El evangelio según Vilas | Sobre «Ordesa», su último libro

Ordesa, el último libro de Manuel Vilas, es diseccionado a continuación de un modo inédito en el largo relatorio de críticas que lo ha acompañado desde su reciente publicación: como algo diferente de una novela.  Aunque sin dejar de serlo del todo.
© RECAREDO VEREDAS

Con Ordesa, y a una edad que todavía permite esperanzas de continuidad, Manuel Vilas no solo alcanza la madurez literaria, también nos regala una obra muy distinta a las que componen el canon moderno de la literatura española. Sin embargo, nuestra perpetua necesidad de encasillar cualquier obra dentro de un género puede distorsionar la recepción de una pieza tan libre. Deberíamos dejar esa elección en las manos de un lector que no precisa comida masticada. La causa es evidente: al acercarse a una obra literaria denominada novela, el lector se ve forzado a encontrar pequeños hilos de trama, mínimas progresiones que justifiquen tal asignación. ¿Existen? Sí, cada lector encontrará los que le plazcan, sean los orígenes de los padres del protagonista, las circunstancias que causaron su divorcio o, sobre todo, ese personaje ausente que es la exmujer y madre de sus hijos. Sin embargo en Ordesa los descubrimientos son mínimos porque el auténtico avance ocurre en la conciencia del lector, lo que sitúa a Ordesa mucho más cerca de un diario poético-filosófico que de una novela. Si contemplamos el texto desde esta perspectiva se libera de corsés que ni precisa ni la narrativa de Vilas suele buscar.

 Ordesa es una reflexión profunda sobre la madurez. Su éxito se debe a tres motivos tan ligados como la yema y la clara: su compasión, su universalidad y, por supuesto, su escritura. La palabra compasión tiene muy mala prensa, al contrario de lo que le ocurre a otros términos nobles también utilizados con fines perversos, como democracia. La compasión auténtica no implica sentimentalismo ni blandura. Al contrario, la compasión bien entendida requiere un esfuerzo hercúleo. Porque supone comprensión, poner en palabras el dolor ajeno, aquello que el lector sufre pero no puede verbalizar y cuyo descubrimiento posee un carácter curativo, incluso sanador, aunque no carente de dolor. La depresión no se cura con caramelos de menta. Vilas siempre ha comprendido el mundo y las gentes que lo pueblan pero aquí los destinatarios no son seres abstractos o luminarias del star system sino quienes acompañan su paso por este páramo. Es decir, da un paso adelante arriesgado, porque es mucho más fácil mirar hacia los desiertos y urbes de America que hacia uno mismo. Sin embargo, la influencia de Walt Whitman, tan épico y enamorado de todos los seres de la tierra, tan –en el fondo- cristiano, continúa. Menciono a Cristo porque, como ocurre en el mensaje nuclear del Nuevo Testamento, Vilas ama con verdad a todos los desahuciados, a todos los que sufren, sean cuales sean sus culpas o pecados. Ama incluso a quien ha destrozado su vida. Cualquiera puede sentirse identificado y hallar consuelo en estas páginas, sean cuales sean sus culpas. Cualquiera menos quienes poseen certezas sobre su bondad y sobre la maldad ajena. Esos no hallarán nada porque Ordesa está poseído por esa zozobra consustancial al auténtico ser humano. Las palabras de Vilas nacen de la verdad, de una especie de Stanislawsky literario que no implica superioridad, ni falsa solidaridad, sino legítimo orgullo. En sus palabras habitan esos millones de españoles que nunca aparecerían en una novela. Tanto es así que la aventura que implica comprar un lavavajillas de marca blanca resulta tan épica como una expedición polar.

En Ordesa los descubrimientos son mínimos porque el auténtico avance ocurre en la conciencia del lector, lo que sitúa a Ordesa mucho más cerca de un diario poético-filosófico que de una novela

Rincón de la ciudad de Zaragoza, años 60

Es Ordesa, por otro lado, una obra universal porque apela a sentimientos que habitan en el corazón del hombre desde la noche de los tiempos. Tal vez hasta los neardenthales los tuvieran. Todos somos hijos de nuestros padres y padres de nuestros hijos. Por eso, pese a no ser una novela, ni un libro de autoayuda atrapa al lector. No es un libro de autoayuda porque no proporciona cápsulas instantáneas de felicidad, incluso puede dañar porque mirar hacia la luz, tantas veces negra, siempre lastima. Además no hay un embellecimiento de la realidad, como ocurre en las películas americanas. Porque ninguno de sus lectores somos, por suerte o desgracia, George Clooney. Pretende la comprensión del otro, y de uno mismo, la humanización del mal, que no su banalización, y la necesaria asunción de lo que no puede entenderse, a riesgo de pasar toda una vida girando y girando dentro de una rueda infinita, como una especie de Sísifo. Demuestra que a veces hay que llegar hasta el fondo –su descripción del alcoholismo es tan certera como poco tremendista- para enfrentarse a lo que está frente a nuestros ojos. Ordesa muestra lo que pocos conocen: que incluso quienes nos dañaron o consintieron que nos dañaran también fueron jóvenes, tuvieron ilusiones y decepciones, vivieron y sufrieron. Vilas sabe comprenderles, mirarles y, con ello, ensancha nuestra perspectiva sobre nuestras propias vidas. Su sacrificio nos engrandece.

Vilas ha llegado a un nivel superior de la conciencia. Aquel en el que, tras una durísima digestión, se digieren las piedras de toda una vida y se alcanza el perdón, tanto a uno mismo, como a quienes nos impregnaron de su mal, nacido en la sima de los tiempos. Expresa su logro mediante un estilo que oscila entre la comedia burda y la épica, como la propia vida, alcanzando alturas expresivas y emocionales que solo había logrado en su anterior poemario (El Hundimiento). En el desenlace la vida se funde con su origen, consiguiendo un crescendo –ahora sí, puramente narrativo- pleno de emoción e inquietud.

Si Vilas no fuera un artista, y de los buenos, la crisis que casi le lleva a la tumba no le habría servido para nada. Su fuerza de voluntad, su empatía y su talento nos han regalado dos obras magistrales: el poemario El hundimiento y esta guía de vida llamada Ordesa.

Ordesa. Manuel Vilas. Alfaguara. Madrid, 2018. 18,90 €. 392 páginas


EL AUTOR

RECAREDO  VEREDAS  (Madrid, 1970) ha estudiado Derecho, Edición y Creación Literaria. Ha trabajado para diversas editoriales, entre las que destaca Alfaguara. Ha sido profesor en la Escuela de Letras y en Fuentetaja. Ha reseñado, entre otros medios, en Quimera, ABC, Política Exterior y Revista de Letras. Ha publicado 6 libros. El que más le gusta es el más breve, el poemario Nadar en agua helada (Bartleby, 2012), pero se siente orgulloso de toda su progenie. El último en llegar ha sido el ensayo No es para tanto (Sílex, 2016). Le preceden la novela Deudas vencidas (Salto de Página, 2014), la colección de relatos Actos imperdonables (Bartleby, 2013) y dos obras perdidas en el espacio-tiempo: la colección de relatos Pendiente (Dilema-Escuela de Letras 2004) y el manual Cómo escribir un relato y publicarlo (Dilema-Escuela de Letras, 2006).