Sobre «Habitarás la luz que te cobija» de Beatriz Hernanz

«La muerte como luz y tránsito hacia lo eterno» es una definición que la autora asigna al último libro deBeatriz Hernanz. Un libro que dialoga con poemarios anteriores y con el que muestra la posesión de una obra bien trabada e intensa y de un mundo reconocible.

© CARMEN DÍAZ MARGARIT

Su libro es tiempo, silencio, rumor lejano, provocación discreta, así describe Edwards en su prólogo a Habitarás la luz que te cobija. No sólo es precioso el título, la belleza es la invitada silente en cada uno de sus versos. Este libro  nace de la necesidad de superar la muerte a través de la sublimación. La muerte como luz y tránsito hacia lo eterno, donde la memoria de la infancia estrena un viaje metafísico. Beatriz Hernanz elige unos versos de Alejandra Pizarnik en la apertura de “Como la espuma del tiempo que pasa”: He dejado mi cuerpo junto a la luz/ y he cantado la tristeza de lo que nace. Ensimismamiento e introspección. Su poesía es un tránsito iluminado de la pena contenida hacia la luz. Ante la ausencia de los seres queridos, sólo queda vivir en la luz interior que nos alumbra. La muerte nos obliga a la vida y nos remite a los olivos griegos: Yo te traigo en mis ojos/una luz de olivos centenarios. En una concepción guilleneana y cíclica de la poesía, este sexto poemario de Hernanz se dispone en cuatro partes, como todos los anteriores.  Dialoga con sus libros anteriores.  El viaje, la memoria, el silencio, el amor, la pérdida, el mar, la soledad o la infancia son algunos de los temas recurrentes en su obra poética. La poeta se lamenta de la orfandad de un mar que no vuelve.

Habitarás la luz que te cobija, Beatriz Hernanz, Ars Poetica, Madrid, 2018.

Sólo sorprende la ausencia del espejo, otro de los elementos que caracterizan con fuerza la poesía hernanciana. Esta nueva entrega de la poeta nos muestra una poesía nueva, lírica y simbólica, sugerente y secreta. Y es también un eterno retorno a sus espacios comunes y a sus fuentes. Se nos antoja lejos, pero no deshabitada del universo de la metáfora y el símbolo. La evocación de Lorca y a toda la mejor poesía del 27, en su poema Harlem o en así que pasen cinco años, se enriquece ahora con la presencia de influencias como Ungaretti, Pizarnik, Paul Celan, Kerouac o Unamuno. Poesía cargada de guiños literarios, de presencias asumidas y de pulso inspirado. Habitarás la luz que te cobija quizá sea su mejor entrega, nacida de la muerte y el desgarro. Sostenida entre sutiles metáforas y decorosos silencios. Es una palabra honda y verdadera, tejida con sus habituales imágenes que deslumbran. El hilo narrativo del poemario es el dolor por la pérdida de su madre y de su hermano, -que descansan en el mar de Escocia-, y sirve para otorgar el sentido metafísico a los poemas. Y su resurrección nace en la luz, su vuelta a la vida. La poesía como catarsis, para poder vivir: He ofrendado un castillo a la muerte, / para que la vida pueda continuar. Los ausentes de Hernanz habitan en la mar, siempre presente, cuna y epitafio de sus ausencias: abriste los caminos, madre, /en el cementerio del mar… La madre espera la pérdida del hijo para volver a morir: Te quedaste/ hasta el final del hijo,/ expulsada de la luz. La pérdida del hijo fue la muerte silenciosa de la madre. Desgarradora es también la pérdida fraternal. Beatriz Hernanz se pregunta a qué mar iremos a buscarle: Quizás en un desierto plagado de olvidos, / despliega, solitario, sus alas al sol.  Los seres perdidos de Hernanz habitan también en la luz, porque ese es el destino del conocimiento, la superación del dolor y el encubrimiento de la ausencia: Tu huida en las palabras/ que ya nunca más podré decir. Habitarás la luz que te cobija se inserta en el viaje biográfico y poético al que la autora nos tiene acostumbrados.  La ausencia es el tránsito donde la memoria filial de la infancia viaja por todo el mundo, desde  América a Europa: Sao Paulo, Belo Horizonte MG, Caminha, Puerto Rico,  Nueva York, Roma, Siena… Y Palermo, el actual destino de Beatriz Hernanz como directora del Instituto Cervantes. Italia es donde habita su espíritu y el discreto amor de su vida.

El colofón del libro también alude a Agrigento de Sicilia, donde San Calógero convirtió a sus habitantes y curó a los poseídos. Del mismo modo, estos poemas nos deslumbran con el exorcismo de la muerte y con esa luz tan blanca y tan sublime que nos salva. Se inserta también en el viaje lingüístico de la poeta, del gallego al italiano, del inglés al castellano del cielo velazqueño de Madrid, al que la madre y su hermano no volverán. En el olvido hay misericordia, pero no en la poesía, donde habita la memoria. El libro se despide con “Memoria del desarraigo”.  En esta cuarta y última parte del poemario, se deslizan las arañas y las hormigas surrealistas. Y la ruleta de la fortuna medieval, o el azar, que no le devolverán a Hernanz el rostro materno ni la mano sondada de su hermano. Expresa el dolor de la pérdida desde la elegancia, -sin histrionismos-, y la firme decisión de mantenerla en el recuerdo: Hay que vivir/ para que no se quiebre tu memoria. Su escritura fluye oblicua, desbordante, florece más allá del verbo en un estilo propio, discreto y exquisito, tan lejos de la poesía al uso de estos días. La poesía no se ocupa de lo posible. Por eso, Hernanz sueña con un cobijo iluminado por la luz del más allá. La poesía se silencia al fin, con turbadora elocuencia: Cuando la luz se entregaba a nosotros/ y no esperábamos otra cosa que la vida.

Imagen principal (por gentileza de Concha Rodríguez): lienzo de Eugene Jansson


 

LA AUTORA

CARMEN DÍAZ MARGARIT (París, 1961), ha vivido en Valencia, San Sebastián y Madrid, donde reside actualmente. Se doctoró en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesora de Español para Extranjeros, colaboradora del Departamento de Literatura Española de la Facultad de Filología en esta misma universidad y profesora de Enseñanza Secundaria, de Lengua y Literatura Española. Ha publicado entre otros, los siguientes libros de poesía: Gacelas de la selva alucinada (1991), Perfil de sirenas (1994), y Orlando o el desconcierto de las alondras (1999). En prosa poética, destacan Las visiones azules de Isadora (1990), Monólogo de una nube con “Las islas invitadas” (1993) y “Requiem en Re menor” de Mozart (1999). Destacamos así mismo la publicación de su tesis doctoral, sus ensayos, sus numerosos artículos, sus ediciones de otros autores y alguna obra teatral como El loco y su pelícano.