Carlos Muñoz Viada (Madrid, 1967) combina su profesión de abogado con la literatura y en su segunda novela se lanza de lleno al género del thriller, pero desafiando ciertos corsés y convenciones, lo que se traduce una obra más viva y estimulante que la de muchos autores consagrados.
© JUAN ÁNGEL JURISTO
Pocas veces se nos dan en la literatura ejemplos como el que aquí reseñamos que suelen, sin quererlo, poner en solfa los artificios de que están hechos muchos géneros. Dicho así estaríamos tentados de decir que Carlos Muñoz Viada ha cometido el error de muchos aficionados, el de enseñar las cartas que ningún profesional estaría dispuesto a hacer, no por enseñar el secreto sino, porque este lector ve que la cosa guarda menos misterio que el que parece. Ello no significa que la novela de Muñoz Viada sea menos ‘novela’ que la escrita por un profesional, al fin y al cabo las obras deben juzgarse por ellas mismas y esta la cuento entre las mejores que he leído, esta temporada, del género, sino justo al contrario. Y no creo que el autor sea muy consciente de lo que finalmente resulta de todo ello.
El autor es un reputado abogado cuya especialidad es la Propiedad Intelectual, además de asesor jurídico del Grupo Publicis. De su especialidad destacan dos obras: La transmisión de la Propiedad Intelectual: el contrato de edición y La compatibilidad entre la pensión de jubilación y la creación intelectual: los escritores, de próxima publicación. Además, ha publicado la novela histórica El legado de los arévacos.

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La escuela de Turín, por tanto, es su segunda novela y un thriller de alta calidad cuya motivación, según su autor, es que además de pasárselo bien escribiéndola ha dado paso a ciertas pasiones, como es el cine, especialmente el del thriller. De hecho, no tenemos más que fijarnos en el titulo para, sin alardes, darnos cuenta de la relación con The Italian Job, suponemos que con la película de 1969 que dirigió Peter Collinson con Michael Caine, Noel Coward y Raf Valone y no el remake de 2003, bastante más pedestre. Aquel robo ya mítico en el mundo del cine dio a conocer Turín como paisaje y su bello entorno alpino como capital del robo hecho obra de arte, mucho antes de que la saga de los Ocean’s Eleven, versión pop y tonta del Eterno Retorno de lo Mismo.
Que Carlos Muñoz Viada es un apasionado del cine y del thriller no hace falta decirlo y se demuestras nada más abrir la novela y comenzar a leer: “Mientras recorre el pasillo que le llevará hasta la salida, Leonardo se dará cuenta de que esa será la última vez que lo haga”. Aquí no hay alardes de ningún tipo, el autor quiere que sus personajes hablen como en el mundo de las películas de delincuentes finos. Porque Muñoz Viada no es autor que guste del gore aunque haya escenas propias de la cosa; al fin y al cabo estamos tratando con criminales y asesinos, y aquí justamente reside la originalidad de la novela pues el autor se ha propuesto ser fiel a un estilo de género que le subyuga.
Otro ejemplo: “El sábado, Pablo la llevó a cenar al restaurante Epicure, en el 112 del Faubourg Saint Honoré, muy cerca del hotel. Se trata de un hermoso restaurante, con tres estrellas Michelin, que sirve comida francesa en una sala muy elegante, en la que es obligatorio que los hombres vistan traje con chaqueta aunque la corbata no es obligatoria. Según le explicó Pablo, para muchos aquel era el mejor restaurante de París, y ella da fe de lo bueno que estaba todo y que el servicio era de primerísima calidad”.
Aparentemente el texto parece sacado de alguna Wikipedia, pero si hemos atendido a la confianza ciega que Eva Romo tiene por Pablo Vázquez a lo largo de la novela, hasta que un problema financiero le hace abrir los ojos quizá, por primera vez en su vida para no volverlos a cerrar jamás, no nos debe extrañar que se tome al pie de la letra las gastronómicas de un hombre en que confía ciegamente y no tenga suficiente libertad de crítica ante lo que Pablo le dice.
La obra de Muñoz Viada vuela alto al librarse de ciertos prejuicios.
Un día, ese mundo interesadamente arcádico en que vive Eva se desmorona con la desaparición del marido. Eva es requerida por las autoridades y es entonces cuando cae en la cuenta de que Pablo es un extraño porque en realidad no sabía nada de él. Pero he aquí que al cabo del tiempo reaparece transmutado en su verdadero ser: Pablo es en realidad Sante Sancroti y se crió en la Barriera de Turín. Allí conoció a Leonardo Notarbartolo0, con el que termina montando La escuela de Turín, con personajes a cada cual más estrambótico, como el Rey de las Llaves, pero todo ello establecido muy bien dentro del canon del thriller. Tanto como las palabras que Sante dirige a Eva, repetido de una forma u otra como un mantra del género: “Eva, ¿en qué mundo vives? Hoy día la honra la da el dinero. Da igual dónde lo hayas sacado o de donde proceda. El dinero lo blanquea todo. Y no hablo solo e corrupción o tráfico de influencias, ni siquiera de tráfico de drogas o de armas sino de derechos humanos”.
Pero Muñoz Viada respeta el amor cuando es genuino. En la batalla que lleva con el Monstruo, Sante se sacrifica y finalmente deja a Eva y sus hijos, transmutada en Ana Arias, dueña de una finca en Argentina llena de vacas que para sí quisieran algunos de Texas, que tanto presumen. Hasta aquí, y creo haber traspasado el límite que se otorga a los reseñadores de thrillers, llego a explicar la trama, que pueden hallar en montones de películas del mismo jaez.
Creo que el hallazgo de la novela es justo lo que intentan evitar los prefesionales. Por eso a algunos les va tan mal en estos negocios. Con pasión, transparencia y saber del asunto se puede llegar a escribir una obra que está por encima de muchas precisamente porque no participa de ciertos prejuicios.
La escuela de Turín, Carlos Muñoz Viada, Valparaíso ediciones, Granada, 2024, 286 pp.
EL AUTOR
JUAN ÁNGEL JURISTO. Escritor, crítico y periodista, nació en Madrid en 1951. Estudia filología española en la Universidad Complutense. Ha colaborado, entre otros medios, en El País, dirigido la revista literaria El Urogallo y la sección de cultura en El Independiente y El Sol. Ha ejercido de crítico en La Esfera, del diario El Mundo. Más tarde se incorporó a La Razón y actualmente colabora en ABCD las Artes y las Letras. Ha colaborado en las más importantes revistas literarias y culturales españolas. Es autor de los ensayos Para que duela menos (1995) y Ni mirto ni laurel (1998). Es autor de tres novelas: Detrás del sol (2006), El hilo de las marionetas (2008) y Vida fingida (2012).