En Canon de cámara oscura (Seix Barral), Enrique Vila-Matas ofrece una versión renovada de su Bartleby y compañía, es decir, otro artefacto literario creado para continuar esa gran y poética empresa literaria: la del arte de enjaretar citas. La mala noticia es que suena a truco ya usado.
© EDUARDO LAPORTE
La primavera tiene algunas cosas malas, la alergia, esa astenia que a veces sobreviene con las mudanzas gravitacionales hasta que uno se estaciona, valga la redundancia, en la estación de turno. Por otro lado, la primavera nos ofrece soirées más largas en las que se puede cenar bajo una luz europea común y, con frecuencia misteriosa, pero después del equinoccio, llegan los libros de Enrique Vila-Matas.
Esto, para los muy devotos del escritor nacido en Barcelona en 1948, es sin duda, una feliz noticia. No estoy seguro de que sus lanzamientos sean siempre-siempre en primavera, pero tengo asociado su salto a Seix Barral con esa coincidencia en el tiempo, quizá para que el autor brille con más luz propia aún en Sant Jordi, que es un poco la exaltación de la primavera libresca.

Edita Seix Barral
Todos queremos a Vila-Matas y esto se aprecia en la cariñosa recepción que tienen sus primaverales entregas. Para muestra, este botón de Rodrigo Fresán en Cuadernos Hispanoamericanos que nos ofrece hasta diez argumentos muy convincentes y ponderados sobre las virtudes de la última entrega vilamatiana, con no pocas tuercas de vuelta y algún que otro rizamiento de rizo argumental que incluye a «autómatas transitivos» o «inteligencias transistoras» [sic] al analizar este texto de textos. Así, sostiene Fresán que, con Canon de cámara oscura, Vila-Matas sale airoso del «callejón sin salida» al que le habría llevado Montevideo, su anterior novela, y, es más, sale «elevándose y elevado».
De la etapa de Vila-Matas en Seix Barral y sus primaveras literarias, he vivido algunos otoños, digamos, como lector. Inaugurada con una Dublinesca que no dejó gran huella en mí, hablamos de una década y media de distanciamiento literario con el autor de títulos que tanto me fascinaron en su día, como Bartleby y compañía, El mal de Montano, Doctor Pasavento, Dietario voluble o los relatos de Exploradores del abismo. ¿La edad dorada de Vila-Matas? Es probable.
O que uno fue mutando de intereses, de obsesiones, de entusiasmos, y el universo Vila-Matas seguía orbitando en torno a unos temas que quizá interesaran menos. Así, decía, de la etapa Seix Barral solo logré una fascinación semejante con el potente y sugerente Kassel no invita a la lógica, para llegar a una notable decepción con Mac y su contratiempo, en lo que vine a llamar la eduardomendozización de Enrique Vila-Matas.
Apunta de hecho, Fresán, ese aspecto, en su reseña, aunque pronto niega la mayor. Lamento no estar de acuerdo, y ahí tenemos, o tengo, otro problema con el actual Vila-Matas, porque el «zumbido» a Sin noticias de Gurb resuena demasiado en mi yo lector. Y, ay, se trata, además, de un zumbido extemporáneo, porque leer sobre un extraterrestre transfigurado en Marta Sánchez adicto a los churros podía tener su gracia en 1991. Pero asistir a las tribulaciones de un androide con un nombre (Denver-7) que recuerda más a aquel entrañable Cortocircuito, aka Johnny 5, de 1986, que a cimas atemporales de la ciencia-ficción como la Blade Runner a la que alude el citado Fresán en su ditirámbica reseña resulta algo amargo.
Respecto al libro en sí, más allá de estas sensaciones de cata, por así decir, uno aprecia un volver a fórmulas otrora exitosas, pues Canon de cámara oscura se puede ver como una versión de aquel gozoso (sin bien algo excesivo) Bartleby y compañía. Así, uno preferiría no escribir esta reseña y sumarse al coro de aduladores, que es amplio y cariñoso porque a Vila-Matas se le admira y aprecia, lo cual no significa que haya que aplaudir incondicionalmente todas sus obras.
La obra se lee como un divertimento, quizá una broma hacia sus lectores más devotos.
O, al menos, aplaudir de ese modo tan entregado como se viene haciendo, añadiendo sin rubor la palabra «genial» a una obra, la última, que, a mi juicio, no pasa de ser un divertimento, un juego, quizá una broma (más o menos infinita, más o menos macabra) para con los lectores más devotos, más adeptos, una entrañable tomadura de pelo envuelta en el celofán de las masterpieces que entonces sí resultaría abrumadoramente genial.
Abrazando esa posibilidad, la obra brilla con un fulgor inesperado. La gran humorada de don Enrique, una novela en la que un androide letra-herido que se autodenomina Auctor, con ese deje tan amateur por el juego de palabras autorreferencial, tan insolentemente asociado a la literatura juvenil, a los secretos de la cripta embrujada de laberintos aceitunados; de ser cierto ese fantástico gol por la escuadra a todos los reseñistas metacampanudos, nos encontraríamos con una novela digna de entrar en el canon que un Vidal Escabia del futuro tuviera a bien llevar a cabo. Y me consuela pensar en la posibilidad real de este suicidio literario ejemplar.
Sin esa hipótesis afortunada, Canon de cámara oscura se queda en un ejercicio literario curioso que vuelve al recurso de las citas, todavía dentro de esa visión de la literatura, de los escritores, tan magnificada, mitificada y elevada a los altares que nos hace echar de menos esas obras inolvidables del Vila-Matas de Anagrama, aquel escritor que no hablaba tanto de escritores y bibliotecas como de la soledad, la libertad y la vida como viaje misterioso y excitante.
Canon de cámara oscura, Enrique Vila-Matas, Seix Barral, Barcelona, abril de 2025, 218 páginas.
EL AUTOR

Foto Berta Delgado. YANMAG
EDUARDO LAPORTE. Escritor y periodista cultural. Nacido en Pamplona en 1979, reside en Madrid desde 2005. Ha publicado libros como Luz de noviembre, por la tarde, o La tabla, en Demipage, así como un diario íntimo en la editorial Pamiela y su particular visión sobre Baroja en Ipso Ediciones.
En 2021, publicó otra entrega de su Diario a ninguna parte en la editorial papeles mínimos bajo el título de Tiempo ordinario y la primera biografía en español sobre Battiato (tras la de Margaretto de 1990) en el sello Sílex: En presencia de Battiato. En 2024, ha reunido su visión sobre su tierra natal en Navarra-Madrid, también en Sílex.
En enero de 2025, está prevista la publicación, en Sr. Scott, de La vida suspendida, la historia de un duelo minúsculo. Es socio de ACE y, desde 2024, coordinador editorial de República de las Letras.