“Rendición”, de Ray Loriga, novela en la que el eco del más puro existencialismo matiza su narración que refleja un crudo pesimismo y la convierte en una alegoría de la sociedad actual, definida por la propia visión de su autor. Las redes sociales, móviles e internet, como ojos vigilantes que nos espían e impiden la intimidad personal en la ciudad de cristal de ámbito planetario
© ANA ALEJANDRE
Esta obra, Premio Alfaguara 2017, transcurre en un lugar fuera del mundo, en el límite de este y en su transparencia virtual que no es otra cosa que la que ofrecen las redes sociales y los medios informatizados que van recogiendo todos nuestros datos sin apenas darnos cuenta. El imperio que ejercen estos invisibles hilos sobre las conciencias y el ánimo de los millones de seres de todo el planeta que han convertido al ordenador y a las redes sociales -estas como representantes genuinas de internet-, en el cuasi ojo del gran hermano que todo lo ve y en el artefacto mágico del que emergen las ideas, los consejos, las prohibiciones, los estímulos para el consumo más feroz; usadas como herramientas para crear los miedos, los deseos, las opiniones y difundir las leyendas urbanas y todo los que conforma el imaginario individual y colectivo de una sociedad informatizada, despersonalizada y alienada de individuos que ‘prefieren no pensar por sí mismos y seguir las directrices, la opinión y las consignas que nacen y se reproducen, incansables, en las virtuales redes sociales y en los medios de comunicación y de opinión.
Según Loriga, durante el día y la noche nos observa un testigo invisible y despiadado. Algunos pensarán que es Dios, nuestra propia conciencia, o ese gran ojo vigilante, creado y controlado por los gobiernos o, incluso, por las instancias supranacionales y de ámbito universal. Esa continua vigilancia de la que no somos conscientes parece llevarnos a todos a una era apocalíptica y a convertirnos a los ciudadanos en seres humanos desprovistos de todo tipo de memoria, de los cinco sentidos, de nuestra privacidad; y a vivir sin esperanza de futuro, porque nuestra identidad queda borrada en esa masa informe de seres aborregados, alienados, como meros zombis biológicos, que sólo cumplen la metas, los objetivos y las órdenes que se van filtrando en nuestros cerebros a través de los medios de comunicación y de las siempre sutiles redes sociales que mediatizan la opinión y la uniformizan sin divergencias, borrando el criterio personal para convertirlo en algo difuso, influenciado y generalizado.
Se puede considerar una alegoría, una parábola del absurdo del mundo, de la sociedad actual, en la intención de su autor que ha pretendido convertirla en una obra cercana a La náusea de Sartre y al existencialismo
Este libro habla de muchas cosas distintas y que afectan al común de los mortales como son: la muerte, el desamor, el fastidio, la rutina, la paternidad, la costumbre, la posesión, el engaño; así como, también, habla del trabajo, el sindicalismo, la limpieza, el destino y el bien común y, especialmente, de la mierda, así como suena, pero sin ánimo escatológico.
Utiliza este escritor un lenguaje sencillo y una prosa clara, casi cristalina, con la que cuenta hechos atroces sin alterar el ritmo que sigue un continuo fluir sin saltos. Los diálogos apenas existen y los pocos que hay se encuentran formando parte del resto de la escritura, como queriéndoles dar poca importancia en el transcurso de la narración. La prosa de Ray Loriga, por ese motivo, puede parecer fría e impersonal por ser demasiado aséptica en la dura descripción, sin emotividad ni apasionamiento.
Por tanto, se puede considerar una alegoría, una parábola del absurdo del mundo, de la sociedad actual, en la intención de su autor que ha pretendido convertirla en una obra cercana a La náusea de Sartre y al existencialismo. La náusea está presente en la sensación angustiosa de la nada en la que está inmersa una sociedad en la que se ha perdido la intimidad, en la que todos estamos expuestos a ser mirados, criticados y enjuiciados en una simbólica ciudad de cristal que no permite la intimidad ni los secretos, ni tampoco mantener la vida personal a resguardo de miradas curiosas, de la continua observación a través de los supuestos medios de comunicación interpersonales que actúan como un ojo vigilante que nos espía sin descanso.
También, parece indicar que esa ciudad de cristal, transparente y siempre vigilante es la propia cárcel interior en la que todos estamos encerrados, porque está en nuestra psique y aceptamos los barrotes psicológicos que nos aprisionan por simple conformismo, por comodidad, por miedo a la rebelión y por puro y duro sentimiento previo de derrota. El mal de muchos es el consuelo de todos, y en ese sometimiento a un tipo de vida que nos aliena, nos conformamos con una existencia que nos asfixia en un mundo que se ha vuelto inhóspito, incomprensible y cada vez más inhabitable.
El protagonista ha perdido a su mujer y a sus hijos en la guerra, símbolo de todas las guerras, al igual que ha perdido todas sus posesiones. Lo único que le queda es el vacío de sus ausencias, el sinsentido del mundo que lo rodea y el caos emocional de tantas pérdidas no asumidas.
Se aprecian en esta obra influencias que recuerdan a Juan Rulfo, del que el año pasado en el que se publicó “Rendición«, se celebró el primer centenario de su muerte, y, también, el de Albert Camus. Aunque ese deseo de emulación por parte de Loriga queda en un simple intento, porque es muy diferente a ellos -aunque juegue con el mismo pesimismo subyacente que muestran los escritores señalados-. Intenta usar el mismo y sencillo lenguaje que los antes mencionados y la claridad con la que va exponiendo su drama, sus sufrimientos, sin quebrantar en ningún momento su discurso en el que no utiliza adjetivos, no intenta dramatizar, y en su prosa aséptica se va desgranando el horror que está viviendo en un mundo que se ha vuelto una trampa mortal, una ratonera sin salida. Este autor parece querer, también, emular a escritores como Kerouac, Bulowski y Carver, aunque sólo queda en el intento.
En Rendición hay demasiada asepsia narrativa, quizás para hacerle hueco a todo aquello de lo que quiere hablar su autor y que ha sido enumerado anteriormente, aunque no puede dedicarle mucho tiempo a nada en concreto.
Obra que pretende ser alegórica del mundo real en el que vivimos y en el que el ser humano se encuentra más perdido y solo, a pesar de que virtualmente cada vez se relaciona con más gente a través de las redes sociales y sus señuelos. Resulta demasiado ambiciosa para los resultados conseguidos que ha quedado solo en el intento fallido de explicar el mundo caótico y complejo actual, utilizando el recurso de ese sempiterno “no se dice dónde” ni se sabe “cuándo” ni tampoco “quién” Especialmente, quién es, realmente, el narrador de los hechos, pues solo describe sucesos vagos, genéricos, indeterminados, que no consiguen atrapar al lector y hacerle sentir que lo que lee es algo que le concierne o puede hacerlo. Lugares e ideas comunes que flotan siempre en la indeterminación del momento, del escenario que quiere ser uno y todos, al mismo tiempo, lo que agrava la poca credibilidad de los personajes que parecen prototipos sacados de una película futurista, a lo que ayuda la falta de emotividad, de expresividad y de calor humano en la narración. La voz del narrador y protagonista suena como la de un robot: fría, impersonal, inexpresiva y monótona, como si todo lo que contara no le afectara, aunque está contando su propia experiencia.
En Rendición hay demasiada asepsia narrativa, quizás para hacerle hueco a todo aquello de lo que quiere hablar su autor y que ha sido enumerado anteriormente, aunque no puede dedicarle mucho tiempo a nada en concreto. Demasiada carne para tan poco fuego. Quizás, por eso su lectura deja frío al lector y cuando termina de leerla piensa que en sus páginas le ha hablado de muchas cosas genéricas, pero sin contar nada en concreto. Todo demasiado intemporal, impersonal e indeterminado.
Gracias a la publicidad del premio obtenido, este libro llegó a las librerías con todas las garantías de que se venderá mucho y decepcionará también a muchos lectores. A todos los que esperan encontrar en ella algo que su autor no ha podido o querido llegar a expresar, bien por exceso de planteamientos o, bien, por falta de medios, ganas y recursos narrativos para llevar a cabo tan ambiciosa intención con tan pobres resultados.
Rendición, Ray Loriga, Premio Alfaguara de Novela 2017, Madrid, 2017
La imagen de portada es un lienzo de Lowell Birge Harrison. The Harbour Light. 1900-1910. Gentileza de Concha Rodríguez.
LA AUTORA
ANA ALEJANDRE, cuyo nombre completo es Ana María Alejandre Carrizosa, nació en Azuaga (Badajoz), aunque ha residido en diferentes ciudades de España y Marruecos hasta instalarse definitivamente en Madrid. Escritora de narrativa, articulista, crítica literaria y editora. Licenciada en Derecho, Diplomada en Dirección Comercial de Empresas, Diplomada en Anatheóresis (grado superior) y grafóloga. Asimismo, está diplomada en estudios profesionales de edición y corrección. Ha publicado cuatro obras hasta el momento: Un día cualquiera (novela), en 2013, La ofrenda (novela) 2010, la colección de relatos Doce cuentos solitarios, en 2007 y la novela Tras la puerta cerrada, en 2003. Próximamente, saldrá publicada su nueva novela Cartas cruzadas. Directora y editora de la publicación digital Editanet Espacio Literario y Artístico http://www.editanet.com, y http://www.editanet.org, publicación digital sin ánimo de lucro y de periodicidad trimestral. También, ha creado y mantiene más de una veintena de webs y blogs temáticos en búsqueda de una constante plataforma de expresión por su decidida vocación literaria. Colabora habitualmente como articulista y crítica literaria en Diario Siglo XXI, y ha colaborado esporádicamente en República de las Letras (de la Asociación Colegial de Escritores de España) y otros medios.