Ángel María de Lera (Guadalajara 1912, Madrid, 1984) publicó Se vende un hombre en 1973, una obra premiada que anticipa su compromiso fundacional con escritores, pues pocos años después puso en marcha la Asociación Colegial de Escritores (ACE) que, entre otras iniciativas en favor de las letras, hace posible la existencia de esta revista.
© NOEMÍ SABUGAL
Esto es lo primero que vemos: un hombre es afeitado a navaja por el barbero. El hombre se mira en el pequeño espejo que tiene enfrente y se queda observando su cara como si la descubriese en ese mismo instante. Es lo que dice, que parece como si descubriera su cara en ese momento. Pero no es cierto, porque esta revelación es un trabajo para toda una vida. A veces ni alcanza. Es un día importante para ese hombre: va a salir de la cárcel. Empieza a recordar su vida, a recordarse a sí mismo.
Y pienso: la vida como una navaja de barbero. Para que sea útil, hay que sujetarla con firmeza. Para que no hiera, no hay que apretar demasiado.
Ángel María de Lera publicó la novela Se vende un hombre en 1973. Con ella ganó el Premio Ateneo de Sevilla. Desconozco qué tal le fue con el libro, cómo fueron las presentaciones y dónde las hizo, la respuesta de los lectores y lectoras, si en la prensa le hicieron muchas reseñas o pocas. Sí sé que, tres años después, todavía de forma clandestina, Ángel María de Lera fundó la Asociación Colegial de Escritores, que se legalizó al año siguiente, en 1977. Y es imposible no unir una cosa con la otra, la novela con la asociación, porque el tema fundamental de Se vende un hombre es el compromiso.
El compromiso también es una navaja.
Enrique Lorca, el protagonista de la novela, no quiere comprometerse. Ni en lo sentimental ni en lo laboral, ni en lo político ni en lo personal. A veces parece un cínico; otras, un ensimismado. En cualquier caso, un hombre perdido, confuso, escurridizo, a veces cruel. Algunos le dicen: «Te resistes por egoísmo» o «Tienes demasiado miedo». Él dice que lo que le pasa es que es un incrédulo, que no quiere ver por otros ojos que no sean los suyos, que no quiere seguir el camino que se le señale, que no quiere vivir al dictado. Y sin embargo no ve, no conoce su camino y vive dirigido por las circunstancias, que desde luego no son las mejores.
Estas son las circunstancias: un padre, maestro, asesinado durante la Guerra Civil; la hermana pequeña, muerta de enfermedad y pobreza; su madre, con la que se va a Madrid dejando en el pueblo esas dos tumbas sin lápidas ni cruces, será recogida por compasión por el portero de un edificio y sometida a los caprichos de los inquilinos. Es la posguerra. Miseria material y moral. Algunos personajes de Se vende un hombre tienen una dignidad rayana en la temeridad, como suele ocurrir en las dictaduras. Otros están vendidos.

Publicada en 1973, la obra mantiene su actualidad
Entre ellos, el propio Enrique Lorca, que siempre dice que no quiere venderse. Pero, de todos, las más vendidas son las mujeres. La relación de Enrique Lorca con ellas, su visión sobre ellas, a las que considera «mitad por mitad barro y agua clara», es superficial, penosa, estereotipada. Las amantes, Maribel y Lucy, ambas prostitutas. La madre, Rosario, el ángel del hogar, la sufridora.
En un momento de la novela, Enrique Lorca se encuentra con un escritor. Es un personaje que aparece casi al final y que se narra a sí mismo. Se encuentran en la playa, fuman juntos y Enrique le pregunta si es cierto que es escritor. Cuando se lo confirma, le dice que le parece un oficio hermoso. ¿Por qué?, le pregunta el escritor. Le responde que, para él, el escritor posee los que considera los dos atributos más envidiables: el de poder comunicar a sus semejantes lo que se piensa y se siente, y el de ser libre.
Todo esto se lo niega el escritor, que le dice que los que ejercen este oficio están condicionados por muchas circunstancias y que, además, el escritor raras veces consigue decir lo que quiere y como quiere. «A veces, porque sus facultades no llegan a tanto y, a veces, porque la sociedad no se lo permite», explica.
En los Estados Unidos de la deriva trumpista se han prohibido más de diez mil libros en bibliotecas públicas y académicas. Algunos ya habían sido desterrados antes pero, según la organización PEN América, los libros prohibidos se han triplicado, y han pasado de 3.362 a los más de diez mil actuales, aunque se cree que podrían ser muchos más porque las prohibiciones no siempre se anuncian. En las escuelas e institutos de algunos estados también se han cancelado visitas de escritores y escritoras. Aquí va una pequeña muestra de algunos libros prohibidos en centros educativos: La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca; El color púrpura, de Alice Walker; Ve y dilo en la montaña, de James Baldwin; Beloved, de Toni Morrison; ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, y Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
Es imposible no unir la novela con la asociación, con ACE.
Cuando Ángel María de Lera fundó la Asociación Colegial de Escritores, España se estaba sacudiendo la dictadura de encima. Faltaban más de dos años para que la Constitución entrara en vigor. La recién creada asociación tenía, y tiene todavía, la defensa de la libertad de expresión como una de sus encomiendas principales. El protagonista de Se vende un hombre mantiene una pugna constante entre el compromiso y la libertad, conceptos que considera antagónicos. Pero, en algún momento, llega a concluir lo contrario y dice esto: «La libertad depende asimismo de que haya quien crea en ella y trate de conseguirla para sí y para los demás».
A mediados de abril, se publicó en el periódico El País una valiente tribuna de Siri Hustvedt titulada «El fascismo en Estados Unidos». En ella, la escritora recuerda la fundación, en 2020, junto a su marido Paul Auster y a otros escritores, de la asociación Escritores contra Trump, ahora renombrada Writers for Democratic Action; es decir, Escritores por la Acción Democrática. Siri Hustvedt dice que en Estados Unidos acaba de filtrarse una lista de ciento noventa y nueve palabras marcadas como sospechosas por el Gobierno. Algunas de esas palabras son negro, diverso, gay y mujer. Es fácil hacer la conexión con muchos de los libros proscritos de las estanterías de las bibliotecas públicas y escolares. Ante esto, Siri Hustvedt afirma: «Las palabras importan. Las palabras son acción. Hablar y escribir públicamente, o en la clandestinidad si se agrava la represión, será crucial».
LA AUTORA
NOEMÍ SABUGAL (Santa Lucía de Gordón, León, 1978) es escritora y periodista. Debutó con El asesinato de Sócrates (2010), finalista del Premio Fernando Quiñones y ganó el Felipe Trigo con Al acecho (2013). Entre sus obras, destacan también Una chica sin suerte (2018), sobre Big Mama Thornton, y Hijos del carbón (2020), ensayo sobre la memoria minera. En 2024, publicó en Alfaguara Laberinto mar, que resultó finalista del Premio de la Crítica Castilla-León en 2025.