Una historia no tan ridícula

La última novela de Luis Landero que narra, en clave de humor e ironía, la historia de un personaje peculiar en primera persona, narración de la que el lector también forma parte.
© ANA ALEJANDRE

La ironía de Luis Landero es conocida por todos sus lectores, porque su obra literaria la pone de manifiesto continuamente, aunque en otras ocasiones es una ironía no satírica, sino un tanto desengañada que empuja al escritor a una cierta tristeza irreprimible y un escepticismo sobre la naturaleza humana y sus limitaciones. Su humor evidente es como el del buen payaso que hace reír con sus ocurrencias, pero en el trasfondo de su comicidad se oculta una evidente tristeza, disimulada por los chistes e ingenios, lo que no pasa inadvertido a un observador atento.

Landero narra en sus novelas la vida de un personaje de ficción, en el que siempre se ve un trasunto del propios escritor en algunos pasajes. Utiliza el humor como una forma de distanciamiento de la historia contada y en la que sabe, aun a su pesar, que hay algo íntimo de sí mismo que no quiere aceptar desde la proximidad emocional y, por ello, recurre al humor, a la ironía, para distanciarse así de algo que está ligado consigo mismo, con algunos de sus recuerdos y vivencias, pero que no quiere admitir ante los lectores.

Esta novela es, quizás, la más humorística de sus obras.

Conocí a Luis Landero hace muchos años, cuando éramos los dos muy jóvenes. Él ya evidenciaba ser inteligente y perspicaz. Por ejemplo, cuando compartíamos clase y profesor de Filosofía y éramos los dos únicos alumnos que hacíamos preguntas continuas y planteábamos cuestiones sobre las diferentes teorías filosóficas que le ponían, a menudo, en un aprieto al docente. Entonces, Landero se mostraba tímido e incluso reservado en clase, menos para hacer esas preguntas al profesor; no era el famoso escritor que es ahora, aunque ya destacaba por su agudeza mental y su curiosidad innata.

Le gusta la prolijidad narrativa en sus obras, pero no hacerse nunca pesado al lector. En esta novela lo demuestra pues, aunque tiene 48 capítulos, todos ellos son de pocas páginas, unas 5 o 6, cada uno. Así, promete una lectura amena y ágil que le concede un gran ritmo narrativo que permite una lectura especialmente ligera y siempre divertida.

El estilo de Landero pasa por centrarse en la idiosincrasia de un personaje, en sus vivencias y avatares, como centro de atención narrativo, lo que articula historias que atrapan al lector.

En Una historia ridícula, el protagonista, Marcial, es un personaje con una gran facilidad de palabra y muy seguro de sí mismo. Por su formación autodidacta, utiliza una frase favorita que dice “Prefiero saber poco de mucho que mucho de muy poco”. La r narración es el relato del propio personaje, en primera persona, su historia vital e ideas.

El autor se centra en la idiosincrasia de un personaje, en sus vivencias y avatares, como centro de atención narrativo.

En un momento dado, aparece en su vida una mujer que tiene todas las características que siempre quiso Marcial poseer en su vida: buena posición económica, relaciones con personas interesantes y una cierta posición social que le está vedada, a su vez. A pesar del buen concepto que tiene de sí mismo, es solo un encargado de una empresa cárnica. La mujer que le fascina, Pepita, además de lo ya dicho, es estudiosa del arte y miembro de una familia adinerada. El protagonista necesita contar su historia amorosa, mientras hace todo lo posible para presentar a la mujer de sus sueños sus mejores cualidades para conquistarla, pero sin olvidar que necesita superar a los otros pretendientes y, especialmente, no olvidar nunca lo que ocurrió en casa de su amada cuando fue invitado a una fiesta en la misma.

Marcial va ofreciendo una muestra de su pensamiento sobre todas las cuestiones generales como son el odio, el placer, la ofensa, la envidia, la hipocresía, y, cómo no, el amor y el olvido. Y, para que quede claro su pensamiento, lo resalta, diciendo, “repito”, lo que muestra la idiosincrasia del personaje en cuestión.

Esta novela es, quizás, la más humorística de sus obras, porque es un continuo ejercicio de divagación, diversión, ironía y digresión por la peculiar personalidad del protagonista y narrador, que le hace muchas veces dar rodeos y perderse por el extrarradio de lo que está contando e intentar dialogar con el lector que asiste, entre divertido y perplejo, a las confesiones, divagaciones, rodeos, repeticiones y explicaciones de lo que piensa, siente, imagina y desea, cuando no teme. Incluso llega a afirmar que se siente vigilado por el lector que lo oye —leer es una forma más de escuchar el monólogo del narrador—, quien se ve sorprendido por las continuas suspicacias del protagonista que recela de si lo está comprendiendo o no.

Es entonces, cuando se manifiesta de forma evidente la gran maestría narrativa de Landero, en una especie de explosión imaginativa de ingenio que consigue el efecto deseado de dejar estupefacto al lector, al mismo tiempo que divertido, sorprendido y ¿por qué no?, también parte importante de la novela, como un invitado invisible pero que participa de la narración, ya que el protagonista le alude con frecuencia.

Landero utiliza el humor como una forma de distanciamiento de la historia contada.

En esta obra vuelve a insistir en un tema recurrente en este autor como es la impostura o falsedad en la que todos caemos alguna vez en la vida, para parecer ser mejores, más atractivos o interesantes de lo que en realidad somos. Recurso que ya utilizó en la excelente novela Juegos de la edad tardía, y en algunas otras posteriores, en la que el juego de quien se es y lo que se pretende aparentar ser se convierte en un binomio esencial en la narrativa de este autor.

Esta novela es una nueva muestra de la gran capacidad narrativa de Landero y de su maestría para concederle carne y sangre a cada personaje que crea y que termina saltando de la novela para sentarse junto al lector para intentar dialogar, interrogar y contradecir, en un juego literario e irónico continuo que consigue la diversión de quien lo lee. Todo ello sin renunciar a la buena prosa a la que nos tiene acostumbrados este escritor que sabe manejar el humor y el drama con la misma facilidad narrativa, porque ambos conforman el gran teatro del mundo, del que sabe extraer sus más inolvidables personajes en los que palpita la vida y que habitan el personal mundo landeriano.

 

Una historia ridícula. Luis Landero. Tusquets, 2022, 228 pp.


LA AUTORA

ANA ALEJANDRE, cuyo nombre completo es Ana María Alejandre Carrizosa, nació en Azuaga (Badajoz), aunque ha residido en diferentes ciudades de España y Marruecos hasta instalarse definitivamente en Madrid. Escritora de narrativa, articulista, crítica literaria y editora. Es licenciada en De­recho, diplomada en Dirección Comercial de Empresas, diplomada en Anatheóresis (grado superior) y grafóloga. Asimismo, está diplomada en estudios profesionales de edición y corrección. Ha publicado cuatro obras hasta el momento: Un día cualquiera (novela, 2013), La ofrenda (novela, 2010), la colección de relatos Doce cuentos solitarios (2007) y la novela Tras la puerta cerrada (2003). Próximamente, saldrá publicada su nueva novela Cartas cruzadas. Directora y editora de la publicación digital Editanet Espacio Literario y Artístico http://www.editanet.com, y http://www.editanet.org, publicación digital sin ánimo de lucro y de periodicidad trimestral. También ha creado y mantiene más de una veintena de webs y blogs temáticos en búsqueda de una constante plataforma de expresión por su decidida vocación literaria. Colabora habitualmente como articulista y crítica literaria en Diario Siglo XXI, y ha colaborado esporádicamente en República de las Letras (de la Asociación Colegial de Escritores de España) y otros medios.