JUAN ÁNGEL JURISTO
“Padre, ¿usted sufre cargándome?”. La frase, solitaria, no nos prepara para lo que se nos viene después, cuando el texto retome la segunda persona en que está escrito todo el libro: el padre del narrador, que relata en éste momentos autobiográficos muy determinados camina cargando la cabeza decapitada de su hijo mientras describe la razón de la fecha del comienzo de la narración. El texto es bello y terrible: “Vuelves atrás. Ves de nuevo la ciudad hecha de gemidos, de sollozos y pesares, y el río maloliente y estrecho que la cruza. Es donde arrojan en la madrugada los cuerpos de los asesinados en la noche anterior. Te dices que en esa ciudad has estado casi siempre y te das cuenta de que los recuerdos se te han ido haciendo cada vez más borrosos y tenues, como esas caras que queremos retener, pero que se nos olvidan al despertar. Sientes entonces los crecientes temblores del Parkinson que te detectaron poco antes de cumplir los 50 años, y la rigidez hace que te caigas cada vez con mayor frecuencia. El neurólogo que veías te había dicho que era uno de los efectos de la enfermedad. Es el freezing, agregó, de pronto, sin ninguna señal previa se te paralizan las piernas como si se te hubieran congelado, por lo que al intentar caminar te vas para adelante y caes”.
Esto sucede en mayo del 85, durante una algarada donde el narrador se ve envuelto y que le retrotrae a acontecimientos mucho más terribles que tuvieron lugar años atrás en Chile. Es el comienzo de Sobre la noche el cielo y al final el mar, una especie de novela autobiográfica escrita por uno de los grandes poetas de América, el chileno Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950), que fue galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2020 y poseedor de una obra que desde 1979 en que publicó Purgatorio, al que siguió Anteparaíso y que continuó en libros como Canto de los ríos que se aman, Poemas militantes, Cinco fragmentos o Cuadernos de guerra , ha hecho de las relaciones entre biografía y sociedad una unión tan esencial e íntima como pocos casos se han dado en la literatura occidental. No es casual que siempre que nos refiramos a Zurita aparezca la sombra de Dante como determinante y en este sentido podemos decir que la sombra del florentino se muestra tan alargada como para ser la figura esencial del canon occidental para un poeta y ensayista tan sutil y conservador como T.S. Eliot y el escritor más determinante para un poeta como Zurita, tan determinante que no hay más que dar un repaso a los títulos de sus obras, la ya citada Purgatorio o Anteparaíso pero también La vida nueva o El paraíso está vacío para caer en la cuenta de que su influencia es tan grande que aquel libro Purgatorio es, en realidad, el primer ensayo de una obra dedicada a dar cuenta de una vida, la suya y que por ahora concluye con las sucesivas entregas de Zurita y la cosa, tan extremada por ejemplar, tiene incluso su correspondencia política, pues si bien Dante conoció el destierro por ser fiel a los güelfos blancos, a Zurita le pasó algo similar pues siempre estuvo comprometido con los partidos de izquierda, cuando estudiaba se afilió al Partido Comunista y nunca lo dejó, y cuando el golpe militar de Pinochet el 11 de septiembre de 1973 fue confinado en el Estadio de Playa Ancha y después en el carguero Maipo, donde llegó a ser torturado.
Pero la cosa llega a ser más íntima. Hijo de Raúl Armando Zurita, ingeniero, y Ana Canessa, una emigrante italiana culta y sensible que tuvo que trabajar de secretaria a la muerte del marido, cuando Raúl tenía dos años. En un momento la familia pasó del estatus de una clase media con visos de estable al de una pobreza ilustrada, situación que a Ana Canessa le pareció tan frustrante que nunca terminó de gustarle Chile, que le parecía un país grosero. Raúl y su hermana Ana María fueron educadas por Josefina, su abuela materna, que les leía de continuo pasajes de la Divina Comedia. A la abuela Chile siempre le pareció un país de miseria y se aferró tanto a su cultura italiana que no llegó a aprender el español. La abuela les hablaba de Miguel Ángel, de Verdi, de Da Vinci y les enseñó italiano con tanta firmeza que casi llegó a ser la lengua principal de Raúl. Pero sobre todo por ahí rondaba Dante y tanto que para Zurita la obra del florentino llegó a formar parte más que de su educación intelectual de su educación sentimental, de la que no se desprendió nunca hasta el punto, ya dijimos, de conformar toda su obra, en la que la implicación de biografía y mundo se lleva a cabo con la mayor precisión y complacencia. Fruto de esa unión, que Zurita aprendió en Dante, entendemos los experimentos del poeta entre el lenguaje y su cuerpo o su adscripción al Grupo CADA, Colectivo de Acciones de Arte, que basaban su expresión artística en utilizar la cuidad como espacio de creación. Experiencias que relata en Sobre la noche el cielo y al final el mar y que le sirvió para dar comienzo a una nueva etapa artística con el poema La vida nueva, de 1982, escrito en el cielo de Nueva York con cinco aviones que trazaban quince frases de nueve kilómetros de largo en español. En 2012, el músico Javier Farías presentó en Nueva York una obra titulada Cantos de vida nueva, basada en la de Zurita.
Política, poesía, artes plásticas y el propio cuerpo como campo de experimentación artística… una vocación de arte total, como llevó a cabo siglos antes Dante con su poema… De esta evocación que es su poesía trata esta otra evocación que es este libro nuevo, una narración autobiográfica donde el texto correspondiente a la muerte de su padre se presenta vacío… tachado en cierta manera.
Libro de una enorme belleza y de una intensidad narrativa que se aproxima al dolor, Sobre la noche el cielo y al final el mar es una de esas autobiografías, escasas, que revalorizan un género que se había convertido en cierta manera en un compendio canónico de tópicos, sobre todo en lo referente a la educación sentimental.
RAÚL ZURITA. Sobre la noche el cielo y al final el mar. Literatura Random House. Barcelona, 2021.
EL AUTOR
JUAN ÁNGEL JURISTO Escritor, crítico y periodista. Nació en Madrid en 1951. Estudia filología española en la Universidad Complutense. Ha colaborado, entre otros medios, en El País, dirigido la revista literaria El Urogallo y la sección de cultura en El Independiente y El Sol. Ha ejercido de crítico en La Esfera, del diario El Mundo. Más tarde se incorporó a La Razón y actualmente colabora en ABCD las Artes y las Letras. Ha colaborado en las más importantes revistas literarias y culturales españolas. Es autor de los ensayos Para que duela menos (1995) y Ni mirto ni laurel (1998). Es autor de tres novelas: Detrás del sol (2006), El hilo de las marionetas (2008), Vida fingida (2012) y Dar paso (2020).