.
La luz en todas sus formas, la que destella y nos ciega al mismo tiempo, sureña, diamantina, luz de mar y espuma, de blanca cal, de abrasadora cal, fértil, dolorosa, resistente, alegre, seductora, paradisíaca e infernal, luz de vida, como la vida que el poeta contempla día tras día desde su privilegiada atalaya almeriense. En la segunda parte del poemario la cal representa esa otra luz que duele, la luz de la tierra y sus confines, también la solidaridad y la rebeldía al mismo tiempo, como si se tratara de un juego de espejos en el cual la propia semántica estableciera las reglas definitorias: «No existe luz más extensa que la tuya / tierra imponente / desértica / callada…// Hombres sin luz, / Niños descarriados / Mujeres destripadas / Humanidad cautiva… // Cuánto dolor en esta existencia sin luz / en este soliloquio con la soledad del mundo / en esta terrible esencia que la luz no filtra / en esta luz de los sin luz perdidos». Esta es la poesía de Alfonso Berlanga y este un poemario difícil de olvidar. Un libro inmenso, Luz y cal, que nos hará vivir intensamente, capaz de transportarnos en cada verso a la verdadera razón de ser de la poesía, de su esencialidad.
EL AUTOR
JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957), cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de 20 libros, entre los que destacan: Profecía de Otoño. Premio Internacional de Poesía “Barro”. (Sevilla, 1994); Exilio en Caridemo. Premio Ciudad de El Ejido de Poesía 1995 (IEA, Almería, 1998), Íntima heredad. Accésit Premio Internacional de Poesía Rosalía de Castro,(Endymion, Madrid, 1998), La piedra escrita (Alhulia. Salobreña, 2000), finalista Premio Nacional de la Crítica 2000, Suerte de alquimia (Alhulia. Salobreña, 2003), finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2003, Trasmar, de narrativa (Alhulia, Salobreña, 2005), Premio Andalucía de la Crítica “Ópera Prima” 2005; Las edades de arcilla (Alhulia, Salobreña, 2005); Razón de ser. X Premio Internacional de poesía “Luis Feria” 2008, Caleidoscopio (IEA, 2010), Estación Sur (Alhulia, 2012), Tiempo gris de cosmos. Premio Gremio de Libreros de Almería al mejor libro de poesía 2014, (Nazarí,Granada, 2014), Memorial de silencios. Ediciones en Huida (Sevilla, 2014), Los silencios de La Cava (Alhulia, 2015), La voz ausente (Alhulia, 2017), Lunas de oriente (Ediciones Dauro, 2018) y Cielo y Chanca (2019). Textos suyos han sido traducidos al catalán, euskera, gallego, inglés, francés, italiano, búlgaro, rumano, ruso, alemán, portugués, griego, árabe y chino. Actualmente es miembro de la Asociación Española de Críticos Literarios y de las Juntas Directivas de ACE-A (Asociación Colegial de Escritores de España, Sección Autónoma de Andalucía), AAEC (Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios). Asimismo es cofundador de Humanismo Solidario y miembro de la junta directiva de la Asociación Internacional Humanismo Solidario.