Un recorrido por el último poemario de Encarnación Pisonero. Un libro en el que, según la autora de la presente reseña, «cede su voz poética, en un grito mudo de denuncia, a esos niños, a los marginados, a los vulnerables».
© CARMEN DÍAZ MARGARIT
El verdadero fin del mundo es la aniquilación del espíritu.
Karl Kraus
Como brota la primavera, así nacen sus versos. Pero no es verde el brote, sino azul cielo, donde vuelan infinidad de aves como estorninos o aves necrófagas que deliran con atrapar a los niños, los desvalidos, las víctimas, los limpios de corazón. Los Niños Amargo Caramelo –editado con delicadeza por Ars Poetica– es un libro de denuncia. Sus protagonistas son los infantes, que están casi callados. Porque el silencio es otra columna vertebral del poemario. Como la sugerencia o la imagen que delira en una partitura casi perfecta, la metáfora conmueve por su belleza y su veracidad: Por la ventana/ se adentra una nube/que navega sin remos. Para Encarnación Pisonero, este libro es “un lamento por la indignidad humana, la perversión del lenguaje, la destrucción de la naturaleza y el olvido del espíritu. Y también la esperanza de que aún podamos salvarnos.”
La autora es la Sibila de la infancia que traslada el dolor al futuro homérico de Virgilio. Universo de héroes y víctimas de la injusticia. El volumen es unitario, donde todos los poemas conforman un único poema y muchos recuerdan al haiku o al árbol japonés. Todas las artes están presentes en esta décima entrega, pero sobre todo la pintura, el poema visual, la música. Sus lectores ya estamos acostumbrados al uso del pincel en su obra, -como ejemplo el espléndido libro El prisma en la mirada-, donde Pisonero elabora una de las pocas y valientes Ékfrasis recreativas de la literatura española. Luis G. Martínez estudió este título en su espléndida tesis, -de la University Philadefia-, que publicó Devenir en 2011. Abundan los poemas visuales y los colores de la paleta pictórica, del azul cobalto al verde utopía. Del color de la sangre al arco iris, donde Herodes es un dragón azul. Todo lo ven los ojos del alma de la pitonisa. El primer indicio de poesía visual está en el título de la portada, que forma la cruz patriarcal de Caravaca, la doble cruz que cabalgan los niños inocentes en sus espaldas. Por eso la escritora cede su voz poética, en un grito mudo de denuncia, a esos niños, a los marginados, a los vulnerables, las víctimas de la injusticia, los esclavos, los acosados.
El escenario de este último libro de la autora vallisoletana son los cuatro elementos de la naturaleza
Título de contrastes en armonía y vigilia, donde la poesía es profunda, diáfana, casi filosófica, pero sobre todo simbólica, mítica y secreta. Solo nos alumbra con sus preguntas. La vigilia de los antiguos ejercicios infantiles de religión ha mutado en la lucidez pagana de los dioses. Porque Dios es el gran ausente. La traición divina a sus criaturas da paso al paganismo de los aurigas, a lo telúrico. Como artista creadora, la poeta demiúrgica dispone que los infantes vuelvan a vivir entre sus versos su propia historia y en su propio mundo onírico. La visionaria Sibila callada escribe su homenaje a los infantes, sin casi nombrarlos. El escenario de este último libro de la autora vallisoletana son los cuatro elementos de la naturaleza: la tierra de siembra baldía, – el cruel escenario de la devastación y la gran olvidada de los hombres, salvo para esclavizar a los campesinos-. El cielo donde poder soñar con el vuelo de las aves, el mar de las sirenas para huir y el fuego que calcina y mata. La muerte es otro de los temas principales, al que ya estamos acostumbrados sus lectores en otros títulos como Permiso para embalsamar o A los pies del sicomoro. Pero del fuego surge el Ave Fénix, la esperanza, la metamorfosis de Ovidio o de Kafka: Y el polen entró en sus corazones (…/…) para que cese el llanto de la tierra. Para esta creadora intuitiva y culta, es necesario cambiar la religión de nuestros mayores porque en su nombre se cometen las mayores atrocidades. Los Niños Amargo Caramelo está lleno de referencias religiosas: sus bienaventuranzas, la culpa, el apocalipsis… La simbología cristiana la utiliza para denunciar su hipocresía. La poeta verdadera, con una voz única, nos sorprende con cada uno de sus títulos. Se reinventa cada vez. Sus libros están conectados por vasos comunicantes donde temas como la muerte, el amor, la amistad, el mito, la pintura, el paisaje o la infancia permanecen al fondo de sus versos, como si fueran las aguas de un océano. Pero cada libro es un hallazgo. Tiene tanta imaginación y creatividad que su emoción silente nos desgarra una y otra vez, como Sísifo. Sólo la intensidad lírica la define en su silencio. Porque los niños callan pero ella también calla, aunque en el horizonte nos dibuja el ardid de la esperanza. Desde donde duermen los dioses de Hölderlin, me pregunto cómo es posible que Encarnación Pisonero no esté en la lista de los Premios Nacionales de Poesía.
LA AUTORA
CARMEN DÍAZ MARGARIT (París, 1961), ha vivido en Valencia, San Sebastián y Madrid, donde reside actualmente. Se doctoró en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesora de Español para Extranjeros, colaboradora del Departamento de Literatura Española de la Facultad de Filología en esta misma universidad y profesora de Enseñanza Secundaria, de Lengua y Literatura Española. Ha publicado entre otros, los siguientes libros de poesía: Gacelas de la selva alucinada (1991), Perfil de sirenas (1994), y Orlando o el desconcierto de las alondras (1999). En prosa poética, destacan Las visiones azules de Isadora (1990), Monólogo de una nube con “Las islas invitadas” (1993) y “Requiem en Re menor” de Mozart (1999). Destacamos así mismo la publicación de su tesis doctoral, sus ensayos, sus numerosos artículos, sus ediciones de otros autores y alguna obra teatral como El loco y su pelícano.
Reseña de Los Niños Amargo Caramelo, Encarnación Pisonero, Editorial Ars Poetica, Oviedo. Colección Carpe Diem, 2018.