Entre la sensibilidad y la hazaña / Sobre “La sangre música”, de Antonio Daganzo

El autor analiza el poemario “La sangre música”, de Antonio Daganzo, revelando un excelso Viaje a Ítaca, con Wagner en la proa

© JESÚS DÍAZ HERNÁNDEZ

Ha visto la luz un poemario que bien podría calificarse como definitivo, si no fuera porque definitivo es una palabra que abruma más que asombra y cierra más que inicia. La sangre Música es un libro culmen en la carrera poética de Antonio Daganzo, y, al mismo tiempo, se le presupone el primer eslabón de una poética nueva que, sin romper lazos, ni renegar de lo que ha sido, y es, una obra madura y exigente, ha conseguido un aliento épico insuperable sin renunciar a esa sustancia lírica que era marca de la casa en poemarios anteriores como Juventud todavía o Los corazones recios, a los que esta nueva obra debe mucho.

La compleja, aunque impecable, estructura poética de La sangre Música es deudora tanto de la poesía de Homero (La Odisea como viaje interminable lleno de peripecias hasta llegar al idilio final) como de la música de Wagner (El oro del Rin como símbolo de lo más deseado por dioses y mortales). Y es que la música, no sólo por su aparición titular, llena, cual agua clara, los rincones más recónditos de la composición poética y organiza el esqueleto argumental de la obra (un preludio y cinco cantos), dejándose guiar, en su desarrollo, por algo tan wagneriano como un leitmotiv que da una consistencia inmaterial, pero perfectamente reconocible, al corpus argumental.

Esta búsqueda idílica, para nada bucólica, de un lugar de sosiego, de una Ítaca soñada, está plagada de aventuras existenciales

El autor, cual Ulises vuelto de una guerra sin fin, busca su camino de vuelta a un lugar ideal del que sólo se intuye su existencia pero que tiene absoluta fe en que se fundamenta en el amor y la música; es lo que, en términos religiosos, llamaríamos una transubstanciación de la sangre en amor y del amor en música.

Esta búsqueda idílica, para nada bucólica, de un lugar de sosiego, de una Ítaca soñada, está plagada de aventuras existenciales que, a través de un orden aparentemente cronológico, nos muestran las peripecias de un hombre que se transforma, de niño en mayor, en un entorno de privilegiado refugio y deseos de libertad.

El poeta Antonio Daganzo

La profundidad de las figuras poéticas, esa ría del Tambre atlántica, de una Galicia seminal, poblada de recuerdos celtas, que nos trae a la memoria (¡Oh, Wagner!) la lucha de dioses, gigantes y hombres por el oro del Rin:

Me reveló el altar gallego

de los troncos y el vino que nunca supo a asfalto,

de los gigantes verdes arrojados al mar,

a ese otro mar, bravío, océano indescifrable,

Atlántico de espaldas voladoras.

Pero también el dominio del lenguaje, la concatenación de giros retóricos, en un alarde de sincera pasión y abrumadora sensibilidad, para ahondar en los sentimientos más profundos:

Nada canta en los brazos que la mujer no invente.

Siempre canta el querer si la mujer lo abraza.

Porque llueve también a mar abierto

no abandonan los cielos la tierra del amor.

Y la utilización de repeticiones, que en otros podría suponer una sombra, aquí enriquecen el discurso poético dejando el verso repetido en una soledad desamparada pero enriquecedora, fin de un camino y principio de una ansiada libertad:

y busqué los profundos colores de la muerte

para saberla mía

pese a su adiós sin vuelta.

Pese a su adiós sin vuelta.

De aquel nunca magnético

partimos sigilosos,

con un beso tan casto

que hasta un pálido sol nos rindió honores.

Es un poemario sublime, capaz de aupar al lector a una dimensión desconocida por cuanto transita por los caminos de  una retórica poética que roza lo magistral

Sin embargo, lo que más llama la atención es la estructuración de las estrofas, combinando, valga el símil pictórico, la más pura abstracción con una especie de realismo mágico que envuelve todos los cantos. Es como si el autor nos invitara a participar de un sublime juego de imágenes que nos provocan con su fuerza intrínseca y nos conmueven por su composición melodiosa. Y aquí no valen ejemplos, pues toda la obra se abre a un devenir de figuras poéticas que desarman cualquier teoría preconcebida de métrica, acentuación u organización espacial. Todo está medido y es, al mismo tiempo, tan libre que el desasosiego se convierte en paz y la tranquilidad en búsqueda iniciática.

La sangre Música es, y perdonen mi atrevimiento, un poemario sublime, capaz de aupar al lector a una dimensión desconocida por cuanto transita por los caminos de  una retórica poética que roza lo magistral y le envuelve con una sensibilidad descriptiva que transgrede cualquier imposición formal. Y con todo, y esto es lo más significativo, mantiene, a lo largo del preludio y los cinco cantos, una unidad estructural que no se desarma en ningún momento, ni en la composición, ni en el argumento, y es aquí, una vez leída la obra, cuando constatamos que estamos ante una verdadera “hazaña”.

Y por último, está (considero que es inevitable la reiteración y el lector podrá verificarlo a la primera lectura) esa pasión por la música, y no es necesario llegar a Wagner para constatarlo, pues la música es, para Antonio Daganzo, mucho más que Wagner, como culmen de un proceso arduo, pero sosegado, de deambular por la vida entre el dolor y el amor a partes iguales.

No queda más, pues, que dar la enhorabuena más sentida a Antonio Daganzo por esta obra maestra que nos ha dado y porque, además, y esto no es baladí, la cuidada edición de RIL Editores es preciosa.

La sangre música. Antonio Daganzo. RIL Editores. Barcelona – Santiago de Chile, 2021. 11,40 €. 60 páginas.


EL AUTOR

JESÚS DÍAZ HERNÁNDEZ (Madrid, 1954). Poeta y dramaturgo, es licenciado en Periodismo por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.

Es autor de cinco libros de poemas: Los sueños perdidos (2003), Olvidos eternos  (2007), Quizá en otro mundo (2010), En mil pedazos (2014) e Invisible (2020). En 2018 publicó un libro de aforismos bajo el título de El último refugio. Ha trabajado y colaborado en diversos medios de prensa y radio, tanto en informativos como en programas musicales de jazz. Ha sido miembro del jurado de varios premios de poesía y teatro; y ha colaborado en prestigiosas revistas literarias como “Hermes” y “Tinta en la medianoche”. Actualmente colabora en la revista de cultura “Entreletras”.

En los últimos años ha desarrollado una amplia y exitosa labor teatral, estrenando varias obras de teatro y microteatro.