La contemplación que revela la otra realidad

Absolutamente nada de lo humano le es ajeno al poeta Alfredo Saldaña (Toledo, 1962) que, con sus versos de La acción es el frío (Olifante), demuestra su capacidad para una observación tan pura que le lleva a otra realidad, la otredad.
© JOSÉ ANTONIO SANTANO

¿Dónde, en qué lugar habita el poeta? ¿Existe un espacio único para el poeta? ¿Hacia dónde dirige su mirada? ¿Quién es realmente? ¿A qué responde cada verso, cada segundo de su vida? ¿Se enfrenta cada día al vacío, al abismo de la palabra que surge del caos o la armonía? Muchas son las preguntas que podríamos hacernos y posiblemente todas sean difíciles de contestar o de contestarlas muchos serían los matices que cada cual pudiera relatar.

No existe una verdad absoluta y, sin embargo, del interior del poeta germina una verdad —su verdad— que no es sino el resultado de su experiencia vital unida a la palabra en una simbiosis mágica, relevante y precisa. Los caminos hasta llegar a ella (la poesía) pueden ser variados y disímiles, pero la consecuencia final, lo trascendente del proceso es siempre o debe ser siempre un temblor, una turbación, una explosión total de los sentidos.

El profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Zaragoza, y también poeta Alfredo Saldaña Sagredo (Toledo, 1962) nos propone deambular por ese estado de embriaguez poética en el cual la palabra renace nueva y distinta en cada verso y se propaga vivaz y ardiente, provocando una sacudida emocional honda y cierta, como se puede comprobar tras la publicación por Olifante de su último poemario La acción es el frío.

Acredita al poeta Alfredo Saldaña una trayectoria sólida y prueba de ello son los siguientes libros de poesía: Fragmentos para una arquitectura de las ruinas (1989), Pasar de largo (2003), Palabras que hablan de la muerte del pensamiento (2003), Humus (2008), Sin contar. Poesía 1983-2010 (2010) y Malpaís (2015).

Para la también poeta y discípula del profesor Saldaña, Celia Carrasco, quien prologa este interesante y luminoso texto poético, en respuesta a la primera de las que inician este comentario relativa a “qué lugar habita el poeta”, escribe: «El poeta abandona el malpaís de la derrota y la malasangre de la devastación y se concede a esa escucha en la que todo el texto de su mundo de repente se ahoga y se a no nada. Habita la erosión de toda herida para soltar el lastre de la piel. Acoge cada nombre peregrino en su odre de tinta, en su regazo, Y es rito fantasmal en la sangre discreta del lenguaje que lo cumple. Allí se erige en hueco, o tal vez solo en válvula callada. O quizás en el humus de la luz —carámbano verbal de un sacrificio en el que hoy se desnace otra mirada—».

Lo que equivale a decir que tras toda negación de la negación surge la esencialidad del verbo y el lenguaje se hace entonces más puro, más radical y contundente, crecido por la concienciación de lo distinto y diferente, por la observación del mundo que conduce al poeta al conocimiento de otra realidad, que no es sino la otredad; realidad que no es sino la vida: «Vivir es abandonarse, / abrir paso al desaliento / en el que resiste la plenitud de la nada, / pensar en una soledad lacustre, / y sin regreso, liberarse…(…) Vivir es perderse / en el corazón pedregoso / del adentro / caminar sin estrategia / y sin un objetivo trazado… (…) Vivir es ausentarse, / desaparecer como quien / anochece entre las nubes, / se olvida de sí mismo / y se lastima al tropezar…(…) Ser un anónimo, / el nombre de nadie, el sello / más extraño y más seguro».

Son para Alfredo Saldaña la vida y la poesía una misma cosa.

La poesía de Alfredo Saldaña, y este libro lo confirma, se alimenta de la constante observación del mundo y la condición humana, de su profunda reflexión, al interiorizar así todo lo que calladamente permanece y le habita, y que convierte en esencia a través de un lenguaje aromado de luminosos silencios que acrecientan y conforman la propia soledad del poeta: «Importa, eso sí, / cuidar la soledad que acoge / la profundidad del abismo / y vaciarla para que solo / esté llena de sí misma». Saldaña crea un juego de contrarios y aboca al lector a adentrarse en él: «Si todo fuese afuera, / ¿habría ahí lugar para el adentro?   // En el no a veces está el sí».

La duda, el pensamiento, la mirada surge en cualquier espacio y tiempo, nada se resiste a los ojos del poeta que vive en sí mismo el mundo, sus contradicciones, el frío de su realidad: «El frío del mundo / se abraza bajo las piedras / como la lluvia / resbala / sobre tu rostro. / Toda la vida del mundo / cabe en la explosión de un deseo. / Toda la muerte del mundo / se conjuga en un signo de interrogación».

Saldaña da clases en Zaragoza.

En este poemario, Alfredo Saldaña dibuja las palabras en el blanco de la página, esboza todos los silencios y soledades, el pensamiento: «Pensar en un hombre o en un pájaro / sin palabras, casi sin aire / en el que trazar su vuelo, / es cuidar la soledad del uno / acompañado por la soledad del otro».

Escribir se convierte entonces en una necesidad inextinguible, abarcadora de un determinado “ser” y “estar” en el mundo, que incita a desbrozar la vida de lo banal y nimio para adentrarse en el vacío de la propia nada y abismarse en él para ofrendarse y ofrendar la palabra en toda su desnudez: «Piensas ya al margen / de lo que ves y conoces / y solo en el humo / que asciende hacia el abismo / encuentras tu rostro, / la imagen extraña de tu semejante».

Son para Alfredo Saldaña la vida y la poesía una misma cosa. La palabra el eje central que todo lo mueve, y el poema «una herida que se abre / en un lugar vacío», como «una obra es tanto más perfecta / cuanto menos importa su autor». Insiste el poeta que, mirándose desde afuera en la idea de un lugar desde donde «Contemplar el vacío. Amamantar el vacío. Empobrecer el vacío o Desechar el vacío», en la creencia de que «un poema todavía puede consolarnos».

Tras toda negación de la negación surge la esencialidad del verbo.   

El poeta Saldaña tal vez sea aquí ese apátrida del que escribe: «Viene de ninguna casa / y se desplaza hacia ningún lugar (…) Cae la noche. Respira y ya / no está. Es la palabra de nadie, / el blanco en el centro / desplazado de lo blanco, / la sombra que se achica cuando / la vida calla más que la muerte.  / ¿Cómo es posible / que el vacío sea tan pleno».

La acción es el frío es, sin lugar a duda alguna, un poemario necesario y sobresaliente, en el que la palabra brota como un haz de luz imperecedero y Saldaña un poeta cuya verdad resplandece en cada verso.

 

La acción es el frío, Alfredo Saldaña, prólogo de Celia Carrasco Gil. Olifante, 2023, 104 pp.


 

EL AUTOR

JOSÉ ANTONIO SANTANO (Baena, Córdoba, 1957) cultiva la poesía, narrativa, ensayo y crítica literaria. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería, y autor de más de veinte libros, entre los que destacan Profecía de Otoño; Exilio en Caridemo; Suerte de alquimia o Tiempo gris de cosmos, todos ellos galardonados con prestigiosos premios.

Santano es cofundador de Humanismo Solidario.