El 8 de marzo, con los gatos y el claro del bosque de María Zambrano

El 8M, Día Internacional de la Mujer, nos brinda también una oportunidad de celebrar las letras de aquellas autoras que no deberíamos dejar de frecuentar. Como Hannah Arendt, Simone Weil o María Zambrano, cuyo Claros del bosque nos invita a detenernos, para reflexionar mejor, para mirar y escuchar mejor. 
© EVA LOSADA CASANOVA

La lectura es siempre una conquista. Esta conquista no existiría sin la exploración previa de la escritura. Desde hace un par de décadas, tuve el empeño de descubrir otras voces femeninas. Voces que, pensé, quizá, me hablarían de otra manera, me enseñarían otros senderos literarios y, a lo mejor, me enseñarían quién soy yo como escritora.

Llevaba una vida entera alimentándome de autores. Todos estupendos e interesantes, pero sentía que me faltaba el horizonte más cercano para completar mi paisaje narrativo. Ese paisaje, pensaba, había que cultivarlo, abonarlo, porque es el jardín en el que un día brotará la obra. Leer a autoras no consiste en repetir su nombre una y otra vez, asistir a charlas sobre sus vidas injustas, su obra denostada o su talento despreciado… No, por supuesto que no. Leer a autoras consiste en leer a autoras. Tan sencillo como eso. No le den más vueltas.

Me faltaba el horizonte más cercano para completar mi paisaje narrativo

Mi empeño me llevó a detenerme en esos nombres que como neones alumbraban en territorio académico, pero que a lo largo de mi adolescencia y juventud eran casi invisibles. Eran tan solo nombres de calles, plazas, avenidas, institutos o bibliotecas. Me preguntaba qué pensaban, a qué olería su escritura, de qué color serían sus descripciones o qué música sonaría en cada una de sus obras. ¡Quería leerlas! De todas aquellas lecturas, una me llamó especialmente la atención: Claros del bosque, de María Zambrano. El lenguaje era de una belleza sobrecogedora, la profundidad de sus reflexiones formaba a veces una materia oscura y compleja que me desconcertó. Pensé que cómo era posible que, a mi edad, no hubiera leído antes a esta mujer. Ni tampoco a Simone Weil o a Hannah Arendt.

 

Big Thinker: Who was Simone Weil? - The Ethics Centre

Simone Weil (1909-1943)

Abrir la primera ventana del universo de Zambrano fue algo parecido a encontrar brotes de vida en un momento en el que todo me resultaba territorio baldío.  Leer a Weil fue caerme en el alma martirizada de una mente única y una vida de película. Intentar aprehender el pensamiento de Hannah Arendt fue tan duro que hoy me doy cuenta de que apenas lo logré, que quizá heredé solo un puñado de ideas y conceptos.

Son tres pensadoras completamente distintas, pero las tres son mujeres. Tan solo las une su condición, aunque Weil y Zambrano lucharon por la cultura en plena Guerra Civil, en el marco del II Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura de 1937, coincidiendo con Guillén, Garo, Paz o Carpentier. Con este ensayo de María Zambrano, publicado por Alianza y Cátedra, me atreví gracias a los consejos de un compañero profesor, al que no dejo de agradecer su empeño por engordar mi librería con ensayos.

Poco a poco, vamos despertando a la vida, que «aparece casi de incógnito»

María Zambrano, en la primera página, agradece a la Fundación Fina Gómez de París, Caracas y Ginebra, su ayuda. Una beca en 1957. Descubro, a su vez, que Fina Gómez fue la mejor fotógrafa venezolana de su época, con un Premio Nacional y una carrera de mecenas muy productiva. Mujeres ayudando a mujeres a publicar, a sobrevivir, en unos años en los que España miraba a otro lado ante las consecuencias del exilo de escritoras, intelectuales y artistas, mientras Europa salía de dos guerras mundiales.

 (I). La insistencia de mirar – Prodavinci

Fotografía de Fina Gómez.

Me pregunté con qué derecho me habían privado a mí y a tantas otras mujeres de leer y conocerlas a ellas, a las exiliadas. Escribió María Zambrano que «el exilio hay que merecerlo»; ella nunca se asentó, jamás perteneció a ningún lugar, supongo que fue la escritura su patria, su bandera y pasaporte. Menos mal que el Premio Cervantes y otros muchos hicieron justicia a la autora malagueña.

Caminar por los textos no es otra cosa que vivir de otra manera.

Hay un momento en el que María se detiene unos años en Roma, con trece gatos, casi tantos como los que tengo yo, en un caserón rodeado de bosque, de naturaleza, de vida, de literatura… Lástima que la declararan peligrosa por los servicios sanitarios-cívicos italianos y tuviera que irse a París.  Esperemos que tras este artículo no vengan los municipales a mi casa a detenerme o tenga que exiliarme a Lamu con todos los felinos.

María Zambrano Alarcón, filósofa - Mujeres con ciencia

María Zambrano

Avanzo por la lectura de Claros del bosque. Lo hago con una mochila, agua, bastón y brújula. La exuberancia del lenguaje me abruma y maravilla. Ese claro que nace de esa exuberancia, un lugar vacío en el que escuchamos, contemplamos, nos miramos e identificamos. El claro del bosque es como el Aleph de Borges, el lugar del conocimiento, un vacío lleno. La metáfora te va envolviendo a lo largo del libro, son apenas 180 páginas de una intensidad abrumante.

Para Zambrano, el claro del bosque «no hay que buscarlo», porque si se hace encontramos el vacío a lo que se busca. Para ella, la nada y el vacío han de estar presentes en la vida humana. Nos anima a seguir ahí «donde el pensamiento y el sentir se identifiquen». Es decir, aprendemos oyendo y leyendo, (sintiendo) de claro en claro, como «aulas del conocimiento», «lugares vacíos que hay que ir llenando». Nos empuja a escuchar lo dicho, porque «la voz del destino se oye mucho más de lo que la figura del destino se ve».

Para Zambrano, aprendemos oyendo y leyendo, (sintiendo) de claro en claro.

Y, poco a poco, vamos despertando a la vida, que «aparece casi de incógnito», a la conciencia, el amor, la visión, la belleza, la palabra, atraer al centro de uno «todo lo que se haya disperso», y habla del «ser quieto», no inmóvil. Y del ser que camina oyendo los latidos de su corazón, con más de un sol iluminando ahí arriba. Y sigo leyendo, casi trasportada por la alfombra de la poesía, el pensamiento, la palabra enarbolada como una diosa, «apaciguadora y sabia», pero que citando a Quevedo son «letras de luz, misterios encendidos».

Claros del bosque - Alianza Editorial

La palabra y la música, la forma de decir y pronunciar, la diferencia entre falacia y verdad. Al final, nos dice que nos detengamos y reflexionemos. Sí, detenernos, pero no inmóviles, detenernos, sí, pero mirando y escuchando. «El que mira es, por lo pronto, un ciego que no puede verse a sí mismo». Y es en ese momento cuando a la discípula de Ortega y Gasset, Unamuno, o Suárez, al escribir, se la oye pensar, como le sucedía a Kierkegaard, poesía, filosofía, literatura se unen para deleitarnos y sentir.

Un misticismo, ensoñación, un paisaje, un bosque en el que nos tropezamos con un claro, el claro del bosque de María Zambrano. Y cierro el libro y me detengo un tiempo infinito, y me digo a mí misma si ese caminar por los textos no es otra cosa que vivir de otra manera, con trece gatos y la poesía a cuestas, con la palabra que asoma y se escabulle, se ilumina y apaga. Entonces miro de nuevo a ese horizonte en el que quizá la enfermedad me detenga y el fin aceche y me digo a mí misma que no debo preocuparme, que, a envejecer, los libros y los gatos nos ayudan y acompañan.

Claros del bosque fue publicado en 1977. Alianza editorial lo viste en 2019 con un estupendo prólogo de Joaquín Verdú.

 


LA AUTORA

EVA CASANOVA LOSADA nació en Madrid, en 1967. Se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid, MBA por la Universidad Antonio Nebrija e Ealing College de Londres. Ha trabajado en Italia, España y Portugal en la empresa privada como responsable de comunicación y formación. En 2016 con su segunda novela El sol de las contradicciones, Alianza editorial (2017), ganó el XVIII Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. En 2010, con su primera novela, En el lado sombrío del jardín, Funambulista (2014) fue una de las finalistas del Premio Planeta de Novela y Premio Círculo de Lectores. En 2003 fue finalista  en los Premios Constanti de relato. Actualmente dirige el espacio de creación literaria y musical La plaza de Poe, que fundó en 2015 donde también imparte talleres de narrativa y coordina el Club de Lectura. Escribe artículos para medios culturales, participa en programas de radio literarios y es colaboradora en el Periódico de Hortaleza.