Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935 – San Sebastián, 2022) destacó como novelista pero también como escritor valiente que no calló cuando otros lo hacían. Sufrió en sus propias carnes el azote del terrorismo más fanático pero nunca dejó de creer en la Literatura ni en el ser humano.
© FÁTIMA FRUTOS
Cuando Mendizábal afirmaba que “Raúl Guerra Garrido nos deja entrever la problemática vasca por medio de ciertos personajes, lugares y situaciones que nos llevan en persona a compartir los sinsabores lo mismo que el encanto de la geografía física y humana”, ya se nos estaba trasladando desde el ámbito académico la enorme importancia testimonial y el compromiso literario y social de la obra de nuestro homenajeado.
Comparto con Raúl algo más que el amor a la Literatura, comparto cardiólogo. Al día siguiente de su fallecimiento, nos deshacíamos ambos en lágrimas por la pérdida de este gran autor, de este amigo fiel, de este hombre que supo observar su tiempo con la mirada incisiva del andariego irreverente, del berciano irredento, del donostiarra universal que se sintió a la vez exiliado y amado, a la vez extranjero y acogido. Antes, mucho antes de que novelas sobre el conflicto vasco se hicieran lectura extendida en todo el país, la valentía y el compromiso cívico de Guerra Garrido se plasmó en forma de carta o de lectura insólita de El Capital.
Se sintió a la vez exiliado y amado, a la vez extranjero y acogido.
¿Cómo no nos vamos a sentir unidas a Raúl Guerra quienes procedemos de esas oleadas de abuelas castellanas que llegaron a Euskadi en los sesenta y mucho antes? Somos vascas y somos deudoras de ese castellano viejo delibesiano, somos donostiarras euskaldun-berris y sabedoras de la importancia histórica y cultural del pueblo al que pertenecemos, pero también portadoras de un legado lingüístico que nos hace amar a Galdós, a Lope de Vega, a José Hierro y a toda la Generación del 27. Acarreamos sobre nosotras mismas los verdes valles y las colinas rojas de Pinilla y somos hijas del acordeonista de Atxaga. Lloramos con los versos de Celaya y con los de Lete. “Nire aitaren etxea” nos hace buscar al padre, pero lo que sí tenemos seguro es la madre, en la persona de María de Maeztu o Ernestina de Champourcin.
La influencia literaria de Guerra Garrido, que fue la voz de los sin voz en los años de plomo, dio lugar, sin duda, a movimientos que ocuparon el espacio público con denuncias silenciosas, después de años de aislamiento de víctimas y no reconocimiento de otras muchas como tales. Posiblemente, nadie haya llevado al arte literario emociones como el miedo y la angustia con la entereza con la que lo ha hecho Raúl, tal y como señala Mahmoud: “El escritor hace memoria (…), memoria del terror y del sufrimiento de un hombre inocente”. La justicia anhelada, la opresión, el tiempo de transición que le tocó vivir, la herencia en forma de palabras, textos y sentimientos. Todo lo que nos deja en el rellano de nuestras pupilas es parte ya del patrimonio cultural y emocional de esta tierra vasca y, además, tiene un carácter universal, porque ¿cuál es la verdadera condición del hombre si está separado de la comunión con los otros, como dijo Susana Verónica Caba?
Nadie como él ha llevado al arte literario emociones como el miedo y la angustia.
Si algo supo hacer Raúl Guerra Garrido en su vida y en su obra es empatizar con el sufrimiento de los desahuciados por la injusticia, en un tiempo que tocó arrebato y nos heló el corazón. Ese corazón que, aún hoy, sigue palpitando por él.
LA AUTORA
FÁTIMA FRUTOS es escritora y poeta de San Sebastián. Tras ser coautora de un manual sobre protección a mujeres víctimas de la violencia de género en el 2004, se lanza a la poesía con De Carne y Hambre (Editorial Huerga y Fierro), Premio Internacional de Poesía Erótico-amorosa del Ateneo de Guipúzcoa en el 2008. Continúa apegándose a la tradición poética occidental, desde los clásicos griegos y latinos hasta los románticos alemanes, y gana en 2011 con Andrómeda Encadenada (Editorial Alberdania) el Premio Kutxa Ciudad de Irún, uno de los más prestigiosos en lengua castellana. Obra que ha llegado a las librerías de Centroeuropa y América. Con Epitafio para una odalisca en 2015 (Editorial El Gallo de Oro) concluye una trilogía sobre el Eros Histórico, que es a la vez un homenaje a grandes féminas olvidadas; quedando esta obra finalista en el Premio Gil de Biedma. En 2017 sorprende a su público con una obra bilingüe Haikus aus dem Fluss-Haikus desde el río escrito en alemán y castellano. Su poemario En brazos de la Belleza (Ediciones Eunate) salió en el 2018 en homenaje a la literatura rusa y al eco humano y poético de Ramón Llull. Con Monjas, putas y locas se alzó en el 2019 con el Premio María del Villar Berruezo.