Los retratos desparejados de Gonzalo Núñez representa una evolución natural respecto a Los búlgaros, una colección de relatos muy divertida y lúcida, también publicada por Sr. Scott.
© RECAREDO VEREDAS
La nueva entrega del escritor y periodista Gonzalo Núñez (Sevilla, 1983) no se trata de una obra superior ni inferior a la anterior, sino de una continuación que muestra a los personajes en otra etapa vital: han pasado de la juventud bohemia a la madurez emocional. Si se examinan de manera conjunta, ambos libros podrían recordar a Los años nuevos, la serie de Sorogoyen, que muestra la evolución de una pareja durante las nocheviejas (y primeros de enero) de una década. El paisaje sigue siendo más o menos el mismo —Madrid, sus calles, sus bares y museos—, pero la mirada ha cambiado: ahora hay más peso, más conciencia, más lucidez. La ironía da paso a la amargura.

Núñez edita de nuevo en Sr. Scott
Todo ello con un planteamiento minimalista pero no por ello sencillo, ni mucho menos, simplón. Núñez se mueve con total desenvoltura en el terreno de la sutileza, como sutil es la trama, pero no por ello menos trama. A saber, la exnovia del protagonista regresa a Madrid, desde Londres, para ofrecer una conferencia sobre el fenómeno del arte flamenco y los retratos de matrimonios que el tiempo (y las circunstancias) separó. El protagonista, inmerso en una nueva relación, duda entre sí comentar o no ese pequeño (o no tanto) suceso con su actual pareja, generándose ya un primer dilema moral apetitoso: ¿la omisión es equivalente a la mentira? Con esos mimbres en apariencia menores, Gonzalo Núñez levanta una exquisita novela corta sobre un tema mayor: la complejidad del amor adulto.
Si en Los búlgaros los referentes eran la nouvelle vague y Woody Allen, aquí asoman autores más maduros, grandes narradores del alma. Tal vez la gran referencia sea Javier Marías, pero Núñez acierta al alejarse de su muy reconocible estilo en favor de una mayor concisión. También se percibe la influencia de narradores como Peter Stamm o Julian Barnes, expertos en el amor maduro, sus matices y sus traiciones. Incluso Rachel Cusk puede citarse al hablar de las reflexiones sobre el amor y la pareja, que alcanzan en este libro una lucidez indiscutible.
Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en citas como esta: «A veces es mejor no tener constancia de nada, ni siquiera de lo malo, o sobre todo de eso. Un secreto nunca revelado o una infidelidad que no deja trazas o una maldad pasajera que no se concreta en nada es un árbol que cae en un bosque deshabitado, algo que no existe porque no genera consecuencias. Solo los hechos que generan consecuencias importan, así que la mayoría de las cosas no importan porque no suceden. Nos movemos entre mundos posibles y desperdiciados y solo a uno llamamos vida».
Ese tipo de pensamiento está bien integrado en la narración, sin que suene impostado ni excesivamente literario. Es parte del tono, parte de los personajes. Resulta muy original la mirada sobre Madrid, que mezcla la cotidianeidad con la extrañeza. El narrador y los personajes sienten a la ciudad propia y ajena al mismo tiempo.
Las referencias al arte —a esos «retratos desparejados» que dan título al libro— no resultan irritantes ni pedantes: están absolutamente insertadas en la novela y son casi necesarias. Funcionan como un contrapunto visual a la vida interior de los personajes. Una especie de correlato objetivo. Además, son originales: no se trata de guiños posmodernos ni de nombres lanzados para exhibir erudición, sino de menciones a obras renacentistas y medievales, ajenas a la modernidad emocional que sacude a los protagonistas. Esa tensión entre lo representado con precisión en el lienzo y lo inestable de los afectos actuales redimensiona las escenas, las vuelve más densas, más inquietantes.
Con unos mimbres en apariencia menores, Núñez levanta una novela mayor.
Todos los elementos (estructura, ritmo, tono y personajes) encajan sin esfuerzo aparente. No echamos de menos una trama más cargada de peripecias, ni giros espectaculares. En cuanto a los personajes, su complejidad es notable. No hay buenos ni malos, sino seres humanos que intentan al mismo tiempo ser libres y no hacer demasiado daño, que conviven con sus contradicciones sin grandes gestos ni grandes verdades.
Y luego está el final: lleno de esperanza y amor puro, tan extraño y vivificante en estos tiempos nihilistas, un final que sorprende y a la vez resulta coherente. Un cierre que deja una huella duradera y confirma que Los retratos desparejados no solo es un paso adelante en la obra de Núñez, sino una de esas raras novelas que se sienten verdaderas. Y que, como diría el poeta, que la vida va en serio uno lo empieza a comprender más tarde, es decir, cuando se deja atrás la juventud.
Los retratos desparejados, Gonzalo Núñez, Sr. Scott, marzo de 2025, 160 páginas, 17 euros.
EL AUTOR
RECAREDO VEREDAS (Madrid, 1970) ha estudiado Derecho, Edición y Creación Literaria. Ha publicado diez libros. Incluye los poemarios Nadar en agua helada (Bartleby, 2012) y Esa franja de luz (Bartleby, 2019), el ensayo No es para tanto (Sílex, 2016), la recopilación de testimonios Todo es verdad (Sílex, 2020), las novelas Deudas vencidas (Salto de Página, 2014) y Amores torcidos (Tres Hermanas, 2021), las colecciones de relatos Actos imperdonables (Bartleby, 2013) y Pendiente (Dilema-Escuela de Letras 2004) y el manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema-Escuela de Letras, 2006). Ha trabajado para diversas editoriales, entre las que destaca Alfaguara. Ha sido profesor en la Escuela de Letras y en Fuentetaja. Ha reseñado, entre otros medios, en Quimera, ABC, Política Exterior, Letras Libres y Revista de Letras. Su última publicación tras Vida después del sueño (Sílex, 2021), co-escrita con el editor Ramiro Domínguez Hernanz, es Soberbia (De Conatus, 2024).