Vicente Aleixandre: amor y poesía | Sobre la edición de su «Poesia completa»

La edición de la Poesía completa (Lumen, 2017) de nuestro premio Nobel Vicente Aleixandre ha sido quizá el gran acontecimiento literario de 2017.  Su autor, Alejandro Sanz, presidente a su vez de la Asociación Amigos de Vicente Aleixandre y promotor de las últimas iniciativas por la recuperación de Velintonia, escribe subre su pasión por la poesía del malagueño y sobre su trabajo de edición.
© ALEJANDRO SANZ

Vicente Aleixandre fue una auténtica e iluminadora revelación desde mi juventud. Su descubrimiento, en una antología que había preparado el propio poeta para la editorial Gredos y que me regaló mi padre —que nunca había leído a escritor o poeta alguno—, supuso un flechazo en el sentido más intenso y amoroso del término, un amor que con el paso de los años fue alimentándose con cada nueva lectura. Hoy, mucho tiempo después de ese instante en que pronuncié por primera vez su nombre, junto al del título de esa antología, Mis poemas mejores, su obra sigue conmoviéndome, emocionándome, excitando mi ánimo y acompañándome como la voz de un amigo inmortal e insustituible. «El poeta —decía Aleixandre— es el hombre. Y todo intento de separar al poeta del hombre ha resultado siempre fallido, caído con verticalidad.» Si la vida modela en todo momento la visión del poeta, la vida influye decisivamente también en las lecturas que hacemos de ese poeta. («La poesía supone, por lo menos, dos hombres.») El que yo leí con 14 o 15 años poco tiene que ver con el de ahora, salvo en la fascinación que me produjo y produce su verbo incendiado, carnal, cósmico, romántico, metafísico y reflexivo. No siendo su poesía la misma a los ojos de ese joven —que descubre una nueva forma de respirar la vida, de llegar a la belleza a través de la emoción—, que a los ojos de este hombre, lo que ha permanecido inalterable es el irracional enardecimiento que me provoca la lectura de sus poemas, desde los primeros a los últimos, poemas que son ejemplo de una evolución plena en su expresión y concepción, en su forma originalísima de ver el mundo, con una elevación tan singular como irresistible. La solidez cosmovisionaria de Vicente Aleixandre es muy poco comparable a la de otros poetas de su generación.

Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Federico García Lorca

Desgraciadamente no pude conocerle, pese a haber compartido un mismo tiempo antes de su muerte, brevísimo, pero quizá todavía propicio para el generoso encuentro. Un tiempo en el que pude acercarme a su olvidada casa de la calle Velintonia (cuyo nombre él castellanizó e introdujo en la decimonovena edición del diccionario de la rae) para demostrarle mi reconocimiento y admiración, de igual forma que lo hicieron centenares de poetas a lo largo de su vida. Sin embargo, hubo un amigo leal de Vicente, un verdadero discípulo del maestro, que me ayudó, por otra extraña conjunción, no casual, a acercarme a él de forma tan viva e intensa como si realmente lo hubiera conocido, al menos en lo más humano y esencial: José Luis Cano, del que fui gran amigo, y legatario de una parte importante de su archivo. Otros verdaderos amigos del poeta —poetas y escritores— contribuyeron también con el paso de los años a ese genuino acercamiento: Leopoldo de Luis, José Olivio Jiménez, Antonio Colinas, Claudio Rodríguez, Rafael Morales, José Hierro o Javier Lostalé. A todos ellos, y a alguno más, les debo, con el vivo relato de su experiencia, por muy sencilla que pudiera parecer, el regalo que me hicieron de su retrato más íntimo, más confesional y que me ha ayudado a tener una imagen muy nítida de su figura como hombre.

El poeta en su gabinete

Vicente Aleixandre fue, en esencia, el gran poeta del amor, no del amor ensoñado, sino del intensamente vivido, gozado y padecido. Toda su lírica es, haciendo uso de una expresión suya muy conocida, una aspiración a la luz, pero una aspiración, habría que matizar, desde el amor, a la naturaleza y al hombre, en sus dimensiones cósmica y humana, y una exaltación plena de la libertad y la dignidad. Todo lo que cantó es fruto de su más profunda experiencia vital. «A lo único a que no se puede obligar a la poesía es a mentir», afirmaba en uno de sus aforísticos «apuntes para una poética». Amó con fiebre y necesidad durante toda su vida, y toda su obra lo refleja incuestionablemente, desde su más temprana poesía, ligada a cierta tradición esencialista, pero en la que ya se alumbran tímidamente sus rompedoras e inconfundibles señas de identidad poéticas, su voz, personalísima e inconfundible, hasta sus cartas más íntimas y confesionales —que afortunadamente van publicándose con el paso de los años—, donde queda el testimonio sincero y conmovedor de sus anhelos, de su felicidad, de su soledad y de su dolor y la explicación directa o implícita del porqué mismo de su poesía y su forma de sentir y respirar el amor. Por eso, nada más acertado quizá que aplicar a su vida uno de los versos de su poema «El moribundo»: «Amor. Sí, amé. He amado. Amé, amé mucho». En el discurso de recepción en la Real Academia Española (1950) Aleixandre hace profundas reflexiones sobre la poesía y el amor, y una fundamental sobre su unidad, tan característica en su obra:

No importa que sea el fino cabello lo que se cante, o los celos devoradores, o el delicado signo de una mano en el aire, cuando no las ansias centrales de un corazón poderoso. Es lo mismo. No importa desde qué posición espiritual o temporal descendida y transmitida: un neoplatonismo, una tradición petrarquesca, una delineación provenzal o una sede romántica. Sigue siendo lo mismo. Por sobre lo mudable, por sobre el color, por sobre la línea, por sobre el espacio y el tiempo, más allá de la variante perspectiva, la fiel poesía, hija de la constante naturaleza humana, nos estará rindiendo el tronco que no se muda: la unidad del amor, en la unidad del hombre.

En pocos poetas de la generación del 27 como en Vicente Aleixandre se percibe una evolución tan sólida y ejemplar, tan consecuente y fértil, tan alumbradora. Una generación a la que, en sus palabras, «les unió una exigencia máxima en la visión de la poesía», de la «expresión moderna de la poesía». Su obra, con los años, se renueva y enriquece, avanza y se eleva en un anhelo de conocimiento y comunicación, que le singularizan inconfundiblemente. La poesía para Aleixandre es, en su verdad comunicada, «una forma de conocimiento amoroso» y el amor que la nutre «un espíritu vivificador y difuso que penetra y exalta las formas todas de la común vida general, con la que se identifica, y que queda toda ella armoniosamente afectada».

En 1960 Vicente Aleixandre publicaba en la prestigiosa editorial Aguilar —bajo su especial cuidado y el de Arturo del Hoyo— la que sería la primera edición de sus poesías completas. Un volumen que se cerraba con Historia del corazón y algunos poemas varios y que, por lo tanto, no contenía aún En un vasto dominio (1962), Picasso (1961), Retratos con nombre (1965), Poemas de la consumación (1968) y Diálogos del conocimiento (1974). Poemarios estos de su segunda y tercera fase creativa. En 1968, la misma editorial Aguilar, publicaría, también al cuidado del poeta y de Arturo del Hoyo, sus Obras completas, dentro de la col. Biblioteca de Autores Modernos. Y en 1977-1978 —dentro de la col. Biblioteca Premios Nobel— la que hemos de considerar como la obra completa seleccionada y supervisada por el propio Vicente Aleixandre, la obra que contiene ya su corpus principal: todos sus libros, los poemas sueltos que consideró podían ser publicados y sus textos en prosa, excluidas, eso sí, sus miles de cartas.

La edición de esta nueva Poesía completa que he tenido el honor y la responsabilidad de preparar y prologar ha tenido muy presentes todas estas ediciones y también, aunque de otra forma mucho menos relevante, la posterior, publicada por Visor en 2001, ya que en esta se incorporaron algunos poemas de su última etapa y los primeros, anteriores a la publicación de Ámbito (1928), recogidos bajo el título de Álbum. Versos de juventud. Además, esta nueva recoge siete importantísimos poemas inéditos del ciclo de Mundo a solas, escritos entre 1934 y 1936 —es decir, después de la composición de La destrucción o el amor (1932-1933) y antes de Sombra del Paraíso (1939-1943)— y dos también de este periodo —depresivo en lo personal para el poeta— que han visto la luz recientemente y que nunca habían sido publicados en una antología o poesía completa. Unos poemas —de los que conservo los originales, junto a otros importantes manuscritos de Aleixandre que pertenecieron a mi maestro y amigo José Luis Cano— que fueron excluidos del libro Mundo a solas por razones que solo su autor conocería, y que son poemas completos, acabados y definitivos.

Esta edición que ha publicado Lumen incorpora además, en su apéndice, las notas previas de presentación que el propio Vicente escribió de cada uno de sus libros y que son la mejor presentación que se puede hacer de ellos

Conviene quizá aclarar que la obra de Vicente Aleixandre únicamente podrá acercarse al irreal concepto de completa cuando su archivo esté a disposición pública y tengamos la posibilidad así de ver y estudiar todo lo que realmente contiene, rescatando lo que consideremos digno de publicación aún —bajo el subjetivo criterio del editor que corresponda— y planteándonos, tal vez, alguna nueva edición crítica de sus libros.

Poesía completa. Vicente Aleixandre. Edición de Alejandro Sanz. Lumen. Barcelona, 2017

Esta edición que ha publicado Lumen incorpora además, en su apéndice, las notas previas de presentación que el propio Vicente escribió de cada uno de sus libros y que son la mejor presentación que se puede hacer de ellos, una selecta bibliografía actualizada, no solo de las ediciones de todos sus poemarios, sino de aquellos libros que considero imprescindibles o muy necesarios para adentrarnos en aspectos poco conocidos de su vida y hasta para entender incluso la fuente de inspiración de algunos poemas de los que se han venido haciendo lecturas más complejas y enrevesadas de lo necesario. Para este fin recomiendo, después de la lectura de su obra, que es lo principal, la de epistolarios tan importantes como los dirigidos a José Luis Cano (1986), a Miguel Hernández (2015), a Ricardo Molina (2015) o a Eduardo Moreiras (2016), de cuya ejemplar edición se encargaron los profesores Andrés Pociña y Aurora López. Y también de la excelente biografía de Emilio Calderón La memoria de un hombre está en sus besos, que espero tenga muy pronto la segunda edición, aumentada y enriquecida, que merece.

La nueva edición de la Poesía completa de Vicente Aleixandre vio la luz oficialmente el pasado mes de diciembre, coincidiendo con el cuadragésimo aniversario de la concesión del Premio Nobel, un Premio que Vicente Aleixandre recibió con sorpresa y que supuso en su vida un enorme sobresalto que desestabilizó su plácida armonía, su orden cotidiano. Vicente Aleixandre, con la concesión de este importante galardón, llegó a muchos nuevos lectores, y ese fue su mayor reconocimiento como él mismo confesó a distintos periodistas. «La gloria no es el premio, no es el homenaje, no es el ruido. La verdadera gloria del poeta —confesaba en una de estas entrevistas— es que después de muerto todavía su voz resuene en algunos corazones afines. Que después de muerto no sea un libro cerrado, sino que palpite, se oiga y se repita.» Lumen ha contribuido, con justicia y sensibilidad, a que su poesía siga palpitando, se oiga y se repita. Es algo que le debemos a Vicente Aleixandre y es algo por lo que todos los amantes de la poesía tenemos que sentirnos orgullosos, pese a que nuestras instituciones públicas continúan aún despreciando su nombre y su legado, dejando que en su casa siga incomprensiblemente habitando el olvido, una casa para la que quiero también desde aquí reclamar su urgente salvación porque, indiscutiblemente, es también parte de su poesía.


EL AUTOR

ALEJANDRO SANZ  (Madrid| 1967) es escritor. Discípulo del poeta y crítico José Luis Cano (1911-1999) y editor de una parte de su obra. Autor de numerosos trabajos de investigación y crítica literaria en diversas publicaciones, centrados fundamentalmente en la generación del 27 y en sus poetas. En 2014 publicó el libro Entre dos oscuridades, un relámpago. En recuerdo de Vicente Aleixandre. Presidente de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid y fundador del Departamento de Publicaciones de la docta casa que impulsó, con títulos como Galería de retratos o Ateneístas ilustres, la recuperación de la historia de la institución madrileña, tan ligada a nuestros más grandes escritores. Presidente de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, poeta del que ha preparado para Lumen (2017) la nueva edición de su Poesía completa, que incorpora importantes inéditos.