El autor reseña la última obra de Marina Casado, Otros sabrán de mí, que, con su premio Paul Beckett, amplía y enriquece una trayectoria poética jalonada de premios.
© JESÚS CÁRDENAS
La familia conoce y es la culpable del último Premio Paul Beckett de poesía, Otros sabrán de mí, editado por la Fundación Valparaíso, para cuya autora, Marina Casado, es otro hito más en su interesante trayectoria literaria.
Ha publicado ensayo (especialista en los poetas del 27), dos novelas (la última, La manzana de Eris) y los libros de poemas (entre los cuales destacan Este mar al final de los espejos y Entra la noche). Además ejerce la crítica literaria en diferentes revista y es columnista en La Provincia. En el apartado que nos compete, el poético, llama la atención que haya sido finalista hasta en cuatro ocasiones del célebre Premio Adonáis.
Otros sabrán de mí fue publicado bajo el auspicio de la Fundación Valparaíso gracias a la obtención del Premio Paul Beckett de poesía 2022. El conjunto comienza con unas palabras de Marina que afecta a la memoria y nos asoma a los referentes inmemoriales: “el cielo de Carabanchel Bajo”, “las calles de Villafranca de los Barros” y “la playa de Conil”. Todos ellos van vertebrados por evocaciones y recuerdos familiares: los abuelos, padre, madre y hermano.
En Marina Casado funciona el aparato textual como complemento excepcional a su decir. Inicia el conjunto uno de los poetas menos citados del grupo poético del 27, Emilio Prados, por cuya cita sabemos que el título está tomado de sus versos: “Otros sabrán de mí, porque me pierdo”. Además, como guiño textual también se titula del mismo modo un poema contenido en la tercera parte dedicado a la figura materna.
Otros sabrán de mí se trata de un libro delicado, íntimo, trascendente.
El conjunto está perfectamente cohesionado en cuanto al reparto de composiciones en cada parte, incluso a la extensión de las mismas. Cada parte agrupa ocho composiciones, que van desde los diez versos hasta la cuarentena.
En la primera parte, “Todo cuanto supe”, inaugurada por dos versos de la genial Francisca Aguirre, se comienza por el poema inicial que el sujeto lírico fija en los pequeños detalles, creando una atmósfera enigmática, como si fuese una respuesta al paso inexorable del tiempo, recreación del Tempus fugit. Preocupación esta que pudimos ver en anteriores publicaciones, pero se plantea de un modo más crudo, perdiendo la ingenuidad que caracteriza a la etapa de la infancia y primera juventud, así se cierra el poema: “Yo no sé qué decirte; todo esto es inútil. / ¿Nunca has pensado que también se mueren las estrellas?”.
La forma complaciente de la memoria lleva a retener, confesionalmente, la analogía de las gotas y las teclas, asociando la lluvia como elemento de inspiración, “que se escuchaba igual / que mis dedos bailando torpemente / sobre el teclado beis de una Olivetti”.
Comprobamos que el ritmo heptasilábico es sonoro en esta composición “Avecilla, número 2”. El empleo de una dirección podría parecer ocasional, que podría pertenecer a la poesía llamada circunstancial; en cambio, Marina Casado logra que trascienda la imagen recreada por la que nos lleva al lugar, y también a recrearnos todos los que hemos aprendido a manejar una máquina de escribir; melancolía, al fin y al cabo del uso de un objeto analógico.
La melancolía impregna también la composición “San Lorenzo”, en cuya conclusión atisba la sentencia y dos hermosos símiles cuyo contenido estriba en la conciencia de que nos alejamos de alguna forma de la primera etapa de vida: “No quería crecer / y fue todo tan rápido / como el vuelo fugaz de esas estrellas, / como si el cielo, de repente, se incendiara”. La añoranza planea por los “Cines Avenida”, y conecta con una de las características comunes a los poetas del 27 como hombres de ciudad y amantes de la cultura que eran: “Veo a Luis, Federico y Rafael / haciendo cola en la taquilla / para encontrarse a Buster Keaton”. Y antes de que todo acabe, está pronosticando un final, “habrá alguien que llore una vez más, / se apagarán las luces de la sala / y será como el canto último de un cisne”.
El salto a la siguiente etapa vital nos lleva a la segunda sección, “Destierros”, con versos del poeta sevillano que enarboló la infancia como la patria perdida (“De aquél edén nativo”, Cernuda dixit). Dentro de la cual se halla el poema “La costumbre” con pertrechados versos de Salinas.
Otra muestra más de final redondo proviene del contrapeso entre el ayer y el presente, el difícil abandono del tiempo pasado hasta llegar a versos emocionantes y rítmicos incluyendo una metáfora final de corte irracional y trascendente: “Pero la huida no implica necesariamente el abandono; / esas manchas gastadas, los recuerdos tardíos / con todos sus fantasmas acechantes / te descubren también otra forma de amar. / La costumbre es un lobo / que aúlla en el silencio / recordando que un día / tú aquí fuiste feliz”.
“Perpetuar la memoria” significa dar un salto más en el ciclo vital. En esta sección donde encontramos los poemas más emocionantes, arraigados y desgarradores. El tránsito nos tiene reservados momentos de pérdida, que cursarán por estos poemas el dolor, la herida y el sufrimiento. El sujeto se tambalea: los poemas se llena de recuerdos tras la partida del padre.
El paso inexorable del tiempo es una preocupación constante en la obra de Casado.
La coordenada espacial es el mecanismo disparador de la memoria, pero también lo serán los árboles y el aire que respira el sujeto, envuelto de una atmósfera tenebrosa, con un regusto quevedesco. Así, leemos poemas tremendos como “Crónica de estos años”, “El oeste” o “La herida”, y nos emocionamos.
Para concluir, nos quedamos con otro magnífico final perteneciente al poema de título homónimo: “Ya se han marchado todos / y estamos solas bajo el viento impasible / y las encinas me susurran que jamás / regresaré para mirarlas con mis ojos de niña”.
En suma, Otros sabrán de mí se trata de un libro delicado, íntimo, trascendente, pero sin descartar el caudal retórico y la tradición literaria que contiene la voz de Marina Casado.
Otros sabrán de mí, Marina Casado. Fundación Valparaíso, 2023. 53 pp.
EL AUTOR
JESÚS CÁRDENAS (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 1973) es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla.
Como investigador literario, ha escrito ensayos y dado conferencias sobre Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, García Lorca, Pier Paolo Pasolini… Como crítico literario colabora con reseñas en diferentes revistas literarias.
Hasta la actualidad es autor de los libros de poemas: La luz de entre los cipreses (Sevilla, 2012), Mudanzas de lo azul (Madrid, 2013), Después de la música (Madrid, 2014), Sucesión de lunas (Sevilla, 2015), Los refugios que olvidamos (Sevilla, 2016), Raíz olvido, en colaboración con Jorge Mejías (Sevilla, 2017), Los falsos días (Granada, 2019) y Desvestir el cuerpo (Madrid, 2023).