Luz en la palabra

El poeta pacense, y residente en Sevilla, Gregorio Dávila de Tena publica otro poemario apenas siete años después de su primera publicación. Como entonces, se mueve entre la mística de largo aliento hondo y el haiku de certera precisión poética. Todo ello con un oficio bien asimilado de un poeta que no pierde el respeto al verso ni a sus más excelsos cultivadores. Entre el diamante y la penumbra. Cuaderno de Salmos lo publica Barcarola.
© Jesús Cárdenas

Hay luz guardada en la palabra. Aliento y consuelo. La experiencia trascendente. La misma luz que se abre paso desde los ángulos oscuros hasta la plenitud. Entre el lenguaje inefable de los místicos y el evocador del haiku, se halla Entre el diamante y la penumbra. Cuaderno de Salmos, XXXIV Premio Certamen Internacional de Poesía editado por la Revista Barcarola y el ayuntamiento de Albacete (2023). Su autor, Gregorio Dávila de Tena (Quintana de la Serena, Badajoz, 1959).

Desde que obtuviese el premio García de la Huerta en 2017 ha visto algunos reconocimientos. Gracias a estos logros, el poeta asentado en Sevilla ha visto publicados más de siete títulos, destacando especialmente en la composición del haiku así como en la publicación de uno de los libros que vio un largo alcance, Un hombre que no conoce Nueva York (Renacimiento, finalista del Premio Andalucía de la Crítica de Poesía 2022).

Para el prologuista Eduardo Moga, “Gregorio Dávila de Tena simboliza la ineludible oposición entre el desconsuelo y la esperanza con el combarte […] entre la luz y la sombra”. Ese oxímoron, de prolongada tradición poética (Juan de Yepes, Góngora, Neruda, Celan, Juan Ramón Jiménez, José Ángel Valente…) refleja el título del conjunto, además de figurar dentro de una de las más amplias corrientes literarias.

Entre un polo y otro se leen treinta composiciones (“Salmos”), tituladas, en cada uno de los cinco capítulos en que se agrupan. Cada uno de ellos se refuerza con un aparato textual amplio, culto, de experiencia trascendente y religiosa. Así que, se encuentra al final del volumen, ciento y cincuenta citas y referencias insertas en los poemas en letra cursiva, a lo que deben añadirse las citas que abren los capítulos o secciones, tales como esta que abren el libro: “Con voces de violines, de violas, de violonchelos. / Sonaban a diamante y penumbra”; y esta otra que cierra el capítulo V: “Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría / no podré morir nunca”. Ambas pertenecientes a José Hierro.

Oxímoros, metáforas, símbolos, sinestesias, imágenes…

Como perfecta antesala a los Salmos, advertimos una composición, breve, titulada “Antífona”, que es una maravilla, por cuanto comunica explícita e implícitamente. Espigamos los tres últimos versos: “El salmo es el consuelo / de este corazón desolado, / la eternidad en la hoja de bambú”.

Dado que cada composición lleva un título, puede entenderse que Gregorio Dávila actualiza, crea su propia salmodia, para andar por el siglo XXI. Los motivos tratados son tan variados como el modo de presentarse; calan en la claroscura contemporaneidad, reducidos tal vez a una base existencial y poética: la observación las relaciones de los seres con la naturaleza y la reflexión que surge de la praxis poética.

Por ello, hallamos delirios de poeta, búsqueda del decir adecuado, preocupación por la identidad, la maldad del hombre, la solidaridad con los débiles, la injusticia, el miedo al abismo, la amistad… Hay referencias a muchas formas del “Señor” (“del bosque”, “del abismo”, “del rebaño”…). Podría decirse que estos motivos trazan la belleza, gracias al uso tan singular que nuestro poeta somete al lenguaje: oxímoron, metáforas, símbolos, sinestesias, imágenes y distintos recursos de repetición.

Los motivos tratados calan en la claroscura contemporaneidad.

En el salmo 41, “Compasión”, el sujeto poético se pregunta: “Pero puedo escribir, Señor compasivo, / sin tocar la piel del indigente, / sin rozar el lecho del dolor?”. Versos que pueden interpretarse desde la poética de la escritura cuya finalidad es la sanación. En correspondencia con el anterior, el salmo 28, “Perplejidad”: “Ahora no sé / quien escribe estos versos / y para qué / quién puede oírme / y para qué / si todo se ha vuelto sordo / en esta fosa de silencio”. Y en el 10, “Hambre”, dedicado a su amiga Mercedes, la analogía de raigambre bíblica entre la composición poética y el pan:

He dejado reposar las palabras en la oscuridad de la noche,

he dejado que la lluvia las enternezca,

que las dore el sol de la sencillez.

Así que no tardes, Señor, nos esperan

la levadura y el hambre.

Gregorio Dávila.

Volviendo a la actitud contemplativa, mística y trascendente, se busca la imagen que anegue la violencia, que nos entregue la esperanza y la paz, como ocurre en este tanka, “Abismos”, Salmo 36:

Altas montañas.

¿Quién beberá el torrente 

de tus anhelos?

Desato los abismos 

en el fondo del mar.

Y así, apoyado en el lenguaje bíblico, entrelaza la imagen de la naturaleza al de la propia poesía. Lo vemos en el titulado “Bosque”, salmo 84, dedicado a María Zambrano:

El bosque te salve, María,

llena eres de lluvia y madreperlas

el Señor deja sangre de granadas

bendito tu amor por la poesía

entre las veredas de la razón

y bendito es el fruto de la paz.

Transitar por los polos tiene un precio, al igual que andar sobre el alambre, como la propia escritura fluctúa entre el cielo y el abismo; o el propio escritor, entre la lumbre y el fracaso; por mucho que provenga de la oscuridad se haga luz, y al cabo sane la herida. Así, el salmo 96, “Geografía”:

Que tu palabra amanezca en la piedra

que sea lumbre para los campos

que modele por dentro

la geografía del amor

Prueba de que los textos poéticos conformados encierran múltiples tipos, desde los compuestos por versos imparisílabos, haikus, pasando por los versículos hasta llegar incluso al del aforismo. Así, en el salmo 142, dedicado al “salar de Uyuni en Bolivia”: “El hombre es un lago de sal a la espera de la lluvia en verano”.

La obra transita entre el lenguaje inefable de los místicos y el evocador del haiku.

Leyendo versos del salmo 148, “Alabanza” (“Todas las palabras te nombran/ todas las fuentes te bendicen”) entendemos el espíritu alegre, un cántico pleno de sentidos. De hecho, todo el capítulo final arroja el destello de un ser en pleno contacto con la naturaleza.

Por ello, comprobamos que el espíritu que embarga estos salmos del XXI, aunque provengan de dolor, de la oscuridad, gracias a la mirada trascendente de Gregorio Dávila de Tena, han transmutado a lo largo de este transitar hondo en perlas, evocadoras de la belleza, luz en las palabras, que destellan optimismo.

 

Entre el diamante y la penumbra. Cuaderno de Salmos, Gregorio Dávila de Tena, Barcarola, Albacete, 2023, 120 pp.


EL AUTOR

JESÚS CÁRDENAS (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 1973) es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla.

Como investigador literario, ha escrito ensayos y dado conferencias sobre Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, García Lorca, Pier Paolo Pasolini… Como crítico literario colabora con reseñas en diferentes revistas literarias.

Hasta la actualidad es autor de los libros de poemas: La luz de entre los cipreses (Sevilla, 2012), Mudanzas de lo azul (Madrid, 2013), Después de la música (Madrid, 2014), Sucesión de lunas (Sevilla, 2015), Los refugios que olvidamos (Sevilla, 2016), Raíz olvido, en colaboración con Jorge Mejías (Sevilla, 2017), Los falsos días (Granada, 2019) y Desvestir el cuerpo (Madrid, 2023).