«La literatura nos ha enseñado cómo somos» | Entrevista a José María Merino

A raíz de su reciente Premio Nacional de las Letras, Recaredo Veredas entrevista a José María Merino. Conversan sobre su trayectoria y su perspectiva del relato y la novela. La entrevista cuenta con fotografías exclusivas de Luis Daza.
© RECAREDO VEREDAS
© LUIS DAZA (FOTOGRAFÍAS)

Pocos autores consiguen llegar a los ochenta en plena juventud. José María Merino es uno de los escasos privilegiados. Su obra y persona están de plena actualidad: acaba de ganar el Premio Nacional de las Letras, de publicar una estimulante colección de relatos sobre el cambio climático y, al mismo tiempo, pronto podremos leer su nueva novela, creada durante el confinamiento. Demuestra lo que ya sabíamos: que la juventud o vejez de un escritor no depende de su edad. Nos recibe –tengo la suerte de que me acompañe el fotógrafo Luis Daza– en su piso, lleno de cuadros y recuerdos. Un piso vivido, habitado. Hablamos sobre su vida y su obra, sobre libros de relatos y novelas y responde con amabilidad y precisión.

¿Qué supone el Premio Nacional de las Letras para usted?

La verdad es que para un escritor de mis años, acabo de llegar a los ochenta, es un galardón más que satisfactorio. Es sin duda un reconocimiento importante.

¿Qué es para usted León? ¿Hasta qué punto la tradición leonesa, lo que incluye al famoso Filandón, ha marcado su obra?

León está en mi más profunda memoria sentimental porque nací en La Coruña y tengo mucho cariño a todo el noroeste, a Asturias también. Pero claro, antes de cumplir un año estaba en León. Allí pasó mi infancia y mi adolescencia. Estoy muy vinculado a la capital y a ciertos espacios del León rural porque mi familia leonesa era de Villamañán. Recuerdo las fiestas de cuando empezaba la vendimia. Tengo unos recuerdos tan entrañables de León que me considero leonés,

¿Hasta qué punto eso ha marcado su obra posterior?

Aunque me siento muy hispano, muy ibérico, porque nuestra gracia es la multiplicidad de espacios, de lenguas, de costumbres, me gusta mucho León porque tienen una personalidad especial: las enormes nevadas del invierno, la montaña, los valles…

Sin embargo, usted es gallego.

Sí, claro. Nací en La Coruña por avatares, líos propios de la época y también tengo muy buena relación con Galicia. Pero no tengo el mismo vínculo que con León porque yo soy de León, del mismo modo que desde hace ya sesenta y tantos años soy de Madrid y también me siento muy madrileño. Pero lo de ser de Madrid es algo cosmopolita, que tiene que ver con el mundo, mientras que ser de León es ser de un sitio muy concreto. Lo llevo dentro de mi sentimiento y de mi conciencia con mucha naturalidad.

Y hay algo de la bruma y el misterio de Galicia en su obra.

Puede que lo haya, pero también en León, en los filandones, se contaban cuentos fantásticos o de horror. Lo fantástico no es exclusivamente gallego, es de todo el noroeste, aunque puede que haya también elementos gallegos, porque desde muy niño fui lector de Rosalía y de Doña Emilia. De hecho acabo de dar una conferencia sobre los cuentos de Doña Emilia. Pero lo que principalmente conforma mi personalidad es ser de León y, desde luego, estoy encantado de tener toques gallegos y asturianos, porque muchos de los veranos de mi infancia los pasamos en Asturias.

Me incliné por la prosa literaria y por la poesía hace décadas. El día que la imaginación se apague se apagó, pero la sigo teniendo en funcionamiento.

¿Qué le parece que en el premio se mencione y se recalque sobre todo su maestría y excelencia en la creación de la literatura fantástica? ¿Se considera un escritor de literatura fantástica?

Tengo textos más fantásticos y textos menos fantásticos. Practico una literatura poliforme. Por un lado practico el realismo naturalista, pero lo insólito y lo extraño, lo onírico y lo fantástico son temas que me gusta tratar y que impregnan casi todo mi trabajo.

Es usted licenciado en Derecho. ¿En qué medida ha influido la precisión de la literatura jurídica y de lo que se estudia en la carrera en su manera de escribir?

Me hace gracia su pregunta, porque muchos compañeros y amigos escritores también estudiaron Derecho. Es sorprendente. Tal vez la necesidad de ajuste de las normas, su necesidad de concisión y de expresividad influyan en la manera de ver la expresión literaria. Me llama la atención porque, por ejemplo, Luis Mateo Díez y Juan Pedro Aparicio, que son los otros protagonistas del Filandón, también son licenciados en Derecho.

¿Cómo recuerda cómo recuerda sus inicios, porque usted empezó siendo poeta?

Me encantaba la poesía y me sigue gustando. Escribí tres libros de poesía, que están recogidos en uno, de hace no muchos años, pero un buen día, como decía Pepe Hierro, la poesía me dejó. Es mentira porque a él no le dejó nunca poesía, pero a mí sí. Me pasé a la narrativa porque mi poesía era muy narrativa. Muy descriptiva de cosas, de acciones. Incluso a veces si releo algún poema digo, caramba, si esto tiene algo de cuento. Y pasé con toda naturalidad a la prosa narrativa. Así hasta ahora.

Y ahí se quedó. ¿No ha vuelto esa tentación?

Una vez escribí un poema, pero es que ya no soy capaz. Como tengo una hija poeta, que también es narradora, pues ella se llevó esa genética. Además es una estupenda autora teatral, aunque aquí, en España, no se haya estrenado ninguna obra suya,

¿Cómo se siente en la Real Academia?

Pues muy bien. Esta tarde tengo que ir. Además, hemos adelantado la hora para que los que vienen de fuera puedan llegar. La Academia es un lugar agradable e interesante. Precisamente ayer me tocó hablar de los clásicos y me he dado cuenta de que el concepto clásico hay que revisarlo. Esta tarde lo voy a plantear. Hablar de palabras y revisar palabras es realmente interesante. A mí, por lo menos, me gusta mucho. Es sorprendente cómo las palabras están en ebullición y una palabra que te parece eterna se llena de matices y en poco tiempo cambia.

Sus dos amores, el relato y la novela. ¿Cómo los compagina?

Siempre he creído aquello de Lope: para olvidar un amor hay que enamorarse de nuevo. Una novela es una zambullida profunda, un nuevo amor. Me gusta mucho bucear. Ya no buceo tanto como antes, pero me encanta estar bajo la superficie. La novela es una zambullida profundísima. Uno entra ahí y no se sabe muy bien dónde ni cómo está. Le dedico por lo menos tres años, incluso más, a nivel de preparación, de esquemas, etcétera. Y cuando terminó sigo teniendo la novela en la cabeza. Un buen día descubrí que pasándome del cuento a la novela, ya me olvido de ella. Entonces lo que hago es ir alternando novela, cuento, novela, cuento, y me ha ido muy bien hasta ahora.

El día que la imaginación se apague se apagó, pero la sigo teniendo en funcionamiento.

Su último libro se titula Noticias del Antropoceno. ¿Por qué he escogido el problema climático, aunque también aborde asuntos tan actuales como la modificación digital de las imágenes o la crisis hipotecaria?

Creo que es resultado de la edad. Es decir, a mis años ya veo las cosas con otra perspectiva y, en fin, estoy muy inquieto con el cambio climático que estamos forzando, con la situación del mundo, porque pensábamos que la globalización iba a traer todo lo mejor. Y resulta que no, con la pandemia, por ejemplo, hemos visto que hay países que no tienen oxígeno, ni vacuna. Existen terribles diferencias. Fíjese en la crisis de los migrantes, de los refugiados, la gente se larga de sus países porque quiere vivir, es terrible. Hemos sobresaturado el mundo y encima estamos destrozando el medio ambiente. Tal vez a esta edad lo veo con preocupación, además tengo nietos muy pequeños, y me pregunto ¿cuál es el mundo que viene ahora? ¿Qué va a pasar con el planeta? Y eso hizo que entrara en el tema, procurando no dramatizar, utilizando una perspectiva satírica, a veces humorística, etc. Por ejemplo, la gente dice Merino, qué imaginación tienes, mira que inventarte un continente de basura. Y  no hay imaginación por ningún lado porque ese continente existe en el Pacífico Norte. Allí hay un espacio como como Europa hecho de basura y no lo sabéis. Y no lo sabemos porque muchas noticias no nos las dicen, no están, digamos, en la noticia cotidiana. Hay situaciones terribles como el deshielo del Ártico, todo el daño que está causando los grandes monocultivos, la pérdida de las abejas. Antes, en primavera este barrio, está de patio, estaba lleno de golondrinas. Madrid entero estaba lleno de golondrinas. Este año creo que he visto cinco o seis en el patio, en la calle, ninguna. Todas esas modificaciones tienen mucho que ver con, efectivamente, el medio ambiente, con el clima, etcétera. Y me siento preocupado y lo expresé en mi libro.

Su perspectiva es bastante negativa, porque llega a afirmar somos demasiados humanos y demasiado malos.

Tengo una cosa clarísima. Somos un primate. Un 99 por ciento del ADN de chimpancé es igual que el nuestro, Solo un 1 por ciento del ADN nos separa del chimpancé. Somos un primate y de los primates hemos heredado las peores cosas, no las mejores. Hemos heredado la avaricia y somos una especie avariciosa y además no nos damos cuenta de que nos vamos a morir. Intentemos hacer el mundo más feliz y más grato para todos. Caramba! Este afán que hay, esta avaricia terrible por parte de determinadas gentes y determinadas empresas. ¿A dónde se van a llevar ustedes esa millonada? ¿Qué van a hacer con ello? Todo eso me hace ver las cosas con cierto escepticismo.

¿Cómo conserva la imaginación? Por que en noticias del Antropoceno se ve que está en plena forma. ¿Realiza algún tipo de ejercicio? Es un libro muy juvenil, muy fresco.

Si dejamos de ser primates fue porque en nosotros estaba el pensamiento simbólico. Y esto se ha estudiado poco. Lo hizo Piaget, sobre todo en los niños, pero el pensamiento simbólico y la idea de imaginar ficciones, es lo que forma parte de nuestro cambio al homo sapiens. De pronto reconstruimos ruidos, inventamos la música o las pinturas. Creo que la pieza de arte que más me fascina es Los bisontes de la cueva de Altamira, cuando realmente no sabían que estaban haciendo arte. Cuando empezamos a tener ganadería, al tener que averiguar cuántas vacas o cuántas cabras hay inventamos la aritmética. Después la capacidad para organizar técnicamente las cosas nos hace llegar incluso a la informática, etcétera. Todo eso es lo bueno, lo extraordinario del homo sapiens, ese pensamiento simbólico. La imaginación está dentro de nosotros. La ficción está en el origen. Ayer tuve una charla hablando de los clásicos. El que es capaz de expresar con fortuna un mundo imaginario lo mantiene para siempre. El Quijote es el libro que más admiro y sigue perfectamente vivo. Lo vuelve uno a leer y siempre encuentra en él en cosas nuevas. Bueno, pues la imaginación está en todos nosotros. Me incliné por la prosa literaria y por la poesía hace décadas. El día que la imaginación se apague se apagó, pero la sigo teniendo en funcionamiento.

¿Cómo monta un libro de relatos? ¿Cómo lo organiza?

Es complicado. Distingo mucho la novela del cuento. En la novela uno puede ir aportando ideas en el borrador y un buen día dice «vamos a ello», aunque no sepa exactamente por dónde voy a ir. A lo mejor, a lo largo de la novela, un personaje que parecía que no iba a tener importancia, se convierte en un personaje importante. En cambio, el cuento es distinto. En los talleres siempre digo: no empecéis un cuento sin saber cómo lo vais a terminar. El cuento no permite que digas voy a empezar, sin más. No, no tienes que saber todo. Y entonces a lo mejor le cambias el punto de vista o la voz, pero el cuento te lo tienes que conocer. Por ejemplo, la última novela que he escrito, que saldrá el año que viene, es del confinamiento. El encierro, me sugirió la novela. Recorría esta casa todos los días una hora, mi mujer hacía yoga, ella salía a hacer la compra porque yo tengo dolencias diversas. Al mismo tiempo, estuve estudiando un libro que me interesaba mucho sobre una pintora y de esa mezcla, de pronto, se me ocurrió la novela. La novela puede surgir de orígenes muy, muy diversos. En cambio te cuentan algo y dices: aquí hay un cuento y empiezas a dar vueltas hasta que descubras qué cuento hay escondido.

Los clásicos te enseñan a entender cómo eres, cómo te comportas. Si no hubiese ficción cada generación en el mundo no sabría que estaba enamorada, que odiaba a su vecino, que era bueno, que era malo.

Uno de los relatos que más me ha gustado de Noticias del Antropoceno es el del pulpo. Me fascina cómo mezcla diversos planos: la enfermedad, el amor, el animal. ¿Cómo vincula dimensiones tan distintas para realizar un relato?

Lo hago de una manera natural. No tengo una máquina que me ayude, escribo lo que se me ocurre. Lo que me gusta de la ficción es cómo puedes jugar con el espacio tiempo. Además, por ejemplo, soy un gran admirador de Galdós, soy admirador de todos los buenos escritores, sean de ciencia ficción, sean realistas o sean fantásticos. Por ejemplo, he vuelto a releer el prólogo de Fortunata y Jacinta, y me fascina porque supone un viaje en el tiempo. Vuelvo al Madrid de mediados del XIX y me digo: si estoy viviendo allí, si estoy conociendo a este, al de más allá. Creo que lo bueno de la ficción es que puedes jugar al mismo tiempo con el tiempo, con el espacio, con la atmósfera, con lo más profundo de los personajes. Siempre digo que en la vida no conoces nunca a nadie tan profundamente como a los buenos personajes literarios. Entras en su -nterior. A lo mejor la persona a quien más quieres, tus amigos, no te conocen profundamente. Y a ti con ellos te ocurre lo mismo. En cambio en la literatura conoces a los personajes tal y como son, perfectamente. Eso es lo maravilloso de la ficción.

¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Saco novela el año próximo y, como mi nieta va a cumplir 7 años, he escrito también una novelita sobre el Ratón Pérez. Espero poder regalársela por su cumpleaños.

Y una última pregunta, ¿Literatura con mensaje o el arte por el arte?, porque en su último libro vincula los dos registros.

La buena literatura siempre, siempre tiene un mensaje. Es sorprendente porque hablábamos ayer de los clásicos. Se mantienen porque nos enseñan. Los vuelves a leer y aprendes de ellos. Te enseñan a entender cómo eres, cómo te comportas. Si no hubiese ficción cada generación en el mundo no sabría que estaba enamorada, que odiaba a su vecino, que era bueno, que era malo… No lo sabría. La literatura nos ha enseñado cómo somos.


EL AUTOR

RECAREDO  VEREDAS  (Madrid, 1970) ha estudiado Derecho, Edición y Creación Literaria. Ha publicado 9 libros. Incluye los poemarios Nadar en agua helada (Bartleby, 2012) y Esa franja de luz (Bartleby, 2019), el ensayo No es para tanto (Sílex, 2016), la recopilación de testimonios Todo es verdad (Sílex, 2020), las novelas Deudas vencidas (Salto de Página, 2014) y Amores torcidos (Tres Hermanas, 2021), las colecciones de relatos Actos imperdonables (Bartleby, 2013) y Pendiente (Dilema-Escuela de Letras 2004) y el manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema-Escuela de Letras, 2006). Ha trabajado para diversas editoriales, entre las que destaca Alfaguara. Ha sido profesor en la Escuela de Letras y en Fuentetaja. Ha reseñado, entre otros medios, en Quimera, ABC, Política Exterior,  Letras Libres y Revista de Letras.