Siempre es una buena noticia la recopilación de la obra poética de un escritor con una trayectoria ya asentada y de una calidad contrastada. Este es el caso de Antonio Crespo Massieu, que recientemente ha publicado Memorial de ausencias. su poesía reunida, con prólogo de Guadalupe Grande.
© MATÍAS ESCALERA CORDERO
Desde hace tiempo, en realidad, desde que me topé con Elegía en Portbou, estoy convencido de que Antonio Crespo Massieu, permanecerá en la futura crítica de la poesía española del tránsito del siglo veinte al veintiuno como el poeta de la memoria y de las injustas ausencias que han provocado tanto la barbarie como el tiempo –a lo largo del temible siglo XX–, los dos más acérrimos enemigos del hombre y de la vida. Una, la barbarie, de naturaleza histórica; otro, el tiempo, imbatible fuerza cósmica.
Por eso, que estas poesías reunidas, que abarcan todos los libros publicados, hasta la fecha, por el autor, más algunos inéditos, y que tan valiente y primorosamente ha sacado a la luz Tigres de Papel [1]; que este libro lleve el título Memorial de ausencias (poesía 2004-2015), es algo completamente lógico; pues tratándose de Antonio Crespo, no podía ser de otro modo.
Pocos como él han mantenido el tono elegiaco, al tiempo que esa profundidad emocional que lo caracteriza, de un modo tan sostenido a lo largo de toda su obra, hasta constituirse, creo, en su seña de identidad.
En este libro, de casi quinientas páginas, el lector encontrará los cinco poemarios publicados por el autor entre 2004 y 2015, En este lugar (2004), Orilla del tiempo (2005), Elegía en Portbou (2011), Los regresados (2014) y Obstinada memoria (2015), y una selección de poemas inéditos, anteriores a la fecha del primero de ellos.
Como dice una de las dos citas con las que Guadalupe Grande abre sus palabras iniciales, tituladas “El semejante, el otro, el disidente: los que regresan”, tomada de Walter Benjamin: Solo por amor de los desahuciados se nos ha dado la esperanza; y esa es la voluntad poética de Antonio Crespo, afirmar por débito con los acabados de la historia y del tiempo la esperanza de un sentido final de su sacrificio y desaparición, contra el silencio y el olvido que amenazan con su/nuestra definitiva aniquilación, pues «todo es [debe ser, añadiríamos nosotros] intersección del presente», dice el poeta.
Pero hay otro dato definitorio en este intento de Antonio Crespo Massieu de que pasado y presente se fundan en un presente nuevo y distinto; un tiempo presente que, si no cambia en nada la pasada catástrofe, nos hace, al menos, más dignamente llevadero el futuro; un dato que deja entrever la propia Guadalupe Grande en su magnífico prólogo, la importancia del nombre propio, del nombrar a los acabados, a los desplazados y desaparecidos por su nombre, subrayar su identidad personal intransferible, semejante pero distinta a la nuestra: ya sean los niños/aves de paso de los campos de exterminio o de Ramala, que viene a ser lo mismo, o Juan, o Char, o Celan, o Desnos, o Benjamin, o Machado, o Compayns, o Alí Smail, o San Francisco, o Levinas, o Klee, o su propia infancia en la de su hijo, o su nieto, o Furey, el irlandés, o el arcángel Gabriel, o Alfonsina, o Rilke, o Bereyter, el maestro de escuela, y su amada Helen, deportada a Terezin, o Luisa, o Fritz, muertos para siempre con Helen, quizás, o Felix o Paca, o los anónimos nombres propios del cementerio de Colliure, los Martínez, los Gómez, los Suárez, los Goldberg, los Korzak, los Kurt, o Franta Bass, o Košek, o Eva Picková, niña de Auschwitz, o Domingo Clua, niño de Portbou, o Josef, o Conchita, o los huéspedes amables que acogen a los expulsados y desplazados del mundo, o la buena maestra que cierra la puerta y acoge a todos los niños y sube la montaña, o Yolanda y Germán, y los muertos de Vitoria. Todos ellos regresados, fundidos en la memoria viva del tiempo pasado/presente, fundido, a su vez, por obra y gracia de una sabiduría poética muy poco común, como un solo gran nombre propio, el de los acabados, desplazados y muertos, pero rescatados del olvido, por obra y gracia de esa misma sabiduría elegiaca tan poco frecuente de Antonio Crespo Massieu.
Porque, como la mujer de la maleta azul de Portbou, todos esos nombres están, están por virtud de la palabra ungida, ya con nosotros para siempre, salvados, honrados, resucitados… Están como…
Minúsculas figuras sin rostro que salen de unas maletas
y desorientadas caminan por las baldosas de lo incierto.
Este es el lugar de la palabra.
De lo escrito sobre el mar.
De lo apenas legible.
Es el lugar de la piedad,
de la maleta azul, el cuaderno, la cartera negra.
El lugar de lo perdido y su presencia.
Es la hora detenida,
el exacto lugar de la palabra. (pág. 346)
Y en las palabras/vida, esperanzadas contra toda esperanza, nos quedamos prendados, en el ritmo denso, tenaz y emocionante de los versos que conforman, mientras atravesamos y surcamos las páginas de este libro de libros, y los tiempos, y las incursiones y los regresos del poeta, en una experiencia lectora única, venida como de otro tiempo, de un tiempo en que la escucha y la compasión eran posible.
Estamos, considerado el estado general de la poesía española actual, ante un verdadero acontecimiento editorial, créanme. En un universo editorial como el español, tan lleno de mamotretos inútiles e irrelevantes, emergen, de vez en cuando, libros especiales, relevantes y necesarios; este es uno de ellos.
[1] Que la Poesía bendiga a todos los pequeños editores españoles que contra viento y marea siguen apostando por ella.
Nota: La imagen de portada corresponde a un lienzo de Johan-Hendrik-Weissenbruch (1870-1903) titulado View-of-Seaside. Gentileza de Conche Rodríguez
SOBRE EL AUTOR
MATÍAS ESCALERA CORDERO (Madrid, 1956) es, además, autor de la novela Un mar invisible (Isla Varia, 2009) y de la colección de relatos Historias de este mundo (Baile del Sol, 2011); así como de los poemarios Grito y realidad (Baile del Sol, 2008), Pero no islas (Germanía, 2009) y Versos de invierno: para un verano sin fin (Amargord, 2014). Ha sido galardonado con el premio de literatura dramática, Sala Margarita Xirgu, de Alcalá de Henares, por su obra de teatro El refugio (GPS, 2009), y con el accésit de la primera edición del concurso de Teatro Radiofónico convocado por el Ateneo Riojano y Radio Rioja Cadena Ser, en 2010, por la pieza corta “Búscate la vida”. Es autor también de Memorias de un profesor malhablado (Amargord, 2014), una defensa crítica de la Escuela Pública y de la figura del profesor en las sociedades modernas, y guionista del cortometraje documental titulado Futuro imperfecto, dirigido por Lino Escalera (disponible en https://vimeo.com/86022232). Ha sido incluido, entre otros, en los siguientes poemarios colectivos: Los centros de la calle: antología pequeña (Germanía, 2008), Voces del Extremo: poesía y capitalismo (Fundación Juan Ramón Jiménez, 2008), Voces del extremo: poesía y tecnología (Béjar, 2009), Versos para derribar muros: antología poética por Palestina (Los Libros de Umsaloua, 2009), Para Miguel: Centenario del poeta Miguel Hernández, 1910-2010 (Atrapasueños, 2010), La poesía es un arma cargada de Celaya (Atrapasueños, 2011) y Por donde pasa la poesía (Baile del Sol, 2012), En legítima defensa: poetas en tiempos de crisis (Bartleby, 2014). Como profesor de lengua y literatura españolas, conoció de primera mano el final de la Europa de los bloques militares, desde Moscú, primero; y desde Ljubljana –capital de Eslovenia–, en la antigua Yugoslavia, más tarde. En su vertiente crítica, coordinó la edición de La (re)conquista de la realidad (Tierradenadie Ediciones, 2007), y ha participado, entre otros, en el libro colectivo La República y la cultura. Paz, guerra y exilio (Istmo, 2009). Forma parte de Tierradenadie Ediciones, en donde coordina varias secciones de la revista digital Youkali (www.youkali.net); y pertenece al consejo de redacción internacional de la revista de filología Verba Hispanica, editada por la Universidad de Ljubljana, en la que fue profesor.