En no pocas ocasiones hemos podido escuchar que hoy sería difícil, por no decir imposible, que algún editor de peso arriesgara publicando Ulises, de Joyce, o Rayuela, de Cortázar. Sobre cómo llega la realidad a la literatura española actual y sobre las dificultades de los jóvenes autores en la era digital reflexiona el autor.
© RECAREDO VEREDAS
Parecía que no iba a ocurrir nunca, pero el momento ha llegado: la realidad está asaltando los últimos baluartes de la literatura. Un culebrón como el creado por Donald Trump y los agentes infiltrados rusos, que cuenta con espionaje, contraespionaje y presumible contracontraespionaje, emplazado en las elecciones presidenciales más importantes del mundo, no se le habría ocurrido ni al mejor Le Carré, aquel que escribió las magistrales El espía que surgió del frío o El topo. De hecho la sucesión de investigaciones es denominada “la trama rusa”, lo que confiere a la sucesión de revelaciones reales, falsas o ambiguas, un carácter narrativo. El asalto ha plantado raíces profundas. Cuenta con un soporte único: el receptor crea su propia narración en directo, a través de los miles de enlaces que le suministra twitter. Las redes sociales minimizan la complejidad pero regalan un suministro imparable de noticias entremezcladas que genera una adicción similar a la de las drogas. Crean la auténtica novela postmoderna, el sueño de autores como Thomas Pynchon, aunque carente de la inteligencia visionaria de este. De hecho la última temporada de House of Cards (serie de qualité que muestra el ascenso a la presidencia de Estados Unidos de un matrimonio psicópata) está fracasando y una de las causas es su derrota inapelable frente a la efectividad narrativa de Donald Trump. Sin embargo, aún quedan pequeños focos de resistencia, incluso en nuestra empobrecida España.
La obra de autores jóvenes españoles con aspiraciones literarias rara vez entra no solo en el top de los diez libros más vendidos sino en listas mucho más amplias como la de www.todostuslibros.com, que llega hasta los cien títulos
La visita a una web como www.todostuslibros.com, que muestra las ventas en librerías independientes, ajenas por lo tanto al cuasi monopolio de hipermercados y grandes cadenas, sigue mostrando el predominio de Patria, la novela de Fernando Aramburu, una obra hiperrealista y clásica, que sigue la estela de la gran narrativa del XIX. ¿Por qué ha triunfado Patria? Porque genera el relato coherente de una época hasta ahora cubierto de niebla y de interpretaciones cruzadas. No es el único, pero sí el más completo, gracias a una estructura bien cimentada y al conocimiento exhaustivo que Aramburu posee de aquellos tiempos y aquella sociedad. Patria es, sin duda, una novela histórica, que introduce a personajes de ficción en un contexto real. Su lenguaje puede chirriar en ocasiones a quienes poseemos un canon “bloomiano” pero es imprescindible para la transmisión masiva del mensaje. Las novelas de Javier Cercas también resisten con envidiable coraje a la crisis. La causa es similar: también aportan narrativas de zonas ocultas de nuestro pasado, sea el 23 F, sea la manipulación de la juventud durante los años de la República y la Guerra Civil. El atrevimiento de Cercas y su modernidad es mucho mayor que la de Aramburu y consigue una síntesis que no está logrando ningún autor español vivo: mezclar la innovación literaria (en el desenlace de Monarca de las sombras, donde los vivos se entremezclan con los espíritus consigue una mezcla de verosimilitud y emoción sobrecogedora) y la comprensión de nuestro pasado.
Sin embargo la obra de autores jóvenes españoles con aspiraciones literarias (algunos no tan jóvenes, perdidos en un extraño limbo intergeneracional de cuya existencia no es culpable la generación anterior sino los cambios radicales del público lector) rara vez entra no solo en el top de los diez libros más vendidos sino en listas mucho más amplias como la de www.todostuslibros.com, que llega hasta los cien títulos. La causa no es la falta de calidad de sus obras, tampoco su distribución o promoción. Muchos autores alcanzan niveles notables y los dos grandes grupos editoriales (Planeta y Random House) han apostado por ellos. Sin embargo han nacido en una época equivocada. En los años ochenta o noventa las ventas de muchos habrían, por lo menos, llegado a los veinte mil ejemplares. Pero las tornas han cambiado: una masa lectora sobreinformada por las redes sociales, electrificada por la actualidad, mal pagada, alienada por una televisión cada vez más mediocre (o cada vez mejor, las series son un excelente sustituto a la lectura), difícilmente va a esforzarse en la lectura de una obra que demande una concentración absoluta y que, a diferencia de Patria, no aporte una identificación inmediata con los protagonistas y su contexto ni el relato de unos hechos más que conocidos, aunque no comprendidos. El nicho literario, aunque su presencia en medios se mantenga muy por encima de su audiencia real, ya no es pequeño sino mínimo y nada indica que el descenso vaya a detenerse. En los años que median entre la transición y la revolución digital había menos estímulos, más seguridad laboral y más tiempo para la reflexión. Lo escrito no implica ninguna culpabilización de las nuevas generaciones: bastante hacen con la avalancha que les ha caído encima. Destacan por su originalidad las elecciones de dos escritores tan literarios como Juan Gómez Bárcena o Gonzalo Torné: emplazar su obra en contextos históricos y literarios extranjeros y reconocibles por cualquier lector avezado del primer mundo. Tal decisión facilita la entrada en el mercado internacional y, por lo tanto, una rentabilidad a largo plazo. Quienes no optan por la “globalización” no tienen siquiera esa posibilidad.
La poesía que triunfa no es canónica, ni siquiera moderna o novedosa. Son textos juveniles, de escaso calado e identificación inmediata, que no indagan en el lenguaje. Más bien se dedican a subrayar la obviedad.
Lo escrito no implica que el único camino sea la explicación del pasado de España mediante fórmulas que vinculen la realidad con la narrativa o la adhesión a tradiciones literarias ajenas. Pueden existir otras vías, pero siempre centradas en la presencia de un valor adicional, sea una revelación espiritual, sea la entrada en el mundo del sadomasoquismo light, sea la autoficción, con mayor o menor componente novelesco pero siempre acompañada de un aprendizaje concreto. El acompañamiento de la peripecia de un personaje, al modo homérico, sin otro valor que la comprensión de sus sentimientos y el disfrute del lenguaje tiene un futuro más que oscuro.
Se pueden depositar esperanzas en la recuperación de la poesía. Cierto, la poesía que triunfa no es canónica, ni siquiera moderna o novedosa. Son textos juveniles, de escaso calado e identificación inmediata, que no indagan en el lenguaje. Más bien se dedican a subrayar la obviedad. Sin embargo, acabo de transcribir la opinión de un hombre acomodado de cuarenta y siete años que adora a Paul Celan y a César Vallejo. Quienes viven bajo las tormentas paralelas de la precariedad y la digitalización carecen de tiempo y de herramientas para adentrarse en los viejos –y gloriosos- cimientos de la poesía. Son libres de construir su canon. Ya tendrán tiempo, si les interesa y si Internet lo permite, de crecer. Además, alguno lo hará por su cuenta. La poesía cuenta con la virtud de la brevedad y de la transmisión directa, sin intermediarios narrativos, de sentimientos. Y los sentimientos –sean o no controlados, sean o no convertidos en dígitos o logaritmos- existirán siempre.
EL AUTOR
RECAREDO VEREDAS (Madrid, 1970) ha estudiado Derecho, Edición y Creación Literaria. Ha trabajado para diversas editoriales, entre las que destaca Alfaguara. Ha sido profesor en la Escuela de Letras y en Fuentetaja. Ha reseñado, entre otros medios, en Quimera, ABC, Política Exterior y Revista de Letras. Ha publicado 6 libros. El que más le gusta es el más breve, el poemario Nadar en agua helada (Bartleby, 2012), pero se siente orgulloso de toda su progenie. El último en llegar ha sido el ensayo No es para tanto (Sílex, 2016). Le preceden la novela Deudas vencidas (Salto de Página, 2014), la colección de relatos Actos imperdonables (Bartleby, 2013) y dos obras perdidas en el espacio-tiempo: la colección de relatos Pendiente (Dilema-