Cuando el yo lo forman los otros: ‘Diario del afuera’, de Annie Ernaux

La editorial Cabaret Voltaire nos ofrece otro título de Annie Ernaux, Diario del afuera, publicado por primera vez en Francia en 1993. Estampas urbanas desde la periferia de París que muestran una escritura del yo que renuncia, curiosamente, a la introspección para hablar de uno mismo. 
© EDUARDO LAPORTE

Imaginemos cómo sería Annie Ernaux de no haberse instalado, en los años setenta, en una ciudad tan peculiar —por anodina— como Cergy-Pontoise, aún definida, como pasa con ciertas tecnologías, como una ciudad nueva. Y definida, en este podcast, como la ciudad que no existía.

¿Cómo sería la literatura de la premio Nobel de Literatura 2022 de haber pasado media vida no ya en una urbe desangelada, pragmática, periférica, sino en la excesiva Nápoles o en la exótica Marrakech?

No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que desde 1977 vive en una ciudad que, en el momento en que se instaló, estaba poco menos que a estrenar. París se satura y durante los años sesenta se crean distintas «ciudades nuevas», apodadas así entonces («villes nouvelles»), en torno a la capital, pero también en las afueras de otras localidades tensionadas como Ruán, Lille, Marsella o Lyon. En España las llamaríamos «ciudades dormitorio», aunque aquí surgieron y crecieron de manera más espontánea y atolondrada.

El tema daría para mucho y desde esa curiosidad se puede leer también este Diario del afuera que su autora publicó, como Journal du dehors, en Gallimard en 1993. Comprende, como la propia autora señaló, «una colección de instantáneas de la vida urbana colectiva» recopiladas entre los años 1985 y 1992.

Es, por tanto, un diario, con su marchamo íntimo, pero también una radiografía del entorno, un entorno peculiar, expulsado del centro, de París y la vida, pero también vinculado inevitablemente a la capital a través de ese cordón umbilical que conforman los trenes de cercanías. Si Annie Ernaux fuera inglesa o viviera en Londres, también lo podría haber titulado Diario de una commuter. O, si fuera española, y lectora de Umbral, Un ser de Cercanías, en un guiño imposible hacia ese libro por cierto muy inspirado del escritor español.

Pero quiénes somos para proponer nada. Valgan esos juegos de palabras para incidir en esa vida en tránsito, dependiente del RER, en esa condición de viajera cotidiana que es todo habitante de una ciudad dormitorio que no quiere quedarse dormida del todo.

Así, uno de los hallazgos de este libro íntimo es la no renuncia a lo público, algo, por otra parte, muy característico de la obra de Ernaux. Ella misma lo señala en otro libro suyo publicado en España por  la misma Cabaret Voltaire, La escritura como un cuchillo: «He de hacer una diferencia entre el diario realmente íntimo y el que contiene un proyecto preciso, es el caso de Diario del afuera y La vida exterior, que dan voluntariamente la espalda a la introspección y la anécdota personal, y en los que el «yo» no aparece mucho».

Es cuando Ernaux aparece, cuando se implica, cuando el texto cobra más vida.

Algo parecido dirá en el prólogo la edición de 1996 a su Diario del afuera cuando señala que «se descubre más de uno mismo proyectándose en el mundo exterior que en la introspección del diario íntimo».

Por esta idea, por sí sola, ya merecería la pena el libro. Es decir, por el hallazgo de ese método de autoconocimiento que se da a través de los otros, por aquello que llama nuestra atención, despierta nuestras emociones, nos deja indiferente, nos genera ira o piedad. Creo que fue Kafka quien dijo, en uno de sus aforismos, que «es en sociedad cuando realmente nos descubrimos».

Y con esa pauta, la Annie Ernaux de entre cuarenta y cincuenta años teje ese mosaico que habla de ella al tiempo que habla del mundo que crece a su alrededor, del espíritu de su época. Y lo hace de un modo que recuerda a la propia ciudad que la acoge, esa ciudad nueva un tanto desangelada, sin historia, fruto de una decisión tomada en un despacho (en concreto, en el el de Paul Delouvrier, responsable, desde 1961 a 1969, de ese tipo de políticas de planificación acaecidas durante los Treinta Gloriosos, como se conoce al periodo de prosperidad económica que vivió Francia entre 1945 y 1975).

¿Habrá leído monsieur Delouvrier Diario del afuera? Murió dos años después de su publicación, por lo cual es técnicamente posible.

Annie Ernaux en 1988, época en la que escribió ‘Diario del afuera’

Pero hablábamos de la prosa algo desangelada, de mujer helada, como la arquitectura de la propia Cergy-Pontoise, esa ciudad nueva ya no tan nueva y no tan peri-férica, pues se sitúa a casi setenta km, hora y media larga en coche según los navegadores. Son estampas desprovistas de pathos, en esa intención ernauxiana de quedar fuera de la foto, de retratarse, como dijimos, a través de todo lo que no es ella. Y esa fortaleza acaba siendo un tanto su debilidad, pues esa mera recolección de instantes es la de un observador común, la que se fija en un indigente, en un joven que desempaqueta sus compras, una pareja que compra carne para toda la semana, pero desde una frialdad y ausencia de piruetas estilísticas que el lector queda también ligeramente expulsado.

La prosa es algo fría, desangelada, como la arquitectura de la propia Cergy-Pontoise.

En cambio, cuando Ernaux aparece, cuando se implica, el texto cobra vida. Como cuando describe a un indigente que usa el humor para sonsacar las monedas del público transeúnte. Así, con sus ademanes histriónicos y sus chistes alegres entre la grisura periférica («denme una moneda pequeña, las grandes también se aceptan») pone a cada uno en su sitio. Él es un vago, que bebe y no trabaja, justo lo contrario que los viajeros. «No denuncia a la sociedad, la consolida», remacha Ernaux.

Libro, por tanto, que a veces resulta tan plano como la propia ciudad que acogió a la familia Ernaux, pero que resulta atractivo por el desafío de rescatar lo literario donde a priori no lo hay. Porque la vida, como las hierbas tenaces entre los adoquines, siempre acaba aflorando, incluso en los escenarios más desangelados, es decir, desprovistos de cualquier ángel.

 

Diario del afuera, Annie Ernaux, Cabaret Voltaire, octubre de 2024, Madrid, 121 páginas.


EL AUTOR

 

Foto Berta Delgado. YANMAG

EDUARDO LAPORTE. Escritor y periodista cultural. Nacido en Pamplona en 1979, reside en Madrid desde 2005. Ha publicado libros como Luz de noviembre, por la tarde, o La tabla, en Demipage, así como un diario íntimo en la editorial Pamiela y su particular visión sobre Baroja en Ipso Ediciones.

En 2021, publicó otra entrega de su Diario a ninguna parte en la editorial papeles mínimos bajo el título de Tiempo ordinario y la primera biografía en español sobre Battiato (tras la de Margaretto de 1990) en el sello Sílex: En presencia de Battiato. En 2024, ha reunido su visión sobre su tierra natal en Navarra-Madrid, también en Sílex.

En enero de 2025, está prevista la publicación, en Sr. Scott, de La vida suspendida, la historia de un duelo minúsculo. Es socio de ACE y, desde 2024, coordinador editorial de República de las Letras.