La novela lleva como subtítulo Una ficción que en parte ya ha ocurrido, una frase que tiene gran parte de verdad fundada en la realidad. Los últimos dramáticos acontecimientos vividos en institutos norteamericanos y protagonizados por asesinos adolescentes sitúan el libro de Martínez de Mingo en un plano de rabiosa actualidad.
© JOSÉ MANUEL LÓPEZ DE ABIADA
La quinta novela de Luis Martínez de Mingo (narrador, poeta, ensayista y autor de relatos memorables) llega de forma silenciosa, pese al asunto que aborda: los homicidios cometidos por jóvenes menores de edad en los años del cambio de siglo, en los que sucedieron crímenes como los perpetrados por José Rabadán, conocido por el de la catana. Asesinos de instituto es obra de hondo calado psicológico y amplia proyección social y filosófica, amén de fundadora en la elección del género: una novela policíaca con asesinatos y policias, con características un tanto particulares sobre un sobrecogedor motivo literario. Y lo hace desde el recurso a un lenguaje a la vez coloquial y altamente técnico y específico, transido de un amplio trasfondo cultural y de figuras retóricas que exuman y afirman una constante voluntad de estilo en función de las exigencias de la narración, aspectos que la diferencian de las mejores novelas del género, como pueden ser las de la serie Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán. Y también se diferencia en el argumento, la configuración y las características de los dos protagonistas, la policía Ángela Cienfuegos y Benjamín, el joven fan de Marilyn Manson, de la película Copycats y Anton LaVey, el fundador de la iglesia de Satán (entre tanto hay fans incluso de José Rabadán, el joven de 16 años que dio muerte a sus progenitores y a su hermana en abril del 2000 con una espada de samurái).
Considerada en el conjunto de la obra del autor, Asesinos de instituto suma -y se beneficia de ello- los saberes y logros previos de su entera producción narrativa, sustanciados sobre todo en su primera novela (El perro de Dostoievski, finalista del Premio Nadal en el 2000), en su relato largo Pintar al monstruo (2008, galardonado con un prestigioso premio de novela corta) y en su colección de cuentos Bestiario del corazón (1999, obra varias veces reeditada, de la que Caballero Bonald ha dado un juicio de valor concluyente: “un libro insólito de un escritor brillante”); y también en su relevante y original dietario (Pienso para perros, 2015, reseñado amplia y positivamente por quien esto escribe en esta revista).
He adelantado que el lenguaje de la novela está en función de la trama y de una amplitud cultural que no se suele dar en el género policíaco. A ello se suma entre paréntesis el subtítulo -(Una ficción que en parte ya ha ocurrido)-, que adelanta una clave hermenéutica primordial: las intersecciones al uso entre ficción y realidad apuntan a certezas harto conocidas por el lector, que sabe bien que la cultura satánica forma parte del pan cotidiano de los adolescentes que protagonizan y animan la novela. La lectura revela que el pasado sigue vivo, como confirman los juegos virtuales que visitan algunos personajes adolescentes (“La ballena azul” es ahora quizá el juego más conocido, entre muchos otros).
Martínez de Mingo centra y afina las semánticas de la palabra narrativa, sin miedo a investigar y fondear en las “culturas” satánicas (Marilyn Manson es el referente por antonomasia), en las series de las play-stations (“Avalanche” es la más nombrada) y en otras variedades y dependencias patógenas. El autor aporta las referencias, los códigos y los elementos básicos necesarios para que el lector pueda captar los comportamientos y la psicología de esos adolescentes asesinos que disimulan sus flaquezas parapetados en las capuchas de tiburón que configuran la portada.
Otros desvíos y variaciones con relación al género policíaco es la comprensión e incluso la simpatía que la detective Ángela Cienfuegos siente por Benjamín, a quien acompaña a tramos en su viaje ad inferos, con secuelas y trances que aquí no conviene descubrir. Sí conviene, sin embargo, subrayar que Asesinos de instituto es una novela muy bien escrita, que respeta las reglas del género, aunque las desborde en lo relativo al discurso social, pedagógico y psicológico. El lector se percata de que la sociedad ya no toma en serio el mal moderno, que tiende a banalizarlo -salvando las distancias temporales y las circunstancias bélicas- en el sentido que lo canonizó Hannah Arendt y luego han matizado otros filósofos, entre los que figuran Georges Bataille, Jean Baudrillard o José Luis Pardo.
Un mal moderno aquí extrapolado con relación al “antiguo”, que había nacido en las postrimerías de la Revolución francesa como consecuencia de los traumas relativos a los años del imperio de la arbitrariedad bajo la égida del Comité de Salvación Pública (órgano ejecutivo creado en abril de 1793), de las ejecuciones masivas y de las masacres de septiembre de 1792 en Paris y otras ciudades francesas. Son numerosos los personajes que encarnan el mal moderno en Asesinos de instituto, entre los que a veces figuran -además de los protagonistas de la literatura maldita y los motivos literarios sustanciados en los homenajes a la sangre y en la dependencia o adicción a esa literatura- en los propios entornos familiares de las figuras. Y también abundan las carencias o quiebras amorosas, las oquedades, los baches y derrumbes vitales, capaces de generar alarma en la sociedad. Y son asimismo frecuentes el rencor, la mordacidad, el zaherimiento y el veneno, porque Benjamín (el joven protagonista) se siente relegado y rechazado. En suma: una violencia desatada que insufla a la novela un aire innovador por las varias formas de violencia que relata, y porque el autor tiene en cuenta tanto la perspectiva descriptiva como la vertiente comunicativa, a la vez que amplía la forma binaria o relación diádica entre víctima y victimario hacia una nueva dimensión triádica, sabedor como es por su formación filológica de que todo acto violento encarna también un acto comunicativo.
No sorprende, por tanto, que los dos periódicos españoles de mayor tirada recogieran, durante semanas y antes de que aparecieran las primeras reseñas de la novela, el anuncio de la Casa del Libro en su versión digital y la promocionasen como “novedad destacada”.
EL AUTOR
JOSÉ MANUEL LÓPEZ DE ABIADA(Cantabria, 1945) es catedrático de Literatura Española e Hispanoamericana en la Universidad de Berna. Ha publicado numerosos trabajos de crítica literaria en revistas europeas y españolas sobre autores españoles e hispanoamericanos, como Arturo Pérez-Reverte, Roberto Bolaño o Manuel Vázquez Montalbán.