Cuatro ciclos temáticos (el tiempo, la muerte, el amor y el viaje) concentran el quehacer poético de Luis Martínez de Mingo y reflejan su personalidad poliédrica y su estilo abierto a diversos registros expresivos.
© PASCUAL IZQUIERDO
Aunque quizás Luis Martínez de Mingo sea más conocido como novelista y autor de ensayos y relatos, conviene tener presente que también ha desarrollado una sostenida labor como poeta, tarea que aporta nuevas perspectivas a su trayectoria de escritor. La andadura poética de Martínez de Mingo se inició en 1978, precisamente con un libro también titulado Cauces del engaño (Ámbito Literario), siguió en 1985 con Anacrónica y Fidel (Anthropos) y culminó (antes de la entrega que ahora nos ocupa) con Ni sombra de lo que fui (Eirene), trabajo que vio la luz editorial en 2013.
¿Qué tiene que ver este Cauces del engaño actual con el que apareció hace cuarenta y cuatro años? La explicación se halla en la cuarta de cubierta, concretamente en el término crestomatía. El libro debe entenderse, pues, como una selección antológica de los poemas alumbrados hasta ahora por el autor. Y lo hace alrededor de los cuatro vectores temáticos establecidos por la autoridad de Borges: el tiempo, la muerte, el amor y el viaje.
Cauces del engaño refleja la personalidad poliédrica de su autor y también su visión del mundo.
En el primer apartado, el autor apela a la clemencia de las rosas para hilvanar apuntes rememorativos de un tiempo ya pasado, del que se rescatan emociones, vivencias, lugares y detalles que tratan de resucitar el lejano esplendor de la hierba. Desde un presente aciago (“hoy, en este frío establo de estiércol coronado”) el poeta sopla sobre las ascuas de la memoria para revivir esas páginas donde se recogen los años juveniles y los días de ocio, whisky, humo, música y amistad.
Todo ello sin olvidar el instante fugaz en el que se logra apresar la belleza infinitesimal escondida en un cuadro o descifrar el significado del polvo acumulado en el marco de una fotografía matrimonial. Y sobre la vasta extensión de los despojos que acumula la actual civilización tecnológica, dibuja su propia trayectoria vital, que comienza siendo emisora de “metáforas ardientes” para terminar arriesgándose a “arder / en la soledad”.
El poeta también se refiere a la muerte como algo más íntimo y personal.
El segundo ciclo temático está presidido por el rótulo de la muerte. La muerte entendida como un proceso de desaparición progresiva de todos los alicientes que alimentan y estimulan el discurso de la vida hasta la llegada de la negación total, de la aniquilación definitiva, que en el poema “Donde nada lo nunca ni” se sustancia con un “no” rotundo. Este proceso de amputaciones progresivas queda perfectamente ejemplificado en los siguientes versos:
“No volver ya jamás, / que no amanezca nunca, / que no sepan que estás / que no sepan / que no / no”.
Pero el poeta también se refiere a la muerte como algo más íntimo y personal, como un dolorido sentir provocado por la desaparición de un ser querido: su madre. En los poemas que componen este subapartado, Martínez de Mingo esboza un principio de biografía y aporta algunas confesiones que ayudan a dibujar el carácter y la personalidad de la progenitora (“Mi madre fue una aldeana que olía a yerbabuena”).
La andadura poética de Martínez de Mingo se inició en 1978.
En una primavera cruel, el autor contrapone la agonía de su madre con la algarabía de los pájaros mientras pasea su aflicción por una ciudad de calles tristes y geranios helados. Son estos versos los que destilan la mayor carga de hondura y sentimiento lírico de todo el libro.
Bajo el rótulo del amor se abre el tercer ciclo temático. Dentro de un contexto que se supone formado por rememoraciones y recreaciones de experiencias vitales, el amor se presenta bajo diversas formulaciones: juego, asomo lírico, referencia erótica más o menos soterrada, apunte jocoso, hipérbole risueña, sátira, burla, parodia, narración de una anécdota y constatación de una realidad.
Abundan en el texto las referencias eróticas (“He abierto tus puertas con mano de cierzo / y he levantado mi tienda en tus dehesas”), las alusiones al acto sexual (“Busqué ciego la mancha de las sábanas, / el olor a macho en los rincones, / la toalla con que sueles limpiarme”) y las menciones al atractivo que despierta el sexo femenino.
Comentario especial requiere el apartado de la burla o la parodia, registro en el que el poeta logra resultados más que estimables. Claros ejemplos de esta modalidad compositiva son los poemas “Los poros y los posos” y el “Último tango en el café Bretón”. El primero parodia, en clave humorística, el conocido soneto de la literatura religiosa cuyo primer cuarteto queda reformulado así: “No me mueve, mujer, para quererte / el seno que me tienes prometido / ni me alucina tanto el vellocino / para dejar por eso de perderte”.
De su visión crítica surgen parodias, guiños sarcásticos y el predominio de la inteligencia sobre la emoción.
Cierra el abanico temático del libro el ciclo dedicado al viaje. En este apartado, la mirada crítica no sólo cuestiona el turismo de masas y los viajes organizados (“con turistas que van en polvorosa / hollando la ternura de la rosa”), sino que también disecciona de forma implacable los lugares que visita o los acompañantes que encuentra a su paso (“otra turba de turistas decrépitos”; “para una excursión de americanos: / gordos la mayoría, viejos todos, / alguna lolita evanescente”).
Esta mirada crítica se complementa con otras que evocan la tragedia y el dolor vivido por algunas ciudades (“Tras un viaje a Cracovia”) o que captan (en el poema “New York, New York”) la esencia de la megápolis en dos imágenes brillantes y contrapuestas, capaces de descubrir la podredumbre que se esconde tras la vorágine de los anuncios luminosos y la soberbia de los rascacielos: la muerte de los desheredados y el sudor de los parias del subsuelo.
Sobre la vasta extensión de los despojos, Martínez de Mingo dibuja su propia trayectoria vital.
O la mirada que, con tintes expresionistas, refleja el ambiente de una medina islámica donde se subrayan las manifestaciones más extremas: la suciedad y la muerte, la mendicidad y la miseria.
Cauces del engaño refleja la personalidad poliédrica de su autor y también su visión del mundo. Hay en sus páginas vida, cultura, erudición, burla, juego, ironía, lirismo, provocación y lecturas. Muchas lecturas. La visión ácida de lo que le rodea está captada por una sensibilidad que se asoma al exterior con notable capacidad crítica y sin miedo a reflejar la realidad.
De esa visión crítica surgen las parodias, los guiños sarcásticos, el predominio de la inteligencia sobre la emoción. Y de las muchas lecturas, la fronda erudita y el envolvimiento en citas literarias. Ambos factores actúan sobre la vena lírica, que en ocasiones aparece como deliberadamente contenida o sofocada por unos registros expresivos más orientados a mostrar el carácter poliédrico del discurso poético que a constatar su solidez y solvencia.
Cauces del engaño. Luis Martínez de Mingo, Renacimiento, Sevilla, 2022.
EL AUTOR
PASCUAL IZQUIERDO (Sotillo de la Ribera, Burgos, 1951), cultiva diversos géneros literarios: poesía, crítica literaria, literatura de viajes y literatura juvenil. Es autor de más de 30 libros publicados. Como poeta, su última obra se titula Historia de este instante (Ars Poética, 2016). El trabajo más relevante en el apartado de la crítica literaria es la edición crítica de las Leyendas, de Bécquer, (Cátedra, Col. “Letras Hispánicas”), que en el año 2021 alcanzó la trigésimo primera edición. El último libro publicado, que se inscribe dentro de la literatura de viajes y lleva por título Viaje por tierras de Castilla (y Cantabria) (Oportet Editores, 2021), invita a descubrir, en cinco itinerarios, lugares poco conocidos de la geografía castellana.
PASCUAL IZQUIERDO