En «El Gran Bosque» | Sobre el último libro de de Marta López Vilar

Con este libro, la poeta Marta López Vilar obtuvo el Premio Internacional de Poesía «Margarita Hierro» en 2019. Un libro meditativo e intenso en el que ahonda el autor en el texto que sigue.
© MIGUEL VEYRAT

The woods are lovely, dark, and deep,
But I have promises to keep,
And miles to go before I sleep,
And miles to go before I sleep

Robert Frost (1)

Este libro es un arcano. Es un templo. Es un infinito cruce de caminos por donde circula la poeta, al parecer desorientada cuando comienza sus ritos. Y cada vez más segura cuando sin reservas se entrega a la oración que trenza su paso a lo sagrado de aquel verbo desconocido, siguiendo el laberinto por donde comienza el columnario.

Porque poetizar es construir y orar en la acepción más limpia del habla, en busca de los materiales de lo oculto en el Conocimiento. Una vía, un camino de bosque como querría Heidegger. Con zambranosos claros donde ‘decir el sonido cuando ya no estés’, pues ‘dónde buscar el aire último que tal vez pensó la noche y comprendían los pájaros’, en el decir de Marta López Vilar al detenerse ante la primera campanada del día en la ciudad, al salir de la umbría.

Llevará ya prendida en sus cabellos una brizna de la rama dorada del bosque de Nemi que acaba de cruzar, adonde llegó como esclava y alumbra ahora liberada tras callada pero ardua batalla por llegar al claro de los claros, santuario de ‘Diana Nemorensis’ y proclamarse ante sí misma con la arboleda de testigo, como la primera reina del bosque que venció el miedo, rompió sus cadenas y articula libremente un nuevo lenguaje universal. Porque nadie puede considerarse como tal sin cruzar por las vías sombrías de la iniciación a la madurez. Cada uno de nosotros la procura de un modo distinto y a menudo convirtiendo lo que parece un castigo en una vía de esforzada, ardiente claridad.

Y ésta joven mas consagrada poeta, con diversos títulos anteriores y traducciones ‘senyeras’ del catalán como Les Elegíes de Bierville de Carles Riba, obra cumbre de la mística escrita en la hermosa lengua de Ausiàs March o Jordi de Sant Jordi, y aprendida en la Occitania de la que formó parte en el pasado remoto, debió asumir, con la misma humildad de los grandes el destino que le asignó la Administración española, que reparte sus duelos y quebrantos entre los docentes que se niegan a trepar cucañas.

La hallaremos ahora al penetrar el libro, enseñando nuestra lengua y cultura en un país como Hungría, situado en las antípodas culturales y políticas de los fundamentos de la latinidad. Pero pienso que mejor que yo mismo describe ella en uno de los hermosísimos poemas en prosa que componen su libro, su método cordial, no enseñando castellano sino aprendiendo la lengua bosquimana:

CLASE DE HÚNGARO

Apunto en un cuaderno las palabras que aprendo: ‘ki’, ‘mi’, ‘ez’, ‘kép’, ‘asztal’, ‘hideg’, ‘esös’. Intento recordarlas una y otra vez. ‘Quién’, ‘qué’, ‘este’, ‘fotografía’, ‘mesa’, ‘casa’, ‘frío, ‘lluvioso’. Pienso en que podría contar con todo eso. Qué instante tan hondo acudiría al decir estas palabras. Quién me respondería, tan sólo, escribiendo ‘yo’ en los espejos de mi casa.

Pero su casa comenzaba ya a construirse con piedrecillas del camino del bosque mientras regresaba a diario a su estrecha habitación de maestrita que traía a sus helados muros el calor de una flor roja recogida en el patio al pasar: acaso el mismo día en que recibió una carta en blanco de alguna parte que ya no pudo recordar.

Marta López Vilar, autora de El Gran Bosque

Y con el tiempo sí que pudo cumplir el deseo de decir: ‘hoy caminé, la vida está intacta’. Y camina, se detiene, contempla la Gran Iglesia, la Panadería, gira por las esquinas y deja caer el frío como pequeñas agujas sobre su cara, se detiene ante la ventana de la Escuela de Música y bebe de los jardines que nacen desde la ventana hasta ella precipitados hacia el lenguaje. ‘Es un tacto frío—dice— en mi garganta por donde noto pasar el tiempo y las raíces, la extraña hermosura ciega que reconozco al otro lado. Me quedo inmóvil y soy yo de nuevo el corazón donde van a comer los ruiseñores’.

El tiempo, que todo lo trastorna a la vez que lo coloca en su lugar. Pasaron las angustias de las primeras noches al raso bajo la techumbre de hojarasca, el alfabeto ‘que teje y desteje lentamente’ su nombre como el mundo que la rodea. Un alfabeto es todos los alfabetos. «Pongo mi oído sobre el suelo, toco las cortezas y me oigo respirar. Lento, tan lento que olvido la última vez que respiré. La primera letra es mi respiración. Como ese aire que sale camuflado, que se pierde, se diluye. Letra que no nombre. Ya no tengo mundo.»

No tiene aquel mundo, es cierto, pero amanece en todos los idiomas y ella no sabe cómo despedirse del tiempo que huye y se imagina con un papel en blanco entre las manos. ‘Amanece en ese bosque extranjero’, musita, pero el papel en blanco que le coloca Roland Barthes —que la acompañó en la travesía— entre las manos, la lleva a comprender. Realiza pruebas de voz y de escritura. Silencio, sin embargo, y cree que ya nada puede volver al cuerpo herido de su voz que es ahora bosque. Y camina y camina hasta salir y hallar palabras-minerales. Una nube. El río. Sumergirse. No sentir el frío de donde brota el escondido alfabeto propio. Ahora tiene la carne hecha de palabras.

El gran bosque. Marta López Vilar. II Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro. Pre-Textos. Valencia, 2019

Ya superados los ritos de iniciación, el interlocutor secreto al que se dirige nuestra poeta en su travesía es su propia imagen alta y delgada, vestida de blanco como en el lugar de la existencia pasada sobre la puente donde la palabra se congela y ella intentaba unos rectos andares para ampliar el arco Ella La bella y Doncella el nítido espejo no empañado ya por la tiniebla Su doble Ideal Ethos ya regenerado que sobrevolaría de inmediato sobre el abismo. Recuerda aquella tarde ante la escuela de música: ’Bajo la cera, como una antigua máscara, podré leer lo que decía la ventana donde sonaba la música. Veré sus facciones y todo sonará como mi voz cuando le hablo a una caracola o al oído de mármol de una estatua’.

“Todo lo que hago con esto es pedirte que permanezcas: manantial silencioso, blando sueño donde alzaba mis manos para tocar la luz del sol, caracol dormido. Ciudad que se quedó entreabierta, lugar que me nombró por dentro.

El Gran Bosque hace mi ternura, lentamente. Llegué a saberlo.

Cómo decir el sonido cuando ya no estés.”

Con estos tres breves párrafos termina su libro Marta y termino yo lo que llamaba mini-reseña y me corrigió en la última publicada el poeta Juan Cobos Wilkins, llamándola (luminosa) reflexión. Pasemos por alto la luminosidad de mis palabras pues al terminar de leer el libro me sentí como aquel que hallándose sobre la puente Zwar ante la Daena de blanca silueta con sus dos canes a los lados, no sabe encontrar la palabra que le permita el paso a los jardines de Ahura Mazda habiendo ya traspasado el bosque.

Marta López Vilar, aquella muchacha nacida en Úbeda frente a las lomas azules de la sierra que mira hacia la celda donde muere cada noche fray Juan de Yepes, ha encontrado el cierre de oro de su lenguaje poético. Bastaba con cruzar a pies desnudos, humildemente un bosque de voces destiladas en palabras con forma de hojas. Luminosas. Y que ya no tema nunca más, nuestro filósofo amado Giorgio Agamben dice que cuando todo está en ruinas, sólo queda el lenguaje indestructible de la poesía.

(1) In ‘Stopping by Woods on a Snowy Evening’.  Traducción de J.L. Borges: Los bosques son hermosos, oscuros y profundos, /pero tengo promesas que cumplir,/ y millas por hacer antes de dormir,/ y millas por hacer antes de dormir


EL AUTOR 

MIGUEL VEYRAT  (España, 1938) es poeta, periodista, traductor y ensayista. Publica  en 1975 su primer libro de poesía en la colección Adonais. Tras varias entregas de distintos géneros literarios, incluidos varios libros de poesía, inicia en la década de los 90 una nueva etapa de escritura dedicada por entero a la poesía, con la publicación de Elogio del Incendiario, Conocimiento de la Llama, La Voz de los Poetas, Babel bajo la Luna, Instrucciones para 
Amanecer, Fronteras de lo real, escritos sobre poesía, Razón del Mirlo, Poniente, Pasaje de la noche, El Hacha de Plata y finalmente Diluvio y Tu nombre es Eros en 2018.

Cuenta con cuarenta libros publicados, la mitad de ellos de poesía, con numerosas reediciones, antologías y traducciones a varios idiomas. En el presente año y coincidiendo con mi 80 aniversario, apareció en la colección parisina “Classiques pour demain” en las editorial universitaria L’Harmattan de París, dirigida por el catedrático de Sorbona II Daniel-Henri Pageaux, el ensayo “Passages de l’Aube” acerca de su obra poética, realizado por la catedrática  de literatura española de la Universidad de Orléans Françoise Morcillo.