«Como ceniza blanca sobre una hoguera» de Néstor Villazón

De Como ceniza blanca sobre una hoguera, o la cara B del ser humano. En este libro se pretende de cada escena una lucha de la que extraer un mensaje, que en su conjunto devuelva al espectador o lector una idea de cómo era y cómo es la nación que habita. La obra, representada por  «La Tejedora de Sueños»,  obtuvo el ‘Premio Oh!’ al mejor espectáculo de  la Asociación de Compañías Profesionales de Teatro y Danza de Asturias (Acpta) y el ForoEscena en Gijón.
 ©ALEJANDRO FERNÁNDEZ-OSORIO

Como ceniza blanca sobre una hoguera de Néstor Villazón, parte de un juicio por herejía situado en la Zaragoza de 1485, ocaso crítico de la Edad Media. Una España convulsa en una Europa en crisis histórica resulta el caldo de cultivo para, además de revisar y hacer memoria, aprender sobre ese otro ser humano que somos. Este punto de partida temático es una propuesta arriesgada por varios motivos: Uno, exige una fidelidad y coherencia histórica que el autor no puede burlar (o sí, si estuviese acertadamente justificada); Dos, plantea una decisión formal crucial, ¿qué voz le doy a los personajes para que resulte verosímil y facilite una comunicación con el lector-espectador?; Tres, la necesidad de construir escenas que sean capaces de conmover superando la distancia temporal y la composición anacrónica. Es pues, una apuesta por la capacidad del arte para emerger de una temática temporalmente alejada y concreta hacia la realidad atemporal que nos compone como seres humanos.

Es pues, una apuesta por la capacidad del arte para emerger de una temática temporalmente alejada y concreta hacia la realidad atemporal que nos compone como seres humanos.

Con ello bien respondido, comienzan a desfilar personajes arquetípicos (entre ellos algunos personajes históricos bien conocidos por todos) que tienen su riqueza en el elenco más que en la individualidad. ¿Qué quiero decir? Es en la entidad que forman todos ellos donde encontramos la riqueza de la ambigüedad de carácter, la escala de grises, y no tanto en las individuales de la trama, que vienen a ser intencionadamente bastante polares a excepción del cínico y dudoso Hablante, contrapunto caracterial en el que nos detendremos más adelante. En este aspecto, el autor se decanta por la entidad grupal como un ser vivo compuesto por las diferentes posibilidades humanas que se despliegan a lo largo de la trama. De este modo tenemos la vesania inquisitorial, la imposición, la ceguera, la persecución, el fanatismo por parte de los representantes empoderados y oscuros de una iglesia en el cénit de la violencia; el miedo, la alienación, la confusión, la locura, el odio, la paranoia de las víctimas perseguidas, capturadas, juzgadas y asesinadas en todo un proceso bárbaro; la necesidad de venganza, de fin, de justicia, de liberación, de lucha y supervivencia del perseguido; los reyes cambiantes y ciegos ejerciendo un poder sometido a instancias y discursos más poderosos que ellos, sin la capacidad de pensar en el mismo pueblo que por otro lado los apedrea al confundirlos con mendigos. De toda esta esta exposición resulta una pregunta: ¿Qué tipo de ser vivo es capaz de sentir y hacer sentir todas estas realidades?

Néstor Villazón

Esto es lo que consigue Néstor. Que en el despliegue del hacer humano sostenido sobre el proceso de juicio de un hereje, contemplemos a ese otro que, siendo también nosotros, ha llegado a desplegar cotas impensables del mal y a reaccionar contra él. Con un nihilismo de fondo que se instala desde las primeras páginas, nos sumergimos en ese pesimismo y esa oscuridad beckettiana que recuerdan al teatro de Bernhard o Handke donde se nos presenta sin paliativos la cara B del ser humano. Más que ser un teatro de la memoria, lo que hace Néstor Villazón en esta obra, siguiendo la línea personal de otras anteriores, es un teatro del señalamiento, indicando con su dedo eso que fuimos, somos y seguiremos siendo, porque, probablemente, es algo inherente a nuestra realidad.

Como ceniza blanca sobre una hoguera. Néstor Villazón. Ed. Trabe. Oviedo. 2017

Escribe: “Es fácil, si no acusas, tú serás el acusado”. “Majestad, con esta caza de brujas se diezman mis fueros. Sin ellos no cuento con hombres que se ocupen de mis fincas”. “Nadie te condenará por ser pobre. / No sabes nada de la condena de ser pobre.”. “Entonces me das pena, porque si no me culpas de algo, es que has perdido la esperanza”. “¿Y si nunca acaba? ¿Y si el género humano está maldito?”.  Esta es la cuestión diferencial del texto de Villazón, hacerse cargo e indagar en una realidad humana que, al ser planteada en un periodo de nuestra Historia lejano y bien acotado por por todos, dribla nuestras defensas y genera un paralelismo con nuestros días, donde el género humano, aunque Steven Pinker nos demuestre con miles de datos que ha ido viniendo a menos en su violencia, sigue ejerciendo el daño y la vesania con otras formas de ejecución.

Como contrapunto a todo esto tenemos un personaje divertido, inteligente y perspicaz, que desde un cinismo arrollador, viene a denunciar “las verdades del mundo”, resultando una especie de Alter Ego del autor. El Hablante, del que Fernando el católico dice: olvidaos de este hombre, solo es un bufón. El mismo Hablante que desnuda el egoísmo del patrón; el que se pregunta «¿qué hay de malo en que se desmorone lo que no funciona?»; el que usa la metáfora y la fábula para decirles a los reyes que son ciegos, pasivos e injustos; el que reflexiona sobre el tiempo; el que a la pregunta de «¿Por qué venís ahora con todo esto?», responde:  «Por cansancio, majestad. Por aburrimiento, por ruina, porque todo ha terminado.» Igual que un personaje de Han Kang se pregunta «¿En qué punto se torcieron las cosas? , ¿dónde comenzó a desmoronarse todo esto?» Es este tipo de autor del que estamos hablando cuando nos acercamos a Néstor, y este tipo de señalamiento su teatro. Y es  todo esto, además de la construcción formal del texto que va intercalando inteligentemente las escenas para generar un avance hacia el pensamiento, o profundizando con un lenguaje claro en los aspectos más oscuros, o haciendo que la aparición de los personajes se dé en un equilibrio emocional y reflexivo que no llegue a ahogarnos, la razón por lo que defendí en su día la obra y la sigo defendiendo a día de hoy como una literatura necesaria en esta supervivencia que es tirar hacia adelante; más necesaria que nunca en nuestros días, donde la necesidad de positividad y positivismo nos lleva a desligarnos de la realidad humana que luego nos sorprende en las cifras de suicidios, los atentados con inmolación o la perenne violencia sobre el desprotegido económica, ideológica o culturalmente.

(…) una literatura necesaria en esta supervivencia que es tirar hacia adelante; más necesaria que nunca en nuestros días, donde la necesidad de positividad y positivismo nos lleva a desligarnos de la realidad humana (…)

Señalar para poder ver. Eso es lo que hace Néstor Villazón en su Como ceniza blanca sobre una hogueras, y yo lo celebro.


SOBRE EL AUTOR

ALEJANDRO FERNÁNDEZ OSORIO (Asturias, 1984), es escritor y psicólogo.  Es licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca, experto en teoría y psicoterapia psicoanalítica y Máster en Estudios literarios por la Universidad Complutense. Ha sido profesor en la Universidad Internacional de la Rioja y en la actualidad lo es del Máster en Psicoterapia de base Antropológica en la Universidad de Salamanca. Reside y ejerce en Madrid.

Ha publicado los libros Frontera (2011), Magaya (2015) y JC (2016), por los que ha recibido el premio Asturias Joven de Poesía, el Premio de la Crítica Asturiana y el Asturias Joven de Narrativa respectivamente. Sus reseñas han aparecido en revistas como El cuaderno, Clarín, Koult o Cuaderno de lluvia.